ESPECTáCULOS › VICENTICO, A UNA SEMANA DE SU DEBUT EN BS. AS.

“Puedo armar canciones que a la gente le recuerden algo”

El cantante de Los Fabulosos Cadillacs lanzó este año una carrera solista con su disco “Vicentico”, pero cree posible que su banda vuelva a reunirse. El sábado próximo presentará su álbum en el teatro Gran Rex, acompañado por una formación liderada por el ex baterista de Los Piojos Daniel Buira.

 Por Roque Casciero

Vicentico no cree en los nervios antes de salir a escena, por eso le resultaría extraño que le llegaran en el camarín del Gran Rex, donde el sábado próximo hará su primera aparición pública porteña como solista. “Uso el concentrarme en no ponerme nervioso como forma de concentración para los shows. No tengo ninguna rutina, salvo que me gusta estar tranquilo. No fumo porro ni me pongo en pedo, le tengo respeto a ese momento especial que se da antes de salir a tocar”, explica a Página/12 el hombre también conocido como Gabriel Fernández Capello, en la misma semana en que el videoclip de su canción “Se despierta” provocó la atención del Comfer, que prohibió su emisión durante el horario de protección al menor. Claro que esta vez, cuando pise el escenario no tendrá detrás a su banda de toda la vida, Los Fabulosos Cadillacs, sino a los músicos que participaron de Vicentico su reciente primer disco solista. Pero el cantante se ve seguro y tiene con qué: cuando mostró ante la prensa e invitados –entre los que estaban la mayoría de sus ¿ex? compañeros– sus temas en La Trastienda quedó claro que en vivo esas canciones crecen en intensidad y sabor. “A mí me pasó eso con todos los discos que escuché en mi vida, salvo en casos muy puntuales, como Los Beatles o Neil Young”, asegura. “Lo que me sucedió con este disco fue que me saqué las ganas de estar todo el tiempo produciendo y toqueteando. Es cierto que suena como muy...”
–¿Limpio?
–Sí, suena recontralimpio. Quizá se esperaba más roña, pero busqué deliberadamente que sonara así, porque me gustan mucho ciertos discos de Bryan Ferry y de David Bowie, que tienen una cosa muy limpia y muy pop. A mí me gusta la música pop, hasta lo grasa. Y me gusta el contraste entre eso y unas letras oscuras. Para mí, la roña del disco está en las letras. Y en el hecho de querer hacer un disco pop... (risas). Mucha crítica dijo que el disco estaba muy producido. Bueno, fue deliberado. Me saqué las ganas de arreglar cada sonido, cosa que nunca había hecho con los Cadillacs, más que nada por falta de tiempo. Y en vivo, sí, todo suena más gordo.
–¿Cómo está su relación con los otros Cadillacs?
–Está bien. Ahora está empezando a ser como debe: una relación entre cada uno de nosotros con cada uno de los demás. Mientras estamos tocando es una relación gigante que va y viene. Por suerte, en los últimos siete años terminó siendo bastante sana. Pudimos separar, darnos cuenta de que no somos todos unos hermanitos locos. Lo que nos pasó fue que formamos los Cadillacs cuando éramos muy chicos, entonces durante los primeros años la banda era también nuestro grupo de pertenencia. Por eso nuestras relaciones eran como las de “Gran Hermano”... (risas). Con el tiempo, pudimos zafar de eso y entenderlo de otra forma. Ahora que no estamos tocando, eso sigue limpiándose.
–¿Flavio (Cianciarullo) piensa seguir en México?
–Por ahora no vuelve. Vive en un lugar precioso, como un pueblito lejos de Monterrey, supercolonial, en el medio del desierto. Está en una quinta, con la montaña atrás, muy lindo. Es muy loco, también, porque no hay nada. Un día me escribe “estoy muy bien” y al otro “extraño la Argentina”. No sé qué hará. Igual, está grabando, produciendo unos discos buenísimos. Con algunos de los otros Cadillacs me veo todo el tiempo y con otros menos. Pero en mí –y veo que en algunos de los otros también– está la idea de grabar un disco en algún momento.
–¿O sea que la historia de los Cadillacs no está cerrada?
–No, no. Aunque esto es totalmente personal, no siento que esté cerrada. Y creo entender que tampoco es así para varios de mis compañeros.
–¿Este “regreso” sería compatible con su carrera solista?
