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Los malditos caminos de la resistencia peronista

El documental “Los malditos caminos”, de Luis Barone, cuenta la trágica historia de amor y militancia que unió a Carlos Mugica, José Luis Nell y Lucia Cullen recortada sobre el trasfondo de la resistencia armada peronista, de 1955 a 1973.

 Por Horacio Bernades

Hubo un tiempo en que el nombre de un párroco no llegaba a los medios por sospechas de malversación de fondos o abuso de menores, sino por razones bien opuestas. Así lo prueba cierto material de archivo de principios de los ‘70, que puede verse en Los malditos caminos. En él, un sacerdote rubio, apuesto y de discurso sumamente articulado sostiene en un programa de televisión que las palabras “patrón” y “opresor” son sinónimos, que Jesús fue el máximo rebelde que conoce la historia de la humanidad y que todo aquel que se levante en contra de la opresión debe ser considerado un hombre justo. El curita en cuestión es Carlos Mugica, miembro de la organización Sacerdotes por el Tercer Mundo y uno de los más notorios sostenedores de la alternativa de un socialismo cristiano. Su encendido discurso –insólito, desde la perspectiva del presente– constituye una de las perlas del documental de Luis Barone que apunta a dar cuenta de los años más calientes de la historia argentina del siglo XX. Esos en los que la revolución social parecía cuestión de días, horas o minutos.
Extendida a lo largo de tres horas y narrada por la voz grave de Adriana Varela, Los malditos caminos parte de un hecho puntual: allá por 1975, el padre Mugica celebró el casamiento de José Luis Nell, alto dirigente montonero, y Lucía Cullen, militante activa de la misma organización y ladera de toda la vida de Mugica. Celebrado en plena clandestinidad, ese momento sirve a Barone como punto de llegada para trazar las líneas (los “malditos caminos” del título) que llevaron al encuentro entre Mugica, Nell y Cullen, todos de trágico final. Mugica fue asesinado en 1974 por la Triple A. Nell se quitó la vida tiempo después, tras haber quedado inválido como consecuencia de un disparo, y Cullen fue desaparecida por los grupos de tareas de la última dictadura. Teniendo en cuenta que esos destinos se forjaron al calor de las luchas populares de los ‘60 y ‘70, Barone aprovecha la historia de los tres para contar la de los años más politizados de la Argentina. Los que van desde los primeros “caños” y paros de la resistencia peronista hasta la sangrienta derrota popular producida veintiún años más tarde. A todo ello, Barone lo enlaza con el presente mediante un sistema de codas, intercaladas a lo largo del extenso relato.
Rodada en video y ampliada luego a formato fílmico, Los malditos caminos luce una alta dinámica visual y le saca todo el jugo a un montaje que, dada la diversidad de materiales y proliferación de hilos narrativos, resulta una palanca esencial para articular su relato. Remontándose hasta lo que podría considerarse la prehistoria de la militancia (esas acciones semiespontáneas e inorgánicas, emprendidas por pequeños grupos en plena Revolución Libertadora), recorre la historia de la lucha popular pasando por el plan Conintes, las primeras acciones armadas, los campos de entrenamiento en Cuba y China, el paso de la guerrilla rural a la urbana y el surgimiento, consolidación y ruptura de Montoneros. Para ello, Barone cuenta con un “guía” privilegiado: Jorge Rulli, miembro fundador de la Juventud Peronista y actual militante ecologista, tan lúcido como memorioso y articulado.
Aunque los hechos narrados resultan siempre de la más alta intensidad e interés (espantosos y macabros, en la última parte) el mayor problema deLos malditos caminos es que no siempre queda claro qué historia es la que se cuenta. ¿La de los tres nombrados, o acaso la de Rulli, o tal vez la de la militancia peronista en general? Si se trata de la primera opción, le falta concentración y le sobran minutos, digresiones y una cantidad de incidentes no por fascinantes menos colaterales (como el que narra, con lujo de detalles, la legendaria fuga masiva de tupamaros del penal uruguayo de Punta Carreta). Si la película aspira en cambio a la tercera opción, da la sensación de que se queda corta, y que tal vez el formato de miniserie hubiera sido el más adecuado. Y si se trata de una historia de la militancia peronista encarnada en Rulli, el protagonismo de éste debió haber sido mayor. Más allá de sus descompensaciones, Los malditos caminos contiene material de sobra no para una, sino para varias películas apasionantes sobre la historia argentina reciente.

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Mugica, Nell y Cullen, un terceto unido por el amor y la muerte.
Al cura lo mató la Triple A; Nell se suicidó; ella está desaparecida.
 
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