ESPECTáCULOS › ENTREVISTA CON ELVIRA ONETTO

“Hago teatro con pasión, no desde la conveniencia”

La actriz y directora, recordada por su participación en Imágenes, de Pacho O’Donnell, y Rojos globos rojos, de Tato Pavlovsky, hoy tiene en cartel dos obras bajo su conducción: Exitus, de Martín Flores Cárdenas, y Las tres caras de Venus, una rara comedia de enredos de Leopoldo Marechal.

 Por Cecilia Hopkins

La actriz y directora Elvira Onetto resume las expectativas de un gran número de teatristas que en todo el país eligen trabajar al margen de los imperativos de las modas teatrales, con las energías puestas en aquellos materiales capaces de brindarles, ante todo, una satisfacción personal. Onetto busca repartir su tiempo entre clases y proyectos de dirección y actuación, a los que encara –asegura en una entrevista con Página/12– “desde la pasión y no desde la conveniencia”, en función de no haber buscado en el teatro “ni un lugar de fama ni una fuente de ingresos”.
Responsable de la dirección de dos montajes que lograron muy buena recepción en el medio (Marta y Marta, sobre textos de Inés Fernández Moreno, y La señora Golde, una de las piezas de la trilogía Las polacas, de Patricia Suárez) hoy mantiene en cartel dos obras bajo su conducción: Las tres caras de Venus, de Leopoldo Marechal, y Exitus, de Martín Flores Cárdenas. Además, Onetto, quien participó recientemente del Ciclo Nueve en el Teatro Cervantes, dirigiendo Carroña, pieza de Héctor Levy-Daniel, desde hace unas semanas se sumó al elenco que conduce Daniel Veronese con vistas a su puesta de Las tres hermanas, de Anton Chejov, la cual subirá a escena en el Centro Cultural de la Cooperación a mediados de año. Entre los proyectos que espera concretar una vez producido aquel estreno figura la dirección de Copla, obra de Norman Briski, y La noticia del día, espectáculo integrado por tres obras escritas por Víctor Winer, Susana Gutiérrez Posse y la española Laila Ripoll.
A pesar de tanta actividad en el rubro dirección, Onetto comenzó en el territorio de la danza en los ’70, para encontrar poco después una vía de acceso a la actuación en la expresión corporal, desligada de toda intención coreográfica. Luego de iniciarse en el teatro con Beatriz Matar, un viaje a Europa le brindó la oportunidad de continuar formándose en la práctica directa de la escena, en tanto participó de las giras por España de Imágenes, espectáculo con idea y dirección de Pacho O’Donnell que Onetto protagonizó junto a Susy Evans. De aquel trabajo conjunto surgió el perfil de “las Popi”, actrices
trashumantes que acompañaban al protagonista de Rojos globos rojos, de Eduardo Pavlovsky, espectáculo estrenado por los tres intérpretes bajo la dirección de Rubens Correa y Javier Margulis, en 1994.
De la obra de Marechal –“una rara comedia de enredos escrita con la misma poesía con la que concibió el resto de su obra”– a Onetto le interesó el planteo sobre un asunto de pareja, “sobre cómo se arman las relaciones y de qué modo es posible mantener la pasión entre dos personas cuando ha transcurrido el tiempo y sus integrantes viven polarizando sus sentimientos”. La pieza gira en torno de los consejos que, sobre el particular, se prodigan dos amigos, un arquitecto y un científico: “Uno de ellos, el hombre de ciencia, sostiene que la mujer es como el líquido que toma la forma del recipiente que la contiene, pero esta teoría tiene más de irónico que de machista”, explica la directora. Un pensamiento que, en la práctica, no es siquiera aplicable a la propia mujer del personaje, en tanto ella intenta convertirse a sí misma en continente y contenido a un tiempo. “La obra plantea la necesidad de guardar en uno mismo un lugar de incógnita y misterio para sorprender al otro con una faceta desconocida, además de dar testimonio de que la ciencia no puede resolver todas las cuestiones del hombre”, resume la directora. Repartidas sus cinco escenas en dos ámbitos diferenciados por la iluminación, Las tres caras... puede verse los sábados a las 21, en el Abasto Social Club (Humahuaca 3649).
–¿Le interesaron los aspectos literarios de la obra?
–Lo que más me atrapó de esta obra, aparte de recuperar a Marechal como autor dramático, es la idea de ofrecer a la gente la oportunidad de sentarse a escuchar un texto bello de un innegable valor literario. Aun cuando se piense que esto pueda ser anticuado. O que se diga que lo literario puede volverse en contra de lo teatral. A mí me parece que esto no es así porque, además de darle un valor a la palabra, yo intento hacer un relato físico del texto.
–¿Cuáles considera que han sido las transformaciones operadas en el teatro en relación con la palabra?
–En los ’80 el teatro fue monosilábico, pero esto fue cambiando con los años. Yo valoro la palabra que expresa ideas y creo que en este momento hay muchos autores interesantes. Hubo una época en que las obras se contaban desde otros lugares e, incluso, a partir de textos que no eran específicamente teatrales. Pero a mí me dejan de interesar esas experiencias cuando se transforman en moda y ya no devuelven nada al espectador.
–¿Cree en una función comunicadora del teatro?
–Sí, para mí el teatro comunica, pero no sólo eso. También le da al espectador la posibilidad de involucrarse emocionalmente. Lo importante es que pueda imaginar y multiplicar los temas que se le proponen para conectarlos con sus propias cosas. Creo que para volver creativo al espectador hay que salir de las necesidades que plantea el teatro de representación, que parece destinado solamente a narrar una anécdota. Cuando dirijo, tengo presente que debe suceder un relato físico. Me interesa que el espectador se encuentre ante un hecho potente.
–Cuando habla de teatro de representación y relato físico, se nota en su discurso una gran influencia del pensamiento de Pavlovsky.
–Pavlovsky ha sido un maestro importantísimo para mí. Además, es una persona muy cercana a mí desde la infancia, porque somos primos segundos. Recuerdo veraneos compartidos en Miramar: mientras yo hacía moldecitos de arena, mi padre hablaba con él y, aunque fueran temas importantes, reían. Siempre me ha parecido un hombre con una forma de pensamiento que está en permanente renovación.
–¿Su trabajo está siempre ligado con el humor?
–Es cierto, ya como actriz tengo una vena cómica que me aparece aún sin proponérmelo, aunque todavía no creo haber explorado del todo. Pero en mis trabajos de dirección me gusta cuando el humor aparece en una situación trágica. Eso sucede en Exitus (N.d.R: En el Patio de Actores, Lerma 568, los sábados a las 23). De la obra me interesó expresar ese tiempo que se abre en una circunstancia de espera, cuando alguien padece una enfermedad. No hay ni día ni noche, sino que el tiempo se marca por la ausencia o aparición del dolor, por una mejoría repentina. La obra trata sobre la relación entre un huérfano adulto y la persona que lo cuida: entre ellos, el humor aparece en su afán por evitar cualquier referencia a lo que realmente está pasando.
–¿Le interesan los textos que hablan sobre la realidad?
–No las obras que lo hacen de un modo directo. Como no tengo presiones, disfruto de la libertad de elegir aquellas obras que tienen que ver con mis principios. Nunca pertenecí a ningún partido, pero me muevo en la vida con un criterio ético: el compromiso social con lo que uno hace va más allá del hecho de militar o no. Yo creo manifestarme a través de los materiales que elijo, de las personas con las que trabajo.

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