–Estoy conociendo esto de ser solista y me gusta la velocidad a la que voy. Con los Cadillacs, tomar una decisión significaba una larga discusión o tener que escuchar el ruido de las opiniones de cada uno. Ahora no puedo creerlo, estoy como con una Ferrari en quinta. Me dicen: “¿Querés tocar en tal lado?”. Sí o no, y no hay más discusión. Entonces estoy empezando a decirme: “Uy, qué lindo que es esto”.
–Pero algo debe extrañar de los Cadillacs...
–El modo de hacer las cosas, sobre todo. Extraño a los chicos, las pelotudeces, las discusiones...
–¿Y a la hora de crear?
–No sé. Ahora que salió Vicentico, me doy cuenta de que claramente es un primer disco: es tímido, doce canciones simples. Me gusta que sea así, pero me doy cuenta de que tengo un mundo tremendo por delante, de que puedo llamar al músico que quiera y hacer cosas que con los Cadillacs me hubieran costado más. Y eso me gusta mucho.
–¿Flavio escuchó su disco?
–La verdad es que Flavio es un gordo loco, un demente total. Seguro que lo escuchó, pero nunca va a decirme nada. Siempre fue así, ya lo conozco. Con todo lo que hice aparte de los Cadillacs, e incluso con algunas cosas mías para los Cadillacs que estaban buenas, él se comportaba tipo: “No sé, no escuché...” Las películas que hice o no las vio o no me dijo nada, y con el disco lo mismo. Le di una copia, por supuesto. Y ahora nos mandamos e-mails, nos hablamos todos los días, pero del disco nunca me dijo una palabra. No creo que no le haya gustado, algo le debe haber gustado, pero es un tano celoso que se enferma la cabeza.
–¿Compone siempre de la misma forma?
–Algunas de mis canciones nacen de la inspiración, de lo que se me ocurre en algún momento. En realidad, todo el tiempo estoy pensando en canciones, porque es mi modo de pensar las cosas. A veces algo me inspira y empiezo a pensar en una canción o una melodía. Pero en otros casos, las canciones salen de ponerme a trabajar. Siento que cuanto más tiempo uno trabaja, más posibilidades hay de que aparezca algo interesante.
–¿En qué ámbito lo hace? ¿Con la computadora, la guitarra criolla, el piano?
–De todas esas maneras. Tengo compu, pero lo que más uso son la guitarra o el piano. Además, me impongo algunos leit motiv para cada disco, una idea madre que ni siquiera puedo definir bien, pero que está. Me pasaba con los Cadillacs y también con este disco.
–¿Con qué canciones de Vicentico le sucedió?
–Con casi todas, creo. Es como si la cabeza se me pusiera de un modo determinado. Lo que me propuse con este disco fue simplificarme mucho, no complicar. En otras ocasiones complicaba a propósito y si era algo simple empezaba a dar vueltas, lo hacía barroco al pedo. Bah, al pedo no, me copaba que fuera así. En este caso, en cambio, pensé en hacer algo corto, muy simple y muy cancionero. Que cada canción tenga un principio, un pico y una caída. O sea, darle cabida a lo primero que se me ocurriera, siempre que no fuera feo o una estupidez.
–A veces, lo que a los músicos les parece una estupidez puede ser lo que más le gusta al público.
–Es cierto. Tiene que ver con estupideces, precisamente, con recuerdos de uno. Siento de verdad que no soy un artista, sino un artesano. No soy un gran músico ni toco bien ningún instrumento. Puedo acompañarme y componer, y creo que puedo armar algunas canciones bonitas que a la gente le recuerden algo. Lo que busco, en general, son melodías que al público le parezca que ya escuchó antes, aunque nunca lo haya hecho. Tengo un montón de melodías que me dan vueltas en la cabeza y que me recuerdan alguna época de mi vida o algo así. Por eso hay cosas que me parecen estupideces: porque son melodías que me recuerdan a otras que ya escuché y que no me gustan.
–¿Tiene la sensación de que ya se ha escuchado todo?
–Es que ya escuchamos todo. Por eso, siempre busco una manera de contar algo parecido a lo que ya escuchamos, pero que tenga alguna vuelta detuerca. A veces, muy pocas, se tiene la sensación de haber hecho algo realmente nuevo.
–¿Hay alguna canción que le haya provocado eso en su disco solista?
–No, en éste no sé cuál es. Me gustan mucho dos o tres. “Quisiera”, por ejemplo, porque tiene un clima que me encanta.
–Una que recogió muy buenas críticas es “Todo está inundado”. ¿Está entre sus favoritas?
–Sí. Me gusta la idea de que todo está inundado, de que nos tapó el agua y que va a seguir lloviendo. Eso lo vi un día que volvíamos de gira con los Cadillacs y se me ocurrió la frase del título. Veníamos de Rosario y llovía a cántaros. Todo el campo estaba inundado y en la radio decían: “Va a seguir lloviendo durante no sé cuántos días”. Y nos pareció que la frase “todo está inundado” era perfecta para lo que nos pasaba.
