ESPECTáCULOS › EN LA RECTA FINAL DE UNA TERCERA EDICION ABURRIDA

El Gran Hermano te adormece

No hay peleas a muerte, ni romances fogosos, ni bandos, ni tortuosas conspiraciones. La edición en curso del reality show se consume en un tedio que ni Gastón Trezeguet pudo matizar.

 Por Julián Gorodischer

El más aburrido de los “Gran Hermano”, éste en el que no aparece ni una pelea sobre la vida conyugal, ni un pequeño round que no se resuelva a la media hora, tuvo incluso que pedir asistencia a un egresado de otra camada (Gastón Trezeguet) para renovar el aire, y no lo logró. Pero, a cambio, consolida el tratado moral del reality, una pedagogía que esta vez, por ausencia de trama, se expresa abiertamente, con poco disimulo, manifiesta en unas pocas preguntas reincidentes: ¿sos transparente?, ¿adentro es como afuera? O la más provocativa: ¿en qué estás pensando? Los rehenes recorren su recta final –ayer se despidió Pablo– entregados al debate sobre el “ser yo mismo” o el “ser jugador”, revisando el tópico casi como un deber cumplido, sin el llanto o la convicción de sus precursores.
El reality innova contra su voluntad y genera el primer exponente sin trama, donde lo que queda es apenas el estilo personal de cada finalista: el eterno aire extraviado de Viviana, ex prostituta; las “travesuras” de los Hermanos Macana (Matías y Mauricio), las labores domésticas a cargo de Romina y Natalia. Para despertarlos, se lo intentó todo: meter al famoso (Alejandro Lerner, Jorge Guinzburg, Maru Botana), traerles familiares, hacerles regalos, generar una Sala de Intimidad y Misterio, encargarles trampas, pruebas y misiones, agregarles a Gastón Trezeguet y promover un intercambio con España. La mano invisible quiso sacudir la modorra, y se encontró con la misma expresión entre lacónica y fatigada de todos juntos y de cada uno, como si la estadía fuera apenas el retiro del argentino desclasado, poco interesado en los resortes del espectáculo, al grito unánime de “¡No jodan!”.
Mirar “Gran Hermano”, esta vez, es apenas esperar la nueva “sorpresita”, como si la Caja de Pandora deparara al conejillo un alegrón tras otro: zapatos de Ricky Sackarny para Vivi, una telenovela para que actúen y se preparen para la tournée de la salida por los programas de Telefé. Ahora que no hay duelo ni romance en puerta, cuando lo único que queda es el permanecer, lo que se ve del juego con consigna moralizante: entregaré a la cámara mi mundo interior. Lo que surge es gracioso. “¡Sos una cabeza hueca!”, dedica Viviana a Romina, y la otra escucha inerme, y apenas le faltaría un “Bueno, gracias”. “Sos frío y calculador”, ayudó a decretar Gastón sobre Matías, y el huérfano hace esfuerzos por apartarse del pecado. Fueron televidentes atentos, y conocen la letra: un villano saldrá castigado por haber especulado, un “transparente” será felicitado por la franqueza, un buenazo se quedará con el pozo, y una señorita podrá pasar a las tapas de revista previo cambio de look a medida del photoshop.
“Quiero ser actriz”, se le escucha a la damita de provincia, madre soltera y amante devota que, después de su performance “intensa” en la telenovela de “GH” aspira a la ejecución del sueño argentino: incorporarse a un elenco de Telefé. En los veranos recorrería Mar del Plata o Carlos Paz, ascendida a otro estatuto (¡ser farándula!), olvidada de la tortura del anonimato. “Yo soy sincero”, reclama, en cambio, Matías, después de tanto esfuerzo de confesión (¡Soy gay!, “Soy huérfano”) para que ahora lo vengan a acusar de Poncio Pilatos frente a los problemas de la casa. Se los ve desesperados por “la imagen”, ahora que vieron de cerca el resultado (Gastón Trezeguet) de lo que la tele puede hacer.
En el final, “Gran Hermano” convierte su acalorada defensa del “ser transparente” en una escuela de la virtud. Exalta la simpleza, instala un nuevo orden que, en cualquier caso, combatirá cualquier expresión de opacidad. Sin relojes y sin pluma para escribir, el rehén se dedica al ocio improductivo y recorre con sospecha al vecino, exigiendo la conversión, el lavado de conciencia, el paso por el confesionario y eventual exculpación. Pero si no hay buena voluntad, si no se les tiene fe, el grupo inquisicional liderado por Mauricio y por Viviana mira alsalvaje introspectivo y se pregunta, se espanta, redescubre el mundo en un estudio de TV: ¿existe algo más allá de lo que se dice?

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Alejandro Lerner, uno de los famosos convocados para lograr algo de emoción en una casa anestesiada.
Tras la partida de Pablo quedan ahora cinco finalistas: Viviana, Romina, Natalia, Mauricio y Matías.
 
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