ESPECTáCULOS › ROBERT CONNOLLY EXPLICA “THE BANK”, UN FILM QUE DESNUDA EL SISTEMA FINANCIERO

“Ellos ya no quieren dinero, quieren poder”

El film, que fue presentado a comienzos de este año en el Festival Independiente, retrata de manera ácida y contundente el mundo de los banqueros, una realidad que puede dispararle una buena carga de identificación al público argentino.

 Por Martín Pérez

Abogados, agencias de empleo y empresas de comunicaciones. Esos son los tres temas sobre los que la gente le pide que haga su próxima película: así lo asegura Robert Connolly, el director australiano que cargó contra la codicia de los bancos en su ópera prima The Bank, el Juego de la Banca, que este jueves al fin se estrena comercialmente en la cartelera porteña. “Cada vez que viajo acompañando al film en varios festivales, siempre hay alguien que levanta la mano y dice que mi próximo film debería ser sobre esto o sobre aquello”, asegura Connolly desde Australia, donde está escribiendo el guión de su próximo film. Antes de su inminente estreno porteño, The Bank llamó la atención por aquí cuando fue exhibido en abril, en el marco del marco el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. “Yo no estuve allí, pero me contaron que el director del festival presentó el film diciendo que The Bank era el único banco abierto en todo el país”, recuerda Connolly con mucho orgullo. Y advierte, juguetón: “La crisis de la bolsa de valores que el protagonista del film está tratando de predecir está fechada para el 26 de octubre del 2002..., ¡que es un par de días después del estreno de mi película allá!”.
Productor del polémico film australiano The Boys antes de decidirse a dirigir su propia película, Connolly señala que desde el comienzo su carrera cinematográfica parece estar señalada por las controversias. “Aquel era un film social, muy al estilo de Mike Leigh o Ken Loach, y se estrenó justo en medio de las Olimpíadas”, recuerda. “La gente venía a ver la maravillosa Australia, pero también podía ver toda la oscuridad de mi país en las salas de cine, lo que despertó alguna polémica”, explica Connolly, que apunta con cierto orgullo que tanto The Boys como The Bank fueron films cuestionados por los políticos australianos. “Cada vez que se estrena un film australiano se hace una función especial para el Parlamento, que está en Canberra”, explica. “Y ninguno de los films en los que estuve involucrado hasta ahora fue elogiado por la clase política”, apunta Connolly, que asegura sentirse particularmente interesado por el estreno de su film en Argentina. “Al hacer el film estaba mirando en una bola de cristal, tratando de imaginar qué pasaría en el futuro”, asegura. “Pero jamás imaginé que sucedería tan rápidamente. Y que sucediese de una manera tan evidente en Argentina, donde la responsabilidad de los bancos y los líderes corporativos es tan evidente en su crisis actual”, explica este cineasta nacido treinta y cinco años atrás en Sydney.
–¿De dónde surgió la idea de hacer una película sobre los bancos?
–Cuando comencé a escribir The Bank lo hice con la idea de hacer un film de género entretenido, basado en el triunfo del individuo por sobre una gran corporación. Por entonces los bancos en Australia estaban asfixiando a los granjeros después de una inundación, cerrando sucursales, subiendo sus porcentajes y alentando a sus clientes a aceptar préstamos extremadamente inestables basados en monedas extranjeras. Así que era la corporación ideal a la que apuntar. Mi intención era que el film fuese popular y al mismo tiempo quería que su subtexto político no fuese didáctico. Me di cuenta de que lo habíamos logrado cuando en el estreno la gente se puso a gritar al ver en problemas al empresario inmisericorde interpretado por Anthony Lapaglia. Nos divertimos mucho a expensas de su personaje, ya que es una regla de hierro en este género el hecho de que el malo es el que tiene las mejores líneas de diálogo.
–¿Cómo evolucionó la idea del film?
