ESPECTáCULOS › WOODY ALLEN DIVIRTIO A TODO EL MUNDO EN LA ENTREGA DE LOS PRINCIPE DE ASTURIAS

“No lo merezco pero me siento más que honrado”

El dramaturgo Arthur Miller, el músico argentino-israelí Daniel Barenboim, el intelectual de origen palestino Edward W. Said, el escritor alemán Hans Magnus Enzensberger y el sociólogo inglés Anthony Giddens fueron algunos de los otros galardonados.

La entrega de los premios Príncipe de Asturias 2002 se convirtió ayer, en la ciudad española de Oviedo, en una manifestación de esperanza por la convivencia en paz de los pueblos y por un mundo en el que impere la justicia, según coincidieron en afirmar los oradores de una ceremonia de vasta repercusión internacional. Es que los considerados premios Nobel de España fueron entregados ayer a Woody Allen (Artes), el dramaturgo estadounidense Arthur Miller (Letras), el músico argentino-israelí Daniel Barenboim y el intelectual de origen palestino Edward W. Said (Concordia), el poeta y ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger (Comunicación y Humanidades) y el sociólogo británico Anthony Giddens (Ciencias Sociales). La ciencia estuvo representada por el Comité Científico para la Investigación de la Antártida (Cooperación Internacional) y por los “padres” de Internet –Lawrence Roberts, Tim Berners-Lee y Robert Kahn– (Investigación Científica y Técnica). La selección de fútbol de Brasil (Deportes), representada por el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Teixeira, recibió también su galardón.
El príncipe Felipe presidió el acto en un escenario dominado por el color azul, característico de la Fundación Príncipe de Asturias, que es la que concede estos galardones dotados con 50 mil euros (49 mil dólares) y una estatuilla, diseñada por el artista español Joan Miró. El momento más llamativo de la ceremonia estuvo a cargo de Allen, que hizo reír a los presentes, inclusive a la usualmente seria reina Sofía, cuando exclamó “no me lo merezco, pero me siento más que honrado”.
El pianista y director argentino-israelí Barenboim y el intelectual estadounidense Said, que compartieron el Premio de la Concordia, se refirieron al conflicto que padece Medio Oriente y coincidieron en expresar su deseo de que estos pueblos puedan disfrutar pronto de “una vida mejor”. A juicio de Barenboim –a quien ayer le concedieron honoríficamente la ciudadanía española–, esa vida mejor “tendrá que expresarse en un Jerusalén terrenal donde los hombres convivan manteniendo sus identidades, creando un puente entre Oriente y Occidente”. El músico destacó que el Premio de la Concordia “no se ha entregado a unos hombres, sino a una idea, la que encarnan los cientos de jóvenes de Medio Oriente que han hecho con su valiente esfuerzo una música que es armonía y diálogo”. Barenboim se refería a así al “West Eastern Divan”, un taller de trabajo con jóvenes que buscan en la música una alternativa para la paz impulsado por él y Said como vía de solución al conflicto regional.
El taller de música impulsa la creación de orquestas en las que participen músicos palestinos, israelíes, sirios, libaneses y egipcios, entre otras nacionalidades, superando los problemas que enfrentan a sus respectivos países.
“Said y yo –dijo Berenboim– concebimos nuestro proyecto como un diálogo permanente, y este premio supone una focalización en la manifestación de la concordia como lo son el diálogo y la armonía.” A su turno, Said reivindicó el valor de la ciudadanía frente al de la identidad y advirtió acerca de “lo difícil que es la vida de un pueblo” sin la primera, e hizo un llamamiento para que Palestina siga recibiendo el apoyo moral “de los enamorados de la justicia”. Said reclamó este respaldo para demostrar que Palestina “no es la tierra de un pueblo sino de dos que no pueden exterminarse ni expulsarse sino vivir en paz y en seguridad juntos”.
El dramaturgo Miller, premio de las Letras, dijo que España, tras convertirse durante la Guerra Civil (1936-1939) en un emblema de la resistencia “contra el dominio de la sinrazón y la muerte de la mente”, es ahora un ejemplo “de las luchas de muchos otros pueblos por alcanzar la modernidad”. Allen, hablando de lo suyo, de cine, criticó la industria cinematográfica de su país, que considera “desmadrada por completo” al haber “entrado en un período muy poco creativo”, con unos estudios “que conciben sus proyectos para hacer dinero exclusivamente”. Allen, premio de las Artes, aseguró que la mayoría de las películas que se hacen en EstadosUnidos están “destinadas al común denominador más bajo”. “Son películas que no son maduras y glorifican la tecnología como fin en sí mismo”, señaló Allen, en cuya opinión en el cine de Estados Unidos “se ha perdido el elemento humano por completo”. Para Allen, sólo en el cine europeo se están haciendo películas “que realmente tienen sentido” y destinadas a “adultos inteligentes y pensantes”.
Al llegar su turno, Felipe de Borbón expresó su deseo de que las personalidades a quienes acababa de entregar los ocho premios que llevan su nombre “sean la voz de quienes tantas veces no la tienen”. El príncipe destacó los méritos de cada uno de los galardonados y planteó con claridad el contenido social que desea que sea la orientación de estos premios que cumplen este año con su vigésima segunda edición. “Anhelamos que nuestros premios sean la voz de quienes tantas veces no la tienen, la voz de los abandonados, la de los que sufren injusticias, la de los que defienden la libertad y son perseguidos por defenderla”, afirmó. “No queremos renunciar a la esperanza, a seguir creyendo”, dijo Felipe de Borbón tras manifestar su fe “en que es posible un mundo más justo y fraternal, libre de terror y de los fanatismos”.

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Daniel Barenboim, derecha, junto a dos jóvenes músicos, uno israelí, otro palestino, y el príncipe Felipe.
 
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