–¿Para lo que nos pasaba como país o para lo que les pasaba como Fabulosos Cadillacs?
–Para todo, para todo. El año pasado fue un año terminal, como país y como planeta. Y eso me gusta. Disfruto grosso de las catástrofes, del quilombo, porque a mí me pasa de todo y siento que a los demás también, entonces creo que hay que aprovechar eso...
–¿Cree que se aprovechó para algo el momento del 20 de diciembre pasado?
–Me parece que están haciendo lo imposible para que no se aproveche. Y los medios tienen mucho que ver en ese aplacamiento, por el modo de tratarlo. De todos modos, no importa, se va a aprovechar igual. Creo que no hay vuelta atrás. Pero en todo el mundo, no sólo acá. Hay como oleadas que provocan que uno sienta que la cosa va a cambiar. Y aunque el cambio no llegue enseguida, va a llegar, porque esas oleadas son de verdad. Hay cierta aceleración en el tiempo, cada día es más rápido. Para mí está bueno el lado hacia dónde vamos y estaría mejor todavía que nos atreviéramos a saltar al vacío. Animarnos, volviendo a la Argentina, a no votar al idiota de turno. No puede pasarnos de nuevo que votemos a un pelotudo. Tenemos que animarnos a votar otra cosa o a no votar a nadie, que se pudra y que no nos dé miedo que se pudra.
–¿Cómo se ve usted dentro de ese cambio?
–Para mí, el cambio ideal tiene que ver con algo muy drástico. Sueño que deje de existir la democracia, que haya un sistema diferente, con vivir haciendo música en un lugar distinto. De algún modo, sueño que lo que siento cuando estoy haciendo música se traslade a todos lados, que lo que nos importe sea eso. Ese es el cambio por el cual quiero pelear.
–O sea que para usted el cambio pasa por disfrutar.
–Sí, sí. La mayor hazaña del ser humano es disfrutar de lo que significa estar vivo. Por momentos me parece que estamos lejísimo de eso, pero también creo que va a explotar todo. Lo vi cuando sucedió lo de los atentados: fue como un momento muy grosso de psicodelia. Veíamos por televisión lo terrible que era, pero a la vez había una imagen linda en ese avión explotando y en la gente muriendo... Parezco un loco diciendo esto y sé que va a quedar mal, pero voy a otro punto. Me refiero al metalenguaje que significó poder ver eso en vivo, filmado a la manera de Hollywood. El golpe que dio Osama o quien fuera fue tremendo, quema las neuronas, porque fue transmitido en vivo a la manera americana. Creo que no tenemos noción de lo que eso nos produce después. Todavía no sabemos bien –porque es algo bastante nuevo, de la era de la televisión– lo que pensamos después de ver imágenes así. Para mí tiene que ver con un metalenguaje, con una forma de comunicación que está por arriba, tridimensional. Y eso nos va a cambiar en algún momento. Por ejemplo, ahora los nenes son otra cosa. Tienen una relación muy diferente a la de las generaciones anteriores con la imagen. Quizás es muy parecida a lo que se planteaba en los ‘60 con las drogas, especialmente el ácido lisérgico.
–Basta con ver dibujos animados como “Pokémon”, ¿no es cierto?
–Tal cual. Y eso está ahí dando vueltas. No sabemos para dónde va, pero en algún momento vamos a tener que pensar en que el cambio puede estar dado por un lugar que ni imaginamos cuál es. Y ese lugar es como una nueva psicodelia, tomada seriamente. Para mí, el error de los ‘60 fue que la repartija de LSD fue indiscriminada, entonces enseguida cayó un mazazo y lo cortó. Pero si en algún momento esto empieza a ser discriminado y pensado, con un trabajo de parte de la gente inteligente, y se abre una puerta diferente... Que no tiene por qué ser con las drogas. Quiero decir, para mí hay una nueva visión que me interesa mucho. Y por alguna razón es un tema al cual los medios y los gobiernos le tienen pánico y lo esconden cada vez peor. El tema con la marihuana, por ejemplo. No me parece importante si la legalizan o no, pero sí me resulta loca la caza de brujas brutal que se hace con este tema. ¿Qué se esconde detrás de eso? No creo que sea una cuestión de guita, de tráfico, como se dice. Hay otra cosa, ahí.

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