ESPECTáCULOS › EL FESTIVAL DE ROTTERDAM ES UN MUESTRARIO DE NUEVOS DIRECTORES

Ahora, todos quieren ver cine argentino

“Sudeste”, “Valentín”, “Balnearios” y “Extraño” –en competencia– reavivan en el festival holandés un fenómeno similar al que vivieron en su momento el cine iraní y el asiático: proyecciones llenas y aplausos de la prensa.

 Por Horacio Bernades

Desde hace unos años, a partir del suceso logrado por películas como Mundo grúa y La ciénaga, el nuevo cine argentino es una de las niñas mimadas en los festivales del mundo entero. La tendencia no hace más que confirmarse en esta 32ª edición del Festival de Rotterdam, ya próxima a su finalización. Ocho películas producidas en nuestro país (entre ellas algunas que no son estrictamente estrenos, como sucede con El bonaerense e Historias mínimas) fueron elegidas por los seleccionadores del IFFR y se vienen presentando en distintas secciones, incluyendo la competencia oficial. Pero no sólo en Rotterdam se hace sentir el interés por el nuevo cine argentino, que trasciende las fronteras de los festivales y en ocasiones llega hasta las salas comerciales. Véase si no el éxito que vienen obteniendo las películas de Juan José Campanella en España y Nueve reinas en París y Londres, así como el inminente estreno de Un día de suerte en la capital inglesa.
En Rotterdam, una rara avis como Balnearios, de Mariano Llinás –que llegó hasta aquí sin el menor antecedente y no cuenta con más apoyo promocional que el espontáneo “boca en boca”– llenó, en sus tres exhibiciones, salas con una capacidad de 300 a 500 espectadores. Terminadas las proyecciones, los aplausos del público a su realizador se volvieron rutina. Pero no es ése el único dato que confirma el interés internacional por el cine argentino. No hay más que correrse hasta la videoteca del festival, visitada diariamente por centenares de personas vinculadas con el negocio cinematográfico, para encontrarse con un top ten de las películas más pedidas, entre un catálogo que orilla los doscientos títulos. Dos de esas diez son argentinas: Tan de repente, de Diego Lerman; y Extraño, opera prima de Santiago Loza, que inicia aquí su carrera internacional. Tratándose de la película de Lerman –hecha con apoyo de la fundación Hubert Bals, de la cual depende el festival–, se entiende el interés, porque desde que ganó tres premios en abril pasado, en el Bafici porteño, comenzó una arrolladora carrera de galardones y festivales que todavía no concluyó.
No puede decirse lo mismo de una película como Extraño, de la que nadie sabía absolutamente nada hasta su primera proyección aquí. “El nuevo cine argentino gusta mucho en Europa”, afirma un crítico europeo. “Hoy pasa con el cine argentino lo que tiempo atrás sucedía con el cine iraní y más tarde con el asiático: basta que una película venga de allí para que despierte interés.” Eso pudo comprobarlo también Daniel Burman, realizador de Esperando al Mesías y Todas las azafatas van al cielo, que se vuelve a Buenos Aires con las valijas rebalsando de ofertas de distribuidores y cadenas de televisión europeas, interesadas en difundir su próxima película, El abrazo partido, que todavía ni filmó. A fines del año pasado, el proyecto de Burman había resultado ganador –entre 150 aspirantes– al premio que la cadena de televisión española Canal Plus otorga al mejor guión inédito iberoamericano, y aquí resultó uno de los más buscados por los asistentes al Cinemart, el mercado de cine de arte que todos los años auspicia el IFFR. Ante semejante respuesta, Burman ya le puso fecha a su proyecto, que comenzará a filmar en mayo, otra vez con Daniel Hendler (protagonista de Esperando al Mesías) en el protagónico.
De los títulos argentinos que se exhiben en Rotterdam, la nave insignia es indudablemente Extraño, debut del cordobés Santiago Loza (32 años) que primero iba a llamarse Grieta y que pelea por un Tiger Award, nombre que reciben los premios para films en competencia. Filmada y proyectada en HDDV (video digital de alta definición), la película de Loza cuenta con el redivivo Julio Chávez y la siempre magnífica Valeria Bertuccelli en los roles principales. De gran homogeneidad y planificada con llamativo rigor, Extraño está enteramente construida alrededor de un misterio. Como esaslejanísimas estrellas apagadas que todavía echan luz, ese misterio produce visibles reflejos, tanto sobre la intriga como sobre el comportamiento de los personajes, pero se mantiene en las sombras durante todo el metraje. El misterio tiene nombre y se llama Alex, el personaje de Chávez, del que lo poco que se sabe es que es médico cirujano (pero ya no ejerce), que es soltero y que por nada del mundo quisiera tener hijos.
De una parquedad en ocasiones irritante de tan desafiante, Alex se pasa la película entera respondiendo con monosílabos, en el mejor de los casos. El espectador percibe que Alex atraviesa (o viene de atravesar) una depresión profunda, pero los motivos no son tan fáciles de desentrañar. Tan dado a la melancolía y el duelo como Alex, el film ajusta tiempos, pausas y tonos a los de su dolido protagonista, haciendo descansar todo su sentido sobre un muy lubricado sistema de reflejos entre los personajes, antes que de modo directo. Extraño no será la película más chispeante del mundo, pero es de una coherencia total y mantendrá el buen crédito con que el cine argentino cuenta en el exterior. Los otros estrenos holando– argentinos del 32º IFFR fueron Valentín, lo nuevo de Alejandro Agresti (que en marzo será parte de la competencia marplatense y fue hecha con capitales holandeses) y Sudeste, de Sergio Bellotti.
Un paso más hacia la masividad después de Una noche con Sabrina Love, la nueva película del alguna vez innovador Agresti tiene mejores posibilidades de rendimiento que la anterior porque, más allá de las irregularidades habituales en el cine de este realizador, está enteramente pensada para agradar al público. Empezando por la calculada simpatía del pequeño protagonista, que de alguna manera funciona como alter ego del propio Agresti (fue a partir de sus propias memorias que el realizador construyó esta historia de barrio, ubicada en los ‘60) y siguiendo por ese idealizado clima barrial que suele dar buenos dividendos en términos de público. Ver Valentín en Holanda, donde unos lustros atrás Agresti se consolidó a sí mismo como cineasta de total originalidad, acentúa la sensación de que, una vez más, el mercado se tragó lo que alguna vez supo ser una voz singular. Exhibida en la gigantesca sección “Panorama del mundo”, Sudeste es otra cosa, y marca un claro paso adelante para su realizador, Sergio Bellotti, que en su debut Tesoro mío daba la sensación de no saber muy bien hacia dónde ir. Basada en el relato homónimo de Haroldo Conti y con guión co-escrito junto al novelista Daniel Guebel, Sudeste es algo así como un pequeño relato de iniciación, ubicado en una zona marginal.
En la película de Bellotti, la marginalidad de la ribera más pobre del delta del Paraná (donde la gente vive malamente de lo que pesca) está dada no sólo por su condición de islote perdido en algún lugar del tiempo y el espacio sino también porque allí va a parar un tipo de la mala vida, en quien el joven protagonista encontrará una suerte de padre sustituto. Como un Huckleberry Finn del litoral, el protagonista sale en bote a la deriva, después de la muerte de su padre, intuyendo de alguna manera nunca dicha que para crecer hay que salir de casa. Terminará poniéndose en el camino de los tiros, pero siempre parece mejor eso que seguir cortando pejerreyes. Trabajando con un elenco casi íntegramente constituido por actores amateurs y debutantes, Bellotti hace suyos los silencios, tartamudeos y dejadeces de esa gente del litoral más perdido, comparte su espíritu de deriva y hace de lo inacabado su meta misma. Todas elecciones acertadas, que no hacen más que confirmar que el interés por el cine argentino en el exterior no es cuestión de moda o capricho sino la simple confirmación de que se transita un buen camino.

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