–Dos futuros inversores en la bolsa pusieron dinero en The Boys, el primer film que produje. Volvieron a mí algunos años más tarde con la idea de un sistema que pudiese ser usado para predecir el comportamiento del mercado de valores. Y a partir de ahí comencé a investigar dentro del mundo de las altas finanzas. Me encantó la idea de encontrar “el Santo Grial de la teoría económica”, como lo presenta uno de los personajes delfilm. Y que eso sea un entusiasmo antes que una ciencia, de la misma manera en que cada jugador dice que tiene un sistema infalible para ganar en la ruleta o en la lotería. Hacía tiempo que con David Wenham, el actor que protagoniza The Bank, estábamos buscando un proyecto para realizar juntos, y él también se fascinó inmediatamente con ese mundo. Así que juntos formamos un equipo creativo con el deseo común de realizar un film político que critique al mundo corporativo.
–No deja de ser irónico que justo un cineasta con experiencia como productor decida cargar contra los banqueros...
–Sí, es verdad (se ríe). Mucha gente me dijo que estaba loco por querer hacer un film sobre los bancos. Además, en el momento en que se estrenó la película en Australia yo estaba pidiendo un préstamo para comprarme una casa en Sydney, y cuando me presenté en el banco apenas me vieron los empleados empezaron a decir cosas sobre mí. “Miren, es el tipo que salió en la televisión, el que hizo la película sobre los bancos.” Fue muy gracioso. Y, además, después tuve muchos problemas con ese crédito, casualmente o no.
–Usted señaló que había leído No Logo, el libro de Naomi Klein, durante el proceso creativo que llevó al film... ¿De qué manera le ayudó a construir el mundo de The Bank?
–Su libro fue una gran referencia durante la escritura del guión, y el hecho de leerlo me permitió reforzar la posición del film con respecto a la globalización y el racionalismo económico. Tuve el honor de preparar una función especial del film para Klein cuando pasó por Australia promocionando su libro, y cuando finalmente la conocí me dijo que era la primera vez que alguien proyectaba una película especialmente para ella. Después de ver el film, que le encantó, dijo que era interesante ver cómo las ideas que ella había explorado en su libro y estaban siendo tratadas también por documentalistas, ahora estaban siendo tomadas por la gente que hacía ficción. Le gustó tanto que cuando se exhibió el año pasado en el Festival de Toronto nos apoyó para que la gente fuese a verla. Fue fantástico su apoyo, especialmente porque se exhibió en un contexto tan extraño, al día siguiente del atentado a las Torres Gemelas, lo que generó toda una situación muy particular en el festival. Y justo al día siguiente de esto yo presentaba mi película, cuyo villano principal tiene un marcado acento estadounidense...
–¿Por qué decidieron que Anthony Lapaglia, que es australiano, tuviese ese acento?
–Por un lado porque Anthony, como ha vivido tanto tiempo en los Estados Unidos, tiene naturalmente ese acento. Pero además por el resultado de nuestra investigación, a través de la cual descubrimos que en la década del ochenta en Australia los grandes bancos estaban dirigidos por ejecutivos estadounidenses. No sé cómo habrá sucedido en Argentina, pero los jóvenes ejecutivos, entrenados en las virtudes del racionalismo económico, vinieron a Australia a comenzar sus carreras. Así que nosotros decidimos que nuestro villano sería uno de aquellos jóvenes ejecutivos, que ha pulido sus artimañas con los años. Una especie de Gordon Gekko, el protagonista de Wall Street que sostenía que “la avaricia es buena”, pero adaptado a las nuevas eras.
–La nueva era de los señores feudales de las finanzas, como asegura el personaje de Lapaglia en un momento de su film.
–Me gusta que la remarque, porque esa línea me parece una de las fundamentales del film. Porque habla claramente de los tiempos actuales, en que los Estados han delegado la mayoría de sus funciones en las corporaciones, que no tienen ética o moral cuando se trata de la responsabilidad social. Sólo les preocupan las ganancias.
–A la luz de una visión de este personaje, malvados de los ochenta como Gordon Gekko parecen ingenuos...
