ESPECTáCULOS › CANAL 9 PRESENTO LA TEMPORADA 2004

El dream team más bizarro

Strippers, yuppies y mujeres pulposas le dieron color a la fiesta realizada en Puerto Madero. Tuvo casi todos los tics de los viejos tiempos, pero pasados por la crisis y con sus personajes devaluados.

 Por Julián Gorodischer

“Vivilo...sentilo...podés entrar.” Lo que se escucha, en la nueva era del Canal 9, es un extrañísimo versito porno soft que repite su “propuesta indecente” durante toda la fiesta de presentación de la temporada 2004. Se ven chicas con poca ropa y strippers colgados del techo, mujeres maduras hinchadas de colágeno rozando a los sesentones con la pasión de una mano boba. Dimes y diretes asociados a un único tema: “Qué perra”, dirigido a Pamela o a Panam, y por qué no a la ausente pero nombrada (por el Ruso) Florencia de la V. Y de fondo la guasada que vuelve (¡podés entrar!) para presentar el año. Más hot en boca de las chicas exprés o de Panam, ya sin un rasgo de maestra ciruela y cada vez más parecida a su particular criatura: “Vedette para chicos”. Más hot aun cuando el gordo de la agencia Reiters (sic), que se coló para comer, le pega el manotazo en la cola a la productora. Halago de la barra y advertencia al oído: “Una más y te mato”.
La enorme pata de cordero se rostiza en vivo, y el tufillo a carne quemada corre por el ex Divino Buenos Aires, en pleno Puerto Madero. Se despliega la gala, al borde de la piscina climatizada, con las chicas menéandose con sus calzas y sus minis, del brazo de uno de los yuppies de la terraza. Esta es la imponente escena de la Argentina que se creía extinguida: abundan los celulares con pantallita de video, los trajes importados, los tipos grandes con “minita” y las chicas lindas con ambiciones. “El sueño es posible”, imaginan las de 20 como aprendices de las Bandana, al lado de las mesas, mordiendo la pavita como una bomba sexy. El tipo que mira a la tucumana se acercaría sin dudarlo, si no estuviera definiendo los destinos de la Patria: ¿cómo se salva a la Argentina?. “Hay que invertir en alta tecnología”, insiste este petiso con olor a chivo y babita-de-jugo-de-cordero mientras el de al lado mueve la cabeza para allá, para acá, de vuelta para allá, totalmente ausente, perdido entre las curvas de las “perras, qué yeguas”, agarrándose la mandíbula como Guillermo Francella. “Con ésa no te metas”, se escucha, bajito. Piropearon a la mujer del Guillote Coppola, por aquí nomás. Se llama Analía y se la verá con esa mini y esas tetas infladísimas en el programa de Pablo y Pachu. ¿Acá no te hagas el vivo?, escucha el kamikaze.
–¿Y vos qué hacés por acá, Guillote? –se anima un atrevido con unas copitas de más.
–Guillote viene a presentar a su noviecita –le contestan, al mejor estilo pronominal del Diego.
–Su noviecita se presenta sola –dice Analía, haciendo pucherito. “Pasame la canción del ula-ula, quiero que conozcan el ula-ula; yo voy a entrar bailando el ula-ula”, insiste Viviana Canosa, ligeramente “obse”. Bailan, entre el público, el Ruso y Chiche, las chicas de pollera más corta que la bombacha, Gino Renni, Rolo y la bebota Pamela David. Verónica Varano se codea con los ejecutivos del fondo, agradece “al jefe, mi mentor”, y después salta al escenario con las “chicas exprés” en una nueva alusión a la idea fifa. Pero hay más: se abre una compuerta del techo y baja el patovica en calzones, colgado de una soga rosa. “¡Hace dos horas que lo tienen encerrado!”, se asusta la cronista de un diario. “Acostumbrate –arriesga un empleado del canal–, ésta es la nueva era Hadad: chonguitos en bolas.” El pibe se revolea con total voluntad, pero la fiesta no es como antes; alguien recuerda las galas de Radio 10, en los años ‘90, llenas de Chandon y caviar. Ahora, el signo de la miseria lo da el esponsoreo: “El stand de Quilmes no queda bien”, tira una copetuda indignada por la extensa cola de mangueros. Ella tampoco se conforma con las tacitas de plástico para el helado “súper artificial”, y menos aún con el queso de rallar en las bandejas. “Puajjj”, y de vuelta: “Puajjj”. Como la gente bien, cuando ella siente no disimula.
Las de 20 están siempre agarraditas al macho, fieles al modelo Sofovich (“la protegida”). O si no lo tienen, lo buscan; no caminan, empujan. Y nunca piden disculpas. Una buscadora-de-padrino casi tira al piso a una embarazada, apuradísima en el cortejo. Acá hay de sobra para elegir, pero cuidado con las esposas. “Permiso, nena”, se escucha al huracán llamado Lucía Portal, una rubia gigante de mirada torva y sonrisa de asesina que espanta a cualquier desubicada. La euforia envuelve a Pamela (del brazo de Geraldín) y hasta al doctor Grondona, el único autocrítico de la velada. “Tenemos que encontrar una identidad”, se le escucha reflexionar, indiferente al sesgo clarísimo que se ve en el ex Divino: sexo, sexo, sexo.
“Nos piden que nos aplaudamos a nosotros mismos”, se sincera Gerardo Rozín desde el escenario y, de pronto, queda armado el dream team infernal, dando palmadas al aire, besándose mejillas o tirando piquitos. De la Varano a Sofovich, y del Ruso a la Reynal. Se pasan el beso y el merde de rigor para la cofradía. El jefe (Daniel Hadad) está de viaje, y se arreglan como pueden para organizar el mitin. Se desprende el stripper, otra vez, desde el techo, como en una despedida de soltero, y los curiosos ya se amuchan detrás de la baranda. Se acaban los quesos y el helado y alguien reclama un brindis por el tercer puesto conseguido. “Vamos por más”, de un productor sonriente que, por lo bajo, dice: “Qué bizarro”. Alguien acusa al cronista de paranoico grave pero cualquiera, pasada una hora, empieza a sentir las miradas en la nuca. El dream team está a unos metros, como listo para una largada: la Varano, Chiche, Canosa, el Ruso, Rolo, Grondona, Pablo y Pachu. Sonríen como en una selección de serial killers, listos para la foto, estirados, brillosos, destacados por el foco de luz blanca, manchados (en un cuello, una mejilla) con los jugos de la pata de cordero, sudados, en reclamo de ¿medios de prensa? para dar el ¿adelanto?.... Hasta la avenida, pasando el puente, no se detiene la corrida.

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En la presentación, todo pareció una sobreactuación de la Argentina que se creía extinguida.
 
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