ESPECTáCULOS › “UNIDAD BASICA”, EN EL C. CULTURAL DE LA COOPERACION

Con el olor de la violencia

Esta creación colectiva, definida por sus hacedores como “sainete elemental”, pone en tela de juicio la crueldad y la estupidez tan características de no pocos constructores de la historia argentina.

 Por Hilda Cabrera

Esta no es una obra para prejuiciosos. Puede irritar incluso al espectador que no conciba a la política como un juego de naipes, de truco por ejemplo, que se juega aquí y sirve, entre gestos cómplices, para imponer mentiras que, hábilmente anudadas, suman puntos a favor. El título engaña al espectador desprevenido, y más todavía la calificación de “sainete elemental” hecha por el grupo. Es posible imaginar entonces que se trata de una anécdota algo enrevesada en la que se multiplican los arquetipos. Y nada de eso ocurre. La trampa mayor es suponerla elemental. Quizás esto provoque el enojo de algún espectador a quien el nombre le “sonaba” a otra cosa, pero se sabe que en el teatro el enfado del público es preferible a la indiferencia. En Unidad básica no queda títere con cabeza y existe acuerdo en poner en tela de juicio la crueldad y la estupidez tan características de no pocos constructores de la historia argentina.
Elaborando un lenguaje teatral que supera al realismo, el elenco introduce técnicas de repetición y un imaginario que abarca por igual a vivos y muertos, como aconteció en otras piezas breves surgidas del Teatro-taller del actor y director Pompeyo Audivert, fundador de la sala El Cuervo, de Santiago del Estero 433. En ésta, al igual que en aquellas anteriores, se rescatan elementos afines al compromiso social y a la creación de nuevas poéticas. Lo fundamental aquí es poner el acento en una situación histórica degradada, cruzada por fracasos y extravíos bien diferentes de los que se descubren en un sainete tradicional. No es la primera vez que Audivert y sus colaboradores profundizan en la historia: lo hicieron en Museo soporte, una investigación sobre el Museo Histórico Nacional de la que participó el escultor Hugo Fortuny; y, entre otras piezas breves, en El tiempo y Carne patria. Cada una a su manera se convirtió en retrato de lo mítico y de lo obtuso que inciden desde siempre en los conflictos de naturaleza social.
El “olor de la violencia” trae a la memoria del grupo creador de Unidad básica un fragmento de Poema conjetural, de Jorge Luis Borges: (“Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento...”) Este último verso es el que, casi a modo de letanía, se oye decir en la obra. Ese olor a sangre y muerte es el que en definitiva llevan consigo dos militantes peronistas que huyen, según se da a entender en un primer momento, de las represalias de los militares de la llamada Revolución Libertadora que volteó a Perón en 1955. El espacio al que llegan es sumamente acotado: la habitación de una casa o una salita de comité situada en “el punto más austral de la Argentina”. En ese ámbito sucede todo, y mucho de ello es simulado: las peleas, por ejemplo, o los intentos de comunicarse con otras unidades utilizando elementos tan rudimentarios como una lata y un piolín; o los repentinos desmayos que sufren los personajes, transmutándolos en fantasmas de sí mismos, o los puntazos que se infieren entre sí los alterados compañeros peronistas que acompañan sus acciones con gritos de guerra, como el de apuñalar repitiendo “sindicalista traidor”.
Frenéticos y confundidos, los compañeros peronistas dicen huir hacia la Antártida o Atlántida (el continente mitológico) en tanto protagonizan absurdas acciones. Mientras en los parlamentos se hace referencia a noticias sobre gente que ha sido apresada, los personajes intentan poner en marcha una destartalada bicicleta, que imaginan es la famosa motoneta Vespa que utilizó el General. Prevalece en esas escenas un tono paródico que le resta carácter trágico al trasfondo histórico. De ahí que el Beto (personaje que mandonea, castiga y desea sexualmente al compañero Pelusa) resulte cómico al exclamar embrutecido por el miedo: “Nuestro objetivo de máxima es huir para volver”.
Los personajes de esta historia, leales o traidores, actitudes que han dejado de tener importancia real en ese lugar definitivamente secreto, son parte de “un pueblo que se debe lo que quiere”, y que en esta escenificación bien podría ser el retorno del General. Por eso, ilusionados, descubren una lámina en la que aparecen retratados Perón y Evita. Pero la lámina se desprende una y otra vez de la pared. El pegamento está seco, y no hay otro. Se afanan por colocarlo de manera exacta, pero no aciertan. Alejándose del grupo, Beto da instrucciones: más arriba o más abajo, hacia la derecha o la izquierda. La dinámica que se reitera en las secuencias de este tipo es semejante a la que se produce entre lo que es y lo que pudo haber sido. De ahí quizá las confusiones respecto de cuál sería el mejor refugio (la Antártida o la Atlántida) y los saltos en el tiempo, cuando se trata de derrotas (el golpe militar de 1955 y la muerte de Perón, el 1º de julio de 1974).
Breves y distorsionados, los discursos, e incluso los diálogos, sugieren manipulaciones respecto de lo que se dice y de quienes escuchan al que dice. En algunas escenas, los personajes toman las voces de Perón y Eva. Ellos son los que conforman un extraño matrimonio junto a un indígena al que llaman hijo. Las escenas se suceden sin pausa y dentro de una atmósfera de causas perdidas. Ilustran musicalmente ese clima unos viejos tangos que se oyen a medio volumen. Tanto la caída como la pérdida del Líder dan lugar a un simbólico cambio, como el de colocar un mapa de la Argentina con el sur apuntando al norte. La templanza está representada por la única mujer que aparece en esta historia: María. Ella es la que sueña, se desmaya, muere y renace de modo menos ostensible que sus compañeros, y es quien cree que lo más adecuado en circunstancias difíciles es mostrar inocencia y hacer de cuenta que “no pasa nada”.
Unidad básica es una pieza ascética, pero de ninguna manera desvitalizada. Los personajes están como recortados, incompletos, y sus parlamentos sufren interferencias: se diseminan dentro de una historia a la que el espectador no tiene acceso inmediato, y no sólo por estar fragmentados. Este trabajo surgió de improvisaciones del elenco a las que el mismo Audivert calificó en un reportaje a Página/12 de “maquínicas”. Apunta en todo caso a niveles irracionales con un efecto que irrita (el ejemplo más contundente es el del personaje de Beto). Un hecho que sólo si es aceptado como recurso estético permitirá al espectador hallar en la obra una genuina vuelta de tuerca sobre “un pasado que no se rinde”.

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El espectáculo dirigido por Pompeyo Audivert y Andrés Mangone toca temas sensibles de la historia.
 
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