–Por supuesto. Gekko sostenía que la avaricia era buena, pero ya no se trata de eso, porque los magnates corporativos actuales tienen muchísimo más dinero del que alguna vez podrían gastar. Lo suyo no es el dinero, sino la ambición de poder antes que cualquier otra cosa, y por eso se me ocurrió esa idea del señor feudal. Un concepto con el cual jugamos al punto de ver al protagonista del film, el joven que viene con la idea de poder predecir los movimientos de la Bolsa, como aquel alquimista que aprovecha la avaricia del rey asegurándole que puede convertir cualquier metal en oro, para poder ingresar en su reino. Jugamos mucho con esa metáfora, al punto de que nos preocupamos de que los fractales que se ven en la pantalla cada vez que se pone en acción el programa de computación del personaje de Wenham, parezcan también dos productos químicos mezclándose.
–¿Y usted qué piensa? ¿Es posible luchar contra el poder de este corporado feudal?
–Claro que sí. Sigo siendo un optimista, aun frente a las continuas desregulaciones y la aplicación del racionalismo económico que promueve recortes de gastos en nombre de la globalización. Porque pienso que los gobiernos serán forzados por la opinión pública a reasumir su rol y sus responsabilidades frente al mundo corporativo. Porque, como dije antes y como está bien explicado en el film, las corporaciones se absuelven a sí mismas de toda responsabilidad ética o moral en nombre de sus accionistas.
–The Bank es algo así como el film ideal para un director debutante: sencillo en su concepción, pero con ideas complejas.
–La verdad que tuve mucha suerte de contar con este proyecto. Porque por lo general las óperas primas suelen ser películas muy personales, que no necesariamente llegan a ser populares. Hace poco me sorprendió que en un festival estadounidense el premio a la mejor ópera prima The Bank lo compartiese con un film argentino como Nueve reinas, otra ópera prima que fue muy exitosa... ¿Qué está haciendo actualmente su director?
–Filmando publicidades, esperando que llegue el momento de volver al cine...
–Lo mismo que yo (se ríe).
–Más allá de todos los temas que le sugieren, ¿De qué va a tratar su próxima película?
–El guión que estoy escribiendo en este momento es una adaptación de una novela de un autor australiano llamada Tres dólares. Su título viene de una frase del protagonista, que explica que en un momento lo tuvo todo y que ahora sólo tiene tres dólares. Va a ser un film que mantiene la visión del mundo presentada en The Bank, pero por un camino muy diferente. Es un film más emocional e íntimo, basado en los personajes. The Bank fue un film de género, y eso es lo que va a cambiar en mis films. El estilo, no la forma de ver el mundo.
–¿Los bancos nuevamente estarán en la mira?
–No, este film va a ser menos específico. Pero también trata sobre la inmoralidad del mundo corporativo. Es la historia de lo que sucede cuando la clase media lo pierde todo. Es sobre una persona que hizo todo lo que la sociedad le dijo que debía hacer: tiene una buena educación, tiene un trabajo, tiene una hipoteca sobre su casa, tiene un bebé y una vida segura. Y el film es sobre lo que sucede el día en que pierde todo eso por culpa de la situación económica. Lo que me recuerda nuevamente a la Argentina, porque este fin de semana leí un artículo que decía que algo así estaba sucediendo allí...
–¿Dónde leyó ese artículo?
–En un diario de aquí. Ahora que recuerdo, cuando estalló la crisis argentina, aquí en Australia se le prestó mucha atención porque se dijo que nuestras economías eran muy parecidas. Así que todo el mundo tenía miedo de que aquí pudiese pasar lo mismo. Y tal vez tenían razón. Tal vezpor eso es que los films que yo hago aquí en Australia parecen tener tanto que ver con lo que pasa allá en Argentina.
–El malvado de su film en un momento asegura ser como Dios, pero con un mejor traje. ¿No son los directores de cine también un poco así?
–El único director de cine que puedo recordar vestido de traje es Alfred Hitchcock, que puede ser considerado definitivamente como Dios con un gran traje.

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En el film del australiano Connolly, un banquero se define sin dudar como “un señor feudal de las finanzas”.
 
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