ESPECTáCULOS › “BIZARRA”, LA TELENOVELA TEATRAL QUE SE CONVIRTIO EN FENOMENO DE CULTO

Ida y vuelta de una pasión bien argentina

Más de 8 mil personas vieron los 10 capítulos del culebrón disparatado concebido por Rafael Spregelburd. La saga, que desde hoy se repetirá en el C. C. Rojas, alimentó un extraño fervor, que incluyó el consumo de merchandising bizarro y la edición de un cd.

 Por Silvina Friera

En el último capítulo de Bizarra, el culebrón ácido, disparatado y transgresor concebido por el dramaturgo Rafael Spregelburd, hubo muchas muertes, escenas retorcidas, revelaciones descabelladas y reencuentros esperados por los espectadores desde que empezó la saga. Velita y Candela se enteraron de que son hermanas mellizas, separadas al nacer, hijas de ¡la rubia cantante de Abba! La rubia, después de viajar clandestinamente en una lancha, llegó finalmente a las costas del río y se enteró de que es abuela por partida doble: en un canasto aparecieron flotando Melody y Coral, las bebas desaparecidas de la ingenua y atormentada Velita. El obrero trotskista, Huguito Capriota, ya no proclamará su odio contra la burguesía porque la policía lo mató en un piquete, en la puerta del frigorífico donde trabajaba. La insuperable Mona Zucker II, en rigor un espía palestino disfrazado de mujer que llegó a Buenos Aires por la misión del porro palestino, ya no cantará más su singularísima versión de “Puerto Pollensa” porque fue ejecutada en Israel. Dubián Auster, el hermano gay de Candela, se casó con la diputada Yeny Benítez (ex manzanera que en los capítulos iniciales repartía planes Trabajar). Tramutola, alias “sugus” o “el mago del disfraz”, abandonó la policía para dedicarse a su vocación: ser un stripper full time. Más de 8 mil personas vieron los 10 capítulos de Bizarra, que se repetirán a partir de esta semana, de lunes a viernes a las 19 en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038). ¿Por qué esta telenovela teatral despertó adhesiones incondicionales y enemigos acérrimos, que llegaron a tildarla de obra “menemista”? (ver recuadro).
Así como las grandes telenovelas paralizaban y transformaban la vida de la ciudad en los horarios en que se emitían, desde agosto, en la calle Corrientes al 2000, la ceremonia se repetía: una extensa fila de seguidores esperaba ingresar a la sala mientras intercambiaban figuritas del álbum de Bizarra (se vendieron más de 1800 y a razón de 200 figuritas por semana). “Hundida dentro del pecho/ crece la desilusión/ sopa de pobres sin techo/ restos de triste nación”, canta Nicolás Varchausky, en “Orgullo y bizarría”, el hit y cortina musical de la obra. Una vez preparado el ambiente, las apariciones de Candela (la niña rica apática, a quien le da lo mismo tomar una gaseosa o champagne porque no puede distinguir los gustos) y de Velita, ponían en funcionamiento un engranaje de episodios intrincados y melodramáticos. “La telenovela trata de alcanzar la identificación con el televidente mediante la simplificación y la anulación de cualquier cosa que pueda generar un conflicto fuera de la ficción. Una de las reglas es que el género no se mete con la política”, cuenta Spregelburd, quien aclara que leyó un libro que le permitió seguir las coordenadas del género: Mujeres peligrosas, de Cecilia Absatz.
El propósito del dramaturgo y director fue parodiar un género que es propio de los latinoamericanos, pero permitiéndose violar ciertas reglas que constituyen el corazón mismo de la telenovela. En Bizarra la política argentina despliega sus tentáculos tanto en el mundo de los ricos como en el de los pobres, es una maquinaria que degrada, confunde y distorsiona. “Las telenovelas pueden ser históricas o sociales, pero nunca incorporan nombres de crápulas de la política que conviven con vos en el mismo tiempo y espacio, porque si no se produce parodia, que es lo que hacemos en Bizarra”, subraya el autor. ¿Cuál es la incorrección política de la obra? ¿En qué llaga “progre” hunde el dedo la trama de la obra que tanto