ESPECTáCULOS

El arte de lograr que los estilos se mezclen en un solo gran sonido

El nombre “big band” lo dice todo. El pianista Jorge Navarro dirige una orquesta de 17 músicos y rinde homenaje a Benny Goodman, Duke Ellington, Harry James y Count Basie, entre otros.

 Por Diego Fischerman

El origen estaba en las bandas militares y de circo. O, por lo menos, de ahí provenían los instrumentos con los que los negros del sur de Estados Unidos tocaban en plazas y burdeles, en marchas y funerales. En muy poco tiempo, esa música que algunos empezaron a llamar jazz empezó a bailarse, las bandas se ampliaron, muchos rasgos del lenguaje musical se trasladaron a las comedias musicales y la armonía de esa suerte de operetas norteamericanas enriqueció a su vez al jazz. Nadie podía explicar demasiado bien qué quería decir swing, pero todos podían darse cuenta cuándo estaba y cuándo no. Nació la Era del swing y, con ella, las grandes bandas bailables de la década de 1930 y 1940.
La tradición de las big bands, de todas maneras, tomó dos rumbos. Uno fue la de la industria del entretenimiento. Más allá de la calidad de los arreglos y de los solos y del hecho de que muchos de los músicos de esas bandas también tocaban en grupos más pequeños en los que se daba mayor preeminencia a la improvisación, las orquestas de Glenn Miller, Benny Goodman o Artie Shaw, entre otras, fueron la banda de sonido obligada en las fiestas y bailes de casi dos décadas. Quincy Jones, Oliver Nelson, Stan Kenton (aunque no siempre), Gil Evans, Gerry Mulligan, George Rusell o Don Ellis trabajaron también sobre