ESPECTáCULOS › JUNTO A LA MITICA CRAZY HORSE, ACABA DE EDITAR EL CD “GREENDALE”

Neil Young y una historia para armar

El veterano estadounidense vuelve al ruedo con un disco en el que combina su pasión ecologista con una confusa historia rural.

 Por Roque Casciero

“Tengo una nueva canción para cantar/ es más larga que todas las demás combinadas/ y no significa nada”, musita Neil Young en “Grandpa’s interview”, acaso la pieza central del nuevo rompecabezas que acaba de lanzar con forma de disco. Greendale es precisamente una larga canción, aunque hay más de un significado para extractar de esos versos dichos en voz baja o gritados a través de un megáfono. Se trata de un proyecto complejo y que puede llegar a desorientar por sus múltiples facetas. Ante todo, está el CD, que ya tiene edición local: ahí Young cuenta la historia de la familia Green –que vive en un pueblo ficticio de California llamado Greendale– con la ayuda de los Crazy Horse, sus muchachos ruidosos favoritos. Sin embargo, no está toda la banda, porque Frank “Poncho” Sampedro no es de la partida: Young se hizo cargo de todas las guitarras.
Pero hay más. La edición limitada del disco –que no saldrá aquí– incluye además un DVD con un concierto de anticipo de Greendale que el cantante hizo en Dublín, en formato estrictamente acústico y con abundantes explicaciones entre temas. La publicación de ese concierto obedeció a un cambio de planes, porque en principio el DVD iba a traer una película basada en la historia que cuenta el disco, que finalmente saldrá más adelante y por separado. La parábola de Greendale tiene también una puesta en escena: en los conciertos de Young, además de él y Crazy Horse, se puede ver una obra de teatro –bastante amateur, según los reportes– que supuestamente contribuye a entender la historia, lo mismo que un mapa que aparece en www.neilyoung.com. Pero nunca se puede estar seguro si se trata del canadiense.
Una visión desconsiderada de Greendale quizá note más sombras que luces en estas diez canciones que son como una sola. El argumento es difícil de seguir y deja muchos huecos: Grandpa y Granma (Abuelito y Abuelita) Green viven en una granja, un pariente asesina a un policía y los medios obligan al anciano a salir de su saludable anonimato, lo que le causa la muerte por un ataque al corazón. Y entonces Sun (Sol), su nieta, encuentra alguna razón para convertirse en una guerrera de la ecología y marchar a Alaska, una tierra a la que hay que defender de la contaminación. Además hay historias paralelas como la de Carmichael, el policía muerto, y hasta aparece el Diablo en persona. Y Young asume la voz de todos los personajes, lo que no contribuye demasiado a entender de qué lado se para.
Las sucesivas escuchas se tornan reveladoras. Y entonces el oyente detecta el viejo corazón hippie de Neil Young (“Un poco de amor y afecto/ en cada cosa que hacés/ hará un mundo mejor/ con o sin vos”), que deposita su esperanza en los más jóvenes (la rebelión de Sun contra el estado de las cosas) y que asegura a través de Grandpa): “No voy a retirarme/ aunque quizás me repliegue”. Porque, ante todo, Young siempre escribe sobre sí mismo. Puede que, por momentos, no recurra a una poesía de alto vuelo literario, pero el mensaje llega igual: “Tenemos un trabajo por hacer/ debemos salvar a la Madre Tierra”; “No importa lo que diga el gobierno/ salvá al planeta por un día más”, canta en “Be the Rain”, el himno ecologista espiritual y básico que cierra Greendale.
El disco también dividirá las aguas en cuanto a la producción musical. Quienes se acercan a los discos más pulidos, acústicos y radiales de Young (con Harvest como ejemplo máximo), quizás huyan despavoridos ante el sonido rasposo de Greendale. Los fans de Tonight’s the Night y especialmente de Zuma, en cambio, saldrán más que satisfechos. El cantante está metido en contar la historia de los Green como metáfora de la sociedad estadounidense de hoy, con la invasión de los medios (“No es un honor aparecer en tevé/ y tampoco una obligación”), la paranoia post 11 de setiembre, guerras religiosas y el monitoreo a la Big Brother. Entonces, se queda con primeras tomas, deja ruidos y fallas, y hace palidecer a más de un retrorocker modelo 03 con la energía que destila a los 57 años. Las canciones son largas, con Young saltando del rol de narrador a losdistintos personajes en la tradición de bardo folk, pero sobre bases bluseras. Si lo antedicho hace pensar en Bob Dylan, no hay error alguno.
Greendale, con toda su sencillez, es un álbum exigente que difícilmente llene de nuevos fans a Neil Young. El tiene conciencia de eso: no le preocupa que las radios estén entretenidas con el pop adolescente y la televisión con reality shows para buscar estrellas efímeras. Young precisa sacar lo que tiene adentro y lo hace a su fragmentado modo (hay que recordar que padeció epilepsia). Hay que tomarse un tiempo para armar un rompecabezas, pero cuando la última pieza encaja todo cobra sentido. En Greendale hay palabras de sabiduría, dichas con una urgencia que contagia. Quien quiera oírlas, que las oiga.

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“Greendale” no sumará nuevos adeptos al club de Young, pero conformará a sus seguidores más fieles.
 
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