ESPECTáCULOS › MATRIMONIOS Y ALGO MAS, A LA MANERA TRASANDINA

Chacoteros y sentimentales

 Por Martín Pérez

Una maestra y el padre de uno de sus alumnos, un carnicero y su mujer –cuyo hijo va al mismo curso de la misma maestra– y otro padre más de uno de aquellos alumnos, pero en este caso haciendo pareja con todas las mujeres posibles. Esas son las tres uniones desparejas cuyas desventuras sexuales recorre la trama de Sexo con amor, una comedia chilena hecha a la medida de las viejas comedias sexuales italianas de los años sesenta, que ha accedido a la exhibición continental por parte de una distribuidora internacional a caballo del extraordinario éxito obtenido en su país de origen. Así es como llega a la Argentina esta comedia tan chilena que apenas si se entiende el fuerte y peculiar acento de sus protagonistas, entre los que figuran –como los nombres más conocidos de este lado de la cordillera– Patricio Contreras y Cecilia Amenábar, ex mujer de Gustavo Cerati.
Estrenada a comienzos del año pasado en Chile, Sexo con amor superó rápidamente el record de público para una película local, en poder hasta entonces de otro reciente éxito como El chacotero sentimental (1999). Con una temática similar, aquel referente era un desprendimiento de un programa de radio en el que, por supuesto, se hablaba de sexo. Pero la ópera prima de Boris Quercia es otra cosa. “Existe una vieja hipótesis entre los cinéfilos acerca de que Hitchcock utilizaba a Cary Grant como una proyección de cómo le gustaría ser, mientras que James Stewart era, más bien, un retrato de cómo se veía a sí mismo”, escribió el crítico Ernesto Ayala en el diario El Mercurio. “Con Sexo con amor pasa algo parecido al efecto Grant: parece una película de cómo nos gustaría ser a los chilenos: vivos, divertidos, rápidos, gozadores y, por supuesto, buenos para la cama.”
Semejante alter ego trasandino queda en manos, en primera instancia, de Patricio Contreras, que encarna al amante mayor y algo intelectual de la maestra en cuestión, que tiene a su vez una crisis con su propia pareja, un pintor de su edad. Y después, subiendo la apuesta hasta la exageración, en el papel encarnado por Alvaro Rodolphy, un desprejuiciado ejecutivo permanentemente desesperado por conseguir sexo, aun a pesar del amor que asegura profesar hacia su mujer, encarnada por Cecilia Amenábar. Capaz de permitirse un contundente alegato contra la Iglesia sin dejar de hablar de sexo, el personaje de Rodolphy es el que más y mejor justifica todos sus deslices. Aunque el intelectual de Contreras no le va en zaga. Una de las virtudes de la película de Quercia es que sabe desmarcarse de un machismo que tal vez en otros tiempos hubiese sido inevitable.
Discursiva y muy poco ambiciosa, Sexo con amor es una película que peca de básica dentro de su género, pero al menos nunca deja de ser simpática. Por sus frases directas –y tan chilenas– y también por una ingenuidad a la hora de su planteo que resulta tan anacrónica como para permitir una cierta indulgencia a la hora de intentar un cierto disfrute culposo.

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