ESPECTáCULOS › “STARSKY & HUTCH”, CON BEN STILLER Y OWEN WILSON

Un show cómico de telenostalgia pop

En su sexta sociedad cinematográfica, la pareja despareja de La familia de mi novia y Zoolander se dedica a recrear sin vergüenza los signos más visibles de la serie y de su época. Por su parte, en Monster, una irreconocible Charlize Theron demuestra con qué armas se ganó el Oscar.

 Por Horacio Bernades

Campera universitaria y sacón de lana color crudo, Ford Gran Torino rojo con un enorme vivo blanco, pantalones pata de elefante, peinados afro y brushings a la orden del día, guitarras con wah wah y la sacarosa de Barry Manilow. Mimetizándose con la serie original, Starsky & Hutch fetichiza unos tiempos, los ‘70, vistos no desde la barricada sino desde el sillón del living, ese que está plantado justo frente a la tele. Como sucedió hace un par de años con Los ángeles de Charlie (otra serie de la misma época producida en la misma fábrica, la de Aaron Spelling), Starsky & Hutch, la película, mejora a Starsky & Hutch, la serie, aunque no por los mismos medios.
La versión cinematográfica de Los ángeles de Charlie (la primera, se entiende; la segunda era un robo vergonzoso) utilizaba la ñoña serie original como rampa de lanzamiento para lanzarse a un disparate entre hiperkinético y dadaísta. Animada por una ambición más modesta y tal vez por apuntar a segmentos de público diferenciados, Starsky & Hutch concilia dos intenciones contradictorias. Por un lado, fomenta la telenostalgia pop, al servir en bandeja los signos más visibles de la serie y de la época. Por otro, pone a la serie en el lugar que le corresponde, el de producto tirando a chirle, y se independiza de ella, usándola como soporte para un show cómico, el de la pareja Ben Stiller & Owen Wilson. En su sexta sociedad cinematográfica –luego de, entre otras, La familia de mi novia, Los excéntricos Tenenbaum y, sobre todo, Zoolander–, Stiller & Wilson confirman su química.
Que la trama de Starsky & Hutch sea mera rutina policial es un simple ejercicio de fidelidad a la serie, que consistía en poco más que eso. Aunque la premisa es realmente original (para burlar a los sabuesos de la policía, un drug lord y su brazo derecho inventan una cocaína inodora), de a poco la intriga policial se va diluyendo en beneficio de las escenas aleatorias, el decurso amigable y relajado, el gag eficaz y el trabajo de los actores, que aprovechan, en beneficio del ridículo, esa propensión por el disfraz que caracterizaba a Paul Michael Glaser y David Soul. Dos gags: el del donut sobre la tumba de una mujer policía y el del caballo al que Starsky asesina, por error, durante una fiesta. Una escena: la de S & H como mimos, actuando en el bar mitzva de la hija de un narco judío.
Todo transcurre en la ficticia ciudad de Bay City, marco adecuadamente indiferenciado para una serie (y una película) que es como si transcurrieran adentro de un frasco. Bien marcado por la morochez y rubiedad de sus héroes, la película mantiene el esquema de buddy movie (subgénero policial que basa su efecto cómico en el choque de personalidades) de la original. David Starsky (Stiller) es el policía hiperrespetuoso de los procedimientos, mientras que su compañero Ken Hutchinson (Wilson) es el tiro al aire, vagoneta y marrullero, que se pasa los procedimientos por el higo. Adaptado a la moral de la época (de ésta, no de aquélla), el Hutch de Owen Wilson transa sin problemas con criminales, usa las mismas sustancias cuyo comercio combate y fiestea sin vueltas, entre otras con la baywatch girl Carmen Electra.
Con la cancha libre, Ben Stiller se luce a pleno en la escena en la que una confusión entre azúcar y cocaína lo lleva a bailar, con varios cafés encima, una disco dance aún más contracturada que en la reciente Mi novia Polly. Con su nariz zigzagueante, Owen Wilson vuelve a lucir ese aire de winner volado que hacía eclosión en Zoolander. Con una Juliette Lewis menos que decorativa y un Vince Vaughn verdaderamente repulsivo en el papel del villano, la mayor sorpresa del elenco la brinda el rapper Snoop Dogg. En el papel del informante policial Huggy Bear, el hombre luce una mirada perdida y un hablar pastoso, de esos que sólo se consiguen en la calle. El resto queda en manos de los Carpenters, los Jackson 5 y K.C. & The Sunshine Band.

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Stiller y Wilson aprovechan esa propensión por el ridículo que caracterizaba a la serie.
 
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