ESPECTáCULOS › LAURA BONDAREVSKY, DIRECTORA DE “CHE VO CACHAI”

Los hijos cuentan la historia

En su ópera prima, la realizadora tomó casos de países diferentes (de allí su título, que condensa modismos de Chile, la Argentina y Uruguay) para revisar el pasado junto a los hijos de desaparecidos.

 Por Mariano Blejman

La película cuenta tres historias: Lena Fontella es una uruguaya y su padre desapareció en Chile, producto del Plan Cóndor. Alejandra López es chilena, tiene un padre que no conoció, desaparecido en el gobierno de Pinochet. Paula Maroni es la argentina cuyo padre desapareció en la dictadura. Son víctimas de una terrible forma de poder que se hizo del Estado en la América latina de los ‘70 y ‘80. Por eso Che Vo Cachai, ópera prima de Laura Bondarevsky, lleva un nombre compuesto de tres modismos. Uno argentino (Che), otro uruguayo (Vo) y el chileno “Cachai”. El juego de palabras adquiere otro sentido cuando se trata de entender el pasado trágico de cada protagonista. Ahora, la historia no es de los padres sino de los HIJOS. Y contada por ellos. La realizadora egresada de la Escuela de Cine de Avellaneda estrena mañana un film que bucea en el mundo de hijos de desaparecidos de estos países, para entender que todos forman parte de una historia común. Sin embargo, quiere aclarar, Laura no es hija de desaparecidos sino de exiliados. Nació en Ginebra, Suiza, en 1979, tres años después de que sus padres dejaran el país por motivos políticos.
–¿Qué busca con el film?
–Cuando empecé, a comienzos de 2001, tenía 21 años y una necesidad impulsiva de contar estas historias. Quería no alejarme de lo que contaba, sino involucrarme, porque es un poco mi historia. Por eso utilizo muchas veces la cámara en mano. Era una búsqueda personal pero también de los hijos de desaparecidos que se fueron sumando.
–En el lugar de la cámara está su mirada.
–No quería estar detrás del objetivo, ausente. Quería estar con los chicos, escucharlos, ahondar lazos de confianza. Tenían que olvidarse que yo estaba ahí. Filmamos las reuniones de HIJOS con la intención de desmitificar a los militantes de los ‘70, a veces endiosados por sus propios hijos. Eran personas: discutían, se contradecían, tenían aciertos y errores. Los HIJOS ahora también son así. Pero para llegar a la parte más humana tenía que meterme en sus escondites y bucear entre ellos.
–¿Cómo eligió a los protagonistas?
–Con Lena, la uruguaya, tuve una química muy fuerte apenas la conocí. Le costaba hablar, no sabía nada de su historia y tenía su pasado atragantado. Cuando presenté la película en un festival del Uruguay, me contó que por el documental se había reconciliado con su viejo, que recién ahora podía contar su historia aún sin saberla demasiado. El asunto era elegir un enfoque y establecer un código común.
–¿Cómo influyó la historia de sus padres?
–Mis viejos eran montoneros. Se fueron a Brasil y después a Suiza, donde nací. Crecí mamando lo que ellos me contaban sobre el país, con historias de exilios y exiliados. Volvimos apenas volvió la democracia. Y aunque pertenecí a HIJOS en sus inicios, no milito en la organización. No soy hija de desaparecidos, pero me siento hija de esa generación.
–¿Cómo surgió el título de la película?
–Estábamos viajando con el equipo de filmación. Donde íbamos, tratábamos de hablar como se habla ahí. Jugando con las palabras, salió la frase “Che Vo Cachai”, y así quedó. Y ese cruce de historias se ve claramente cuando se muestra cómo se hacen los escraches. Allí es donde todo empieza a mezclarse y se entiende que las historias son paralelas. Es cuando la identidad de cada agrupación se diluye.
–¿Los HIJOS no hacen distinciones entre países?
–Los de Argentina y Uruguay no han hecho diferencia. Sin embargo, en Chile se planteó la discusión que está en el film: si debía ser HIJOS a secas o debía ser HIJOS-Chile. Surgió a partir de una pregunta mía, pero se transformó en un intenso debate que estaba latente pero no se había manifestado. Es un momento lindo, porque cada uno dice lo que siente: están las contradicciones entre la identidad de un territorio y la lucha por una América latina distinta. Uno de ellos dice: “HIJOS puede ser de Chile, pero el plan sistemático fue en toda Latinoamérica”.
–La cámara se mete en la historia...
–La cámara la hizo Livio Pensavalle, quien fue mis ojos durante el rodaje. Llegó un punto que no necesitaba darle instrucciones. El entendió lo que necesitaba. También pasó con quien hizo la música, original de la película. Pero no fue sólo la cámara, sino producto de un largo trabajo anterior. Los HIJOS sabían lo que yo estaba buscando. No podía recrear una conversación o una situación porque iba a ser demasiado falsa, pero sí generar un clima para que sucedieran las conversaciones.
–¿El film modifica parte de la historia de HIJOS?
–La película va a hacer su recorrido. Después de la première a la que fueron 850 personas el domingo pasado se me acercaba gente que no conocía a decirme “gracias”. No sé bien por qué, pero la obra cobra vida propia: lo que la gente hace con ella, lo que genera en la historia de las organizaciones, es ajeno a mi intención.

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“No quería estar detrás del objetivo, ausente, sino estar con los chicos, escucharlos”, dice Bondarevsky.
 
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