ESPECTáCULOS › GERARDO ROZIN ABRE EL JUEGO EN “LA PREGUNTA ANIMAL”

Un remanso entre las fieras

A pesar del contexto del Canal 9, el conductor se animó a llevar a un hijo de desaparecidos, a una lesbiana militante y a Víctor Heredia.

 Por Mariano Blejman

Siempre fue un animal haciendo preguntas. Enmascarado en su rol de hombre que no sabe nada, usa una pose: que lo disculpen por preguntar lo que parece obvio, pero puede no serlo cuando el marco es la tele. Gerardo Rozín surgió de la mesa de fiesta mediática que había armado en Sábado Bus Nicolás Repetto (de quien habla maravillas toda vez que puede) y ofició de partenaire de Mariano Grondona en Hora clave. Cuando se le ocurrió lanzarse con La pregunta animal (a la 0.30 por Canal 9), Rozín –que fue director de programación del 9 por unos meses, hasta que llegó Daniel Hadad– jamás pensó en llegar tan lejos, con sus preguntas. Hay que asumir que el contexto no es el mejor para Rozín. Y que su cintura escapa de las fieras que lo rodean por los pasillos. Rozín es capaz de preguntarle a Chiche Gelblung por su rol en la dictadura, puede mostrar a un íntimo Berugo Carámbula en un estado de debilidad, sabe emocionarse con Diego Olivera en su experiencia de padre o invitar a Benjamín Avila, un hijo de desaparecidos en un canal que no se caracteriza por su espíritu militante con los organismos de derechos humanos.
Hace unas semanas, La pregunta animal renovó la apertura con los dibujos de Max Cachimba, quien viene de trabajar en Fierro y Lápiz japonés, entre otras. Fue una apuesta más en su escalada verbal. Rozín es capaz de llevarse a Tom Lupo –o lo que queda de él– para leer poesías de Alejandra Pizarnik y González Tuñón, de entrevistar a una lesbiana militante para el Día de la Mujer, o enervar a Feinnman, Eduardo (se le notaba en la cara) cuando tuvo que dar el pie para la entrevista con Schoklender. Rozín cuenta a Página/12 que tenía un formato inicial distinto. Pensaba mezclar dos reportajes por noche, pero se dio cuenta de que uno era suficiente. Rozín se debatía cómo hacer para televisar la palabra “y que no sea radio”.
Buscando el perfil de entrevistador con la excusa de ver “cómo se llevan con ellos mismos”, Rozín es capaz de entrevistar a Pamela David igual que a Víctor Heredia. “Es un ámbito donde la gente termina contando cosas: tenemos cómicos llorando a mares, gente muy seria hablando de cosas incorrectas.” Fabián Gianola o Carlos Sánchez pisaron el palito, Patricia Miccio habló de sexo e infidelidades. “Empiezan a hablar y no se dan cuenta de que están siendo mirados”, dice Rozín. Y es un poco así. Una escenografía sobria, que hace acordar por momentos a A solas con Hugo Guerrero Marthineitz: la entrevista se hace en el marco “de una soledad imponente”, define. “No prejuzgo a mis invitados. Tengo mi opinión sobre lo que dicen, pero no soy prejuicioso. Me mueve la curiosidad, no el prejuicio.” Rozín se declara no creyente, aunque le interesan los reportajes donde sale el tema de Dios. “Me interesa que no tenga que defenderse, sino que vengan a contar.” El boca a boca funciona entre los entrevistados: “Gracias a Alberto Cortez vino Víctor Heredia”, cuenta.
Es capaz de decirle a Nacha Guevara “para mí el new age es una boludez, pero ¿no te hinchó los huevos que nadie reconoce que cuando te tuviste que jugar te la jugaste y te pusieron una bomba en el teatro?”. Con Benjamín Avila, el director de la película Nietos, sobre hijos de desaparecidos que recuperaron su identidad, se emocionó: “Me sentí muy tocado generacionalmente. Ahí dejé sentada mi posición. Era un día muy especial. En un 24 de marzo hay que dejar en claro de qué lado están los hijos de puta”, dice. Sobre el canal, Rozín no opina demasiado. “No me hicieron ningún comentario político, nunca me dijeron nada. Pero el público es más duro que el mismo canal”, cuenta. El público de Canal 9 es más conservador que las propias autoridades. Y el rating también es conservador: se conserva bajo. “El día que entrevisté a la lesbiana militante casi me comen”, cuenta. El hallazgo de Rozín es haber encontrado la intimidad dentro de la tele, con esa idea de hablar de corrido. “Nos pusimos como objetivo televisar la palabra”, repite.
“¿Vio que todos los proyectos son importantes?”, reflexiona Rozín. “Bueno, éste no lo es”, minimiza. La animalada de Rozín –que también hará radio con Nancy Pazos en Del Plata– se convierte, entonces, en un recurso válido para no tener que dar demasiadas vueltas. Pareciera que alguna vez La pregunta animal hubiese querido ser más violenta de lo que es ahora. Rozín hace una ensalada de Fabio Alberti, Sofía Gala, el humorista Corona, Pamela David, Edda Bustamante y Julieta Prandi. Como si el animal se hubiese calmado por el entorno de su canal, que lo tiene rodeado de bestias.

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El programa de Rozín escapa al tono ideológico del canal de Hadad.
“Nunca me dicen nada, el público es más duro que el mismo canal.”
 
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