ESPECTáCULOS › “TEMPERLEY”, DE LUCIANO SUARDI Y ALEJANDRO TANTANIAN

Recuerdos de otra Navidad

 Por Cecilia Hopkins

“En un mundo descartable, ¿qué valor tienen nuestras vidas, nuestras experiencias, nuestro tiempo?”. Esa fue una de las preguntas inspiradoras del Ciclo Biodrama que dirige Vivi Tellas, responsable de la programación de la Sala Sarmiento. El proyecto plantea espectáculos a partir de historias de vida. Otro interrogante tiene que ver con la naturaleza de simulacro que se le atribuye a la actuación: “¿es posible un teatro documental, testimonial, o todo en el escenario se transforma en ficción?”. Temperley se originó en el relato que hizo una mujer –de iniciales T. C.– acerca de su vida, desde su partida de España y su llegada al país. Las inquietudes de la nostalgia y el desarraigo propios de la experiencia inmigratoria y la distancia que separa a esta mujer (en la obra se llama Amparo) de su familia pueden medirse a través de las cartas que escribe y recibe. De la relación epistolar que entabla con su hermana (Marta Lubos y Stella Galassi, respectivamente) surgen datos que confirman el vínculo que retomarán ni bien vuelvan a encontrarse.
El tiempo del relato va construyéndose en un juego que impulsa a las hermanas a asumir diferentes actitudes de acuerdo con la edad que representan. Sólo hay una indicación temporal que corrobora el pino navideño que aparece en un ángulo del escenario: las escenas transcurren días antes del 25 de diciembre, una fecha que funciona como disparador de lejanos e inesperados recuerdos de familia. Dedicada desde la adolescencia al trabajo doméstico en casas particulares, Amalia logró formar su hogar, tener hijo y nietos. Reconstruir su itinerario es una tarea que emprende a pesar suyo, durante los preparativos de la cena familiar, en la relectura de una carta o ante el recuerdo de datos que creía olvidados. Las charlas con la hermana van al rescate de un pasado lleno de obligaciones, pero también de bailes y noviazgos, circunstancias felices que se realzan con la mención de detalles sobre la indumentaria femenina. La descripción de los vestidos funciona como el recurso de nombrar la parte por el todo, habilitando un sugestivo fresco de época. Quien lo emplea también, para evocar otras cuestiones, es la nuera de Amalia, que Fabiana Falcón interpreta con personalísimo sentido rítmico y convicción.
Tras la mudanza a Temperley, un accidente trastueca la existencia de todos. Y no habrá consuelo que pueda dispersar la melancolía que invade a Amalia cuando, a días de una fiesta que se renueva cíclicamente, piensa en todo lo que no volverá a repetirse. Sin la menor afectación y con los mejores resultados, Lubos y Galassi guían a sus personajes en el trance de entrar y salir de una atmósfera en la que conviven oscuros presentimientos y extrañas certezas. Un mundo en el que se entreveran la realidad y sus fantasmas, atractivamente resuelto por las luces de Gonzalo Córdova y los muros oblicuos que describen el ámbito cotidiano de las hermanas.

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