perturba y molesta las conciencias bien pensantes? “Que los ricos sean muy pero muy ricos y malos es un asunto aceptable y no hiere a nadie. Es algo obvio y evidente que está en cualquier telenovela. Creo que los que se indignaron no me perdonan que muestre, desde una parodia, que los pobres, lejos de una imagen angelical y benevolente, pueden comportarse de manera muy macabra”, reflexiona Spregelburd. La pérfida Wilma Bebuy, la mujer que encontró a Velita y la educó como si fuera su hija, es un ejemplo de esta incorrección: es muy pobre, pero también es astuta, calculadora, siempre dispuesta a extorsionar a los demás para obtener algún beneficio y negocia planes Trabajar con Yeny, hasta que deviene en una de sus principales asesoras de campaña. Wilma no manifiesta ningún cargo de conciencia cuando trata de vender a sus dos nietas en el Paraguay y, como no lo consigue, las arroja en una canasta al río Paraná. Aunque en un registro paródico y salvando las distancias generacionales, los pobres de Bizarra son similares a sus congéneres de films como Los olvidados de Luis Buñuel y Feos, sucios y malos, de Ettore Scola. “El enojo, además, pasa por una actitud fascista que sostiene que el teatro en este país tiene que ser serio”, señala Spregelburd en la entrevista con Página/12.
El autor añade que “hacer una obra es echar un mundo a funcionar con las reglas de la vida y Bizarra es absolutamente autorreferencial, muy endógena, por eso nos sorprende que un público tan diverso haya adherido. Veo saludable que se puedan generar nuevos públicos porque si no el teatro se termina transformando en una especie de peaje cultural que no integra a nadie más que el que ya estaba circulando”. Como un Adrián Suar que elige qué personajes pueden regresar, Spregelburd, lejos de las presiones del mundo televisivo y por el mero placer de volver a trabajar con algunos actores o de involucrarse él mismo en el escenario, les hizo un par guiños a quienes han visto otras de sus obras: en Bizarra aparece Spregelburd como el agente Norberto Suardi (personaje de La escala humana), la psicóloga Cecilia Roviro (de El pánico, interpretada por Karina Finbark) y la distraída sargenta Melina Trelles (una impresionante Laura Paredes que ya interpretó el mismo rol en El pánico), entre otros personajes.
“En la telenovela no hay sexo aunque siempre hay deseo, pero el sexo no se consuma porque está reñido con la virtud de la media tarde. Nosotros también cambiamos esto: no sólo hay sexo sino que puesto en esta historia de manera romántica está todo ensuciado y se convierte en una chanchada, porque el deseo encuentra formas absolutamente bastardas de realización”, explica Spregelburd respecto de la segunda regla del género que violó deliberadamente. Velita (gran actuación de Laura López Moyano) es violada por el granadero Sebastián (un sólido Javier Drolas), que finalmente, luego de recuperarse de un extraño accidente (un aire acondicionado de la Casa Rosada se le cayó encima y lo dejó paralítico durante varios capítulos), terminará casándose con la heroína pobre de la saga. Entre los que llenaron el álbum de figuritas se hizo circular una certeza: uno de los finales posibles era demasiado triste y el martes los que habían optado por este final se fueron destrozados. Como el público elige el final por votación, la mayoría optó por el menos malo o el mal menor. “En castellano antiguo bizarro quiere decir ‘hidalgo’ –explica el autor–, pero en el uso que le damos habitualmente es algo que está fuera del canon burgués; en este caso lo aplicamos para mostrar un país fuera de foco. Bizarro es el escándalo de la clase media argentina.” Por eso Satán, ese personaje que aparece recién en los últimos capítulos, mira al público y dice: “Les mandé una maldición: 100 años de peronismo”.

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Los capítulos de “Bizarra” se repetirán a partir de hoy, y hasta el viernes, en el C. C. Rojas.
 
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