ESPECTáCULOS › JÜRGEN HABERMAS GANO UN PRINCIPE DE ASTURIAS

El analista de la modernidad

El filósofo y sociólogo alemán fue premiado en el área de Ciencias Sociales, por decisión unánime. “Estoy muy complacido”, señaló ayer.

“Un clásico de las Ciencias Sociales y de la Filosofía, un humanista y un cosmopolita.” El presidente del gobierno de Galicia, Manuel Fraga, definió así al ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2003, el filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas. Habermas, uno de los pensadores más importantes del mundo contemporáneo, fue propuesto por la Fundación Menuhin como candidato y ganó por unanimidad. En sus fundamentos, el jurado que falló ayer en Oviedo señaló “su compromiso con la reflexión crítica, y la investigación sobre las teorías de la sociedad moderna y los problemas del hombre, en busca de soluciones prácticas para el impulso de la democracia”. Destacó además su contribución “a la comprensión de las sociedades postindustriales y de las implicaciones ideológicas de la ciencia, la comunicación y la opinión pública, lo que lo lleva a desarrollar una teoría de la acción comunicativa, una ética del discurso y una política basada en la deliberación”. El premio está dotado con 50.000 euros y una escultura de Joan Miró.
Heredero de la Escuela de Francfort creada por Max Horkheimer y Theodor Adorno, Habermas, de 73 años, es el creador de una teoría de la sociedad que da preeminencia a la explicación de las ciencias sociales. Seguidor de Kant y Hegel, su temática es tanto sociológica y filosófica como científica y política, para la que busca una moral contemporánea. Con Conocimiento e interés, en 1968 su fama traspasó las fronteras alemanas. En 1981 salió su obra fundamental, Teoría de la acción comunicativa. Nacido en Düsseldorf el 18 de junio de 1929, Habermas realizó importantes trabajos sobre comunicación de masas y socialización política, y consideró el pragmatismo americano como propuesta para compensar la parte más frágil de la teoría marxista de la sociedad. Estudió Filosofía, Psicología, Literatura y Economía en Gotinga, Zurich y Bonn, donde se doctoró con una tesis sobre el absoluto y la historia. De la mano de Adorno ingresó en el Instituto de Investigación Social de Francfort, donde en 1964 obtuvo la cátedra de Filosofía y Sociología.
Dos años antes, Habermas había publicado su primera obra, Los estudiantes y la política, en colaboración con L. von Fiedeburg; en ese mismo año editó Historia y crítica de la opinión pública, donde estudia el proceso histórico de la sociedad burguesa occidental a la luz del auge e influencia del “ámbito o dominio público”. Entre títulos como Técnica y ciencia como ideología, Movimiento de protesta y reforma, Para una lógica de las ciencias sociales, La reconstrucción del materialismo histórico y Problemas de legitimación del capitalismo tardío, en 1981 (en una conferencia sobre “Filosofía en su función de acomodador e intérprete”) destacó el cambio sufrido por la filosofía en los ‘60, de forma que el empirismo rompió con el modelo racionalista y las ideas relativistas se impusieron sobre la filosofía analítica. En Pensamiento postmetafísico (1989) criticó a metafísicos y antimetafísicos argumentando que era posible conciliar un ideal de razón con el reconocimiento de su contextualización. Ese año tradujo El discurso filosófico de la modernidad, centrado en rescatar los ideales emancipatorios de la humanidad que alumbró la Europa ilustrada.
En 1995 criticó, junto con más de 200 artistas, escritores y filósofos, la actuación de la ONU y de los diferentes gobiernos en la naciente crisis yugoslava. Recibió en Heidelberg con el Premio Karl Jaspers por su apoyo a la comunicación humana libre de violencias y fue uno de los 14 autores de Paisajes después del muro (editado en el décimo aniversario de la caída del Muro de Berlín), aunque también fue centro de una polémica cuando, en 2001, recibió el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes en la Feria del Libro de Francfort: el hecho fue muy criticado por grupos pacifistas que vieron una ironía ante el hecho de que Habermas hubiese respaldado, aunque fuera débilmente, los bombardeos de Estados Unidos en Afganistán ese año.
Sí tuvo críticas para la reciente guerra en Irak al afirmar que con esa acción Estados Unidos destruyó su propia credibilidad como “potencia garante del derecho internacional”. Habermas se declaró ayer “complacido” y definió el premio como “el Nobel español”. “Está muy bien dotado y desde hace unos cinco o seis años uno lee informaciones sobre los premiados. El año pasado, por ejemplo, fueron Enzensberger y Woody Allen. Estoy muy satisfecho”, dijo desde su casa en Starnberg. Preguntado sobre si la filosofía puede considerarse como una ciencia social, dijo que “no propiamente dicho, pero pertenezco a una clase de filósofos que también se ocuparon de la sociología y nunca se han tomado muy en serio las fronteras entre las distintas disciplinas”, señaló. “Por ejemplo, fui sucesor de Max Horkheimer en una cátedra que se llamaba Filosofía y Sociología”, añadió. Actualmente, entre otros trabajos, Habermas dicta conferencias sobre filosofía de la religión, tema que empezó a interesarle de manera especial. “Con esas conferencias trato de aproximarme a un tema que es central para Occidente desde el siglo XVIII”, aseguró el pensador, que agregó otra marca a un historial que incluye el doctorado honoris causa en las universidades de Jerusalén, Buenos Aires, Hamburgo, Utrecht, Atenas y la New School for Social Research de Nueva York.

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Habermas, de 73 años, es un heredero de la escuela de Francfort.
 
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