ESPECTáCULOS › ADRIANA LORENZON, GUIONISTA DE “COSTUMBRES ARGENTINAS”

“Debemos tocar esas heridas”

De a poco, el ciclo de Telefé empieza a dejar asomar algunos datos que señalan la otra realidad que vivía el país en una década que, hasta ahora, sólo parecía representada por la música y los colores. Aquí, la guionista relata cómo la serie irá reflejando los horrores de la dictadura y Malvinas.

 Por Emanuel Respighi

“Costumbres argentinas” cuenta mucho más que una historia de amor entre dos adolescentes de familias enfrentadas. La tira diaria de Telefé narra, sobre todo, una Argentina distinta a la actual: un país en el que las empresas de servicios públicos eran estatales, los embates de la moda internacional no llegaban con tanta energía, la TV por cable no existía y la clase media imaginaba que a fuerza de trabajo sus hijos iban a tener un futuro más promisorio. Una forma de vida en la que la familia todavía se reunía alrededor de una mesa a comer la tradicional pasta de los domingos. Pero también una época –aquellos primeros años de la década del ‘80– en la que la dictadura militar continuaba poniendo en práctica la furiosa política represora que acabó con 30 mil desaparecidos. Un tema que siempre fue espinoso para la TV, pero que “Costumbres argentinas” (lunes a viernes a las 21) se encargará de abordar con detenimiento, a medida que la democracia se acerque en el tiempo que retrata la ficción. “Es bueno que la ficción hable también sobre nuestra realidad. Aun cuando el género no sea el ideal, la TV debe tocar ciertas heridas no cerradas para ayudar a crear conciencia y superarnos como sociedad”, subraya a Página/12 Adriana Lorenzón, la guionista de la tira que produce Ideas del Sur.
En la historia ficcional, que en estos momentos de la tira recrea el año 1981, el tema de la dictadura está sutilmente presente en la historia que carga Victoria, el personaje que interpreta Sandra Mihanovich. En el ciclo, Victoria es una cantante que se encuentra prohibida por la junta militar y cuya pareja desapareció en un operativo militar. Por el momento, las referencias a esa época son mínimas, a tal punto que el resto de los personajes sigue viviendo como si nada. Pero pronto todos se toparán con la cruel verdad. “Por ahora hay pequeños indicios, pero los personajes irán descubriendo la tragedia cuando Victoria empiece a caminar con las Madres de Plaza de Mayo”, señala la autora.
–¿Desde qué mirada se va a abordar el proceso?
–Desde el lugar de las víctimas que había en cada casa, desde el engaño que sufrió el pueblo argentino con la Guerra de Malvinas. La idea es contar cómo fuimos víctimas de esa manipulación, aunque sin perder el tono de comedia del ciclo. Después de Malvinas va a comenzar un juego más abierto, con algunos personajes que van a tener mayor conciencia social que ahora.
–¿Por que decidió contar la cuestión política paulatinamente?
–Porque la mayoría de la gente se empezó a dar cuenta de todo de a poco. Queremos contar la historia tal como realmente sucedió en el país. Más que estar politizados, estábamos desinformados. En los diarios de la época, por ejemplo, prácticamente no había noticias nacionales. Parecía que acá no sucedía absolutamente nada. Claro que además había gente que no quería enterarse. Como el programa hace base en la clase media, la intención es contar la manera en que afectó a esa masa indiferente, ya sea por el miedo, la desinformación o la falta de memoria. Una desmemoria que, por otra parte, nos caracteriza como sociedad.
–¿Qué elementos puede aportar la ficción sobre esa época traumática?
–En principio aporta a la necesidad que tienen los pueblos de refrescar todo el tiempo la memoria para no repetir los errores. Argentina es un país que se repite, no crece. Lo interesante es que tampoco queremos hacerlo de manera absurda, porque la dictadura es aún una herida abierta. Pese a que Victoria no nombra las palabras “desaparecido”, “dictadura” o “tortura”, la gente se dio cuenta de qué estaba hablando, cuál era el motivo de su introspección. Lo que hace la ficción es sacar a luz la memoria. Creo que la cuota de realidad tiene que estar en todas las ficciones, independientemente del género. Los brasileños, por ejemplo, no esquivan la realidad: “El clon” habla continuamente de los problemas brasileños. Además, el programa incentivará a que los televidentes más chicos pregunten sobre lo que ocurrió. Pero lo contaremos desde cosas cotidianas, como la historia del rock: mientras que en los ‘70 los grupos decían las cosas frontalmente, en los ‘80 Virus o Seru Giran tuvieron que afinar sus letras.
–¿Por qué piensa que, a diferencia de la brasileña, la ficción argentina no hace referencia a los problemas locales?
–Creo que hace tiempo que no contamos nada nuestro, aun cuando se puso de moda contar historias costumbristas y barriales, que en teoría están cerca de la gente. Pero la realidad es que no se habla seriamente de cómo vivimos y cómo fuimos evolucionando. No presentan los conflictos claramente, se quedan en medias tintas. Por eso es que cuesta vender programas al exterior, mientras que consumimos constantemente programas costumbristas de EE.UU. Eso es porque nos muestran una foto clara de la realidad, no como los de acá. Hay como cierta vergüenza de reconocer que determinados problemas son nuestros. No los aceptamos. Fíjese el caso de Nueve reinas, que habla sobre lo chantas que somos y se vendió el guión al extranjero en una cifra millonaria. ¿Quién mejor que nosotros para contar el cuento del tío? Pero no pienso que la TV argentina no cuenta determinados temas porque haya que ocultarlos sino porque no entran en el código establecido de la TV actual.
–¿Cree necesario modificar ese código para que la TV sirva como herramienta social?
–Me encantaría poder contar otras costumbres argentinas más serias y que habría que cambiar. Me gustaría que hubiera un contrapunto de los temas que en “Costumbres...” abordamos simpáticamente. Porque hay una necesidad como nunca de hablar de nosotros. Y no desde un punto de vista psicoanalítico sino humano y concreto, para generar un cambio social. Pero eso no aparece en la TV. Hay atisbos creativos como “Tumberos”, pero a la ficción aún le falta recorrer un largo camino. Hay determinados temas que al ficcionarlos suenan más fuertes y se hacen menos impunes para la gente. Tal fue el caso de la película sobre el caso de María Soledad, que permitió tomar un contacto diferente con la realidad. Está bueno y es necesario contar desde la ficción que la pobreza es terrible, que la desigualdad erosiona los lazos sociales... Cuestiones que antes estaban presentes en las telenovelas y ahora se perdieron. Tal vez porque al televidente ahora le molesta ver gente pobre.

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“Queremos contar la historia tal como realmente sucedió. Más que politizados, estábamos desinformados”, dice Lorenzón.
 
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