ESPECTáCULOS › A PARTIR DE MAÑANA, PAGINA/12 OFRECE UNA COLECCION IMPERDIBLE DE LOS CHALCHALEROS

Bajaron del norte, y se quedaron cincuenta años

La serie es un recorrido por los títulos más célebres del legendario conjunto salteño. Pero también sirve para recordar que, más allá del tradicionalismo chalchalero, hubo cruces musicales inolvidables.

 Por Fernando D´addario

Cuando de Los Chalchaleros se trata, las cifras están guiadas por la desmesura. El grupo salteño anduvo 50 años por las rutas argentinas, grabó alrededor de 50 discos (sin contar los compilados) y vendió casi 8 millones de placas, pasando indemne entre las corrientes renovadoras del género y los avatares político-institucionales del país. Su música, en cambio, con garantía de fábrica, ha perdurado sencillita y austera, sin ampulosidades. A salvo, también, de eventuales procesos evolutivos y/o cambios de maquillaje sonoros. Así, inmutables (con lo positivo y negativo que esa inmovilidad encierra), llegaron al presente un puñado de clásicos folklóricos. Página/12 publicará, a partir de mañana, una colección de cuatro CD’s con los grandes éxitos de Los Chalchaleros. Los discos tendrán un precio de compra opcional de $ 6 y acompañarán la edición habitual del diario.
Los Chalchaleros se despidieron de los escenarios el año pasado. Lo hicieron a través de una larga y fatigosa gira que parecía interminable. Sin embargo, nunca terminan de retirarse. En lo formal, se podría señalar que el martes pasado, en la Plaza Próspero Molina que ellos conocieron virgen (en la primera edición de Cosquín, hace más de cuarenta años), un seleccionado de folkloristas, desde el Chango Nieto hasta Raly Barrionuevo, pasando por Los Carabajal y el Dúo Coplanacu, les rindió un homenaje cantando, todos juntos (con Juan Carlos Saravia y Polo Román como representantes del conjunto) el “himno”: “La López Pereyra”. Tributos de este tipo se sucederán, sin dudas. Pero tal vez no sean necesarios. El “estilo chalchalero” se proyectó en cientos de conjuntos que reproducen la mística del cuarteto salteño, y sus canciones siguen circulando con naturalidad por cualquier peña criolla que se precie. Tres guitarras, un bombo, cuatro voces (dos arriba y dos abajo) y adentro. Con la última sílaba suspendida. Para muchos, de eso se trata el folklore, del mismo modo que la estructura guitarra, bajo, batería constituye el ADN del rock, más allá de eventuales alquimias.
Ellos quedaron en la historia como emergentes naturales del folklore, después de haberse diluido la antinomia Chalchaleros vs. Fronterizos, que consumió buena parte de las discusiones telúricas en la década del ‘60. Hoy, en perspectiva, no quedan tan claras las fronteras ideológicas que los separaban. En buena medida, era más una confrontación de tipo futbolístico, anecdótica, y las preferencias se dirimían en función de matices interpretativos, de armonías vocales más o menos complejas. La matriz del quiebre ideológico debe buscarse por otro lado, acaso en los alrededores de una Mercedes Sosa, por ejemplo. Mientras las “canciones con fundamento” vivían su espiral de éxito, censura, olvido y reivindicación tardía, Los Chalchaleros siguieron, ideológicamente y en lo musical, afines a su estética: camisa y bombachas blancas, poncho rojo, botas negras, pañuelo al cuello. Inamovibles.
Con un total de 64 canciones, los cuatro discos de la colección recorren la historia fundamental de Los Chalchaleros, en equivalencia temporal con el llamado boom de la música folklórica argentina. Los títulos elegidos están más allá de toda polémica.
El primer CD, que saldrá a la calle mañana, incluye clásicos absolutos como “Angélica” (tema que recobró popularidad en las voces románticas de Los Nocheros), “Al jardín de la República”, “Luna tucumana”, “Añoranzas”, “Chakai manta” y “Cochero e’manta”, entre otros. Para quienes quieran encontrar perlitas que se desvíen un poco del itinerario musical trazado por Los Chalchaleros, hay dos canciones distintivas: “Criollita santiagueña” y “Carpas salteñas” están enriquecidas con el bandoneón de Dino Saluzzi. El período de colaboración entre el notable músico salteño y Los Chalchaleros produjo algunos cortocircuitos con los más puristas, pero el resultado musical de ese aporte fue excelente. En el cuarto disco de la colección pueden disfrutarse, también, versiones con bandoneón de “La tristecita”, “La huanchaqueña”, “La artillera” y “La llorona”. En la primera entrega también hay canciones más recientes, como “El coyuyo y la tortuga”, firmado por Peteco Carabajal y Pablo Trullenque.
Para referirse a Los Chalchaleros se debe aludir a una época de hegemonía norteña en el folklore argentino. Fundamentalmente Salta y, en menor medida, Tucumán y Santiago del Estero, marcaron el pulso de la música criolla, canonizando a la zamba y a la chacarera en detrimento de otros ritmos y otras regiones, como la milonga surera, el chamamé litoraleño y las tonadas cuyanas. Esa elección implicó también la legitimación de poetas y compositores surgidos en ese mismo contexto. Jaime Dávalos y Eduardo Falú, artistas cultos y sensibles, resultaron funcionales a la vehemencia y a cierta rusticidad expresiva que manifestaban Los Chalchaleros. La química fue perfecta. Una canción como “La candelaria” (CD 2), por ejemplo, podría elegirse como sinónimo de Los Chalchaleros. Sin embargo, el conjunto salteño no se privó de probar otros ritmos, ni de nutrirse de los mejores autores que dio el cancionero popular. Así, en el segundo disco, se escucha el bailecito “Viva Jujuy”, o la famosísima tonada chilena “Yo vendo unos ojos negros”, la cueca de Hilario Cuadros “Los sesenta granaderos” y aparece allí Atahualpa Yupanqui con la soberbia “Viene clareando”, el mismísimo Alfredo Zitarrosa (declarado fan de Los Chalchaleros) haciendo “Si te vas” y hasta Leo Dan, que escribió la letra de “Changuito lustrador”.
En el tercer CD hay clásicos indiscutibles, como la “Zamba de Vargas” y “La López Pereyra”, ambas recopiladas por Andrés Chazarreta; la hermosa cueca “Entre San Juan y Mendoza” y “La flor azul”, del recientemente fallecido Mario Arnedo Gallo. El cuarto disco también tiene sus perlitas: la “Zamba del grillo” (Yupanqui) y “La sixto violín” (Raúl Carnota y Jorge Marziali) conviven con “La Nochera”, otro clásico absoluto, escrito por el recordado y malogrado Ernesto Cabeza.
Los Chalchaleros son cuatro. Y parece que siempre fueron los mismos aunque, en cincuenta años, diez músicos pasaron por el grupo: Aldo Saravia, Franco Sosa, Saravia Toledo, Dicky Dávalos, Cocho Zambrano, Ernesto Cabeza, Polo Román, Pancho Figueroa, Facundo Saravia y Juan Carlos Saravia. Llegaron a Buenos Aires en 1950, contratados por Radio del Estado. Cantaron también en el Teatro Colón, en el Carnegie Hall de Nueva York y en el Olimpia de París. Fueron cumpliendo 30, 40, 50 años de trayectoria y recibieron los respectivos homenajes, las consecuentes retrospectivas anecdóticas, y la crítica, atemperada y casi diluida, al final, de los renovadores. Quedaron, en definitiva, las canciones, ajenas a las polémicas.

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Los Chalchaleros, allá lejos y hace tiempo, en una actuación para el viejo Canal 7.
Siempre fueron cuatro, pero por las filas del grupo pasaron diez integrantes diferentes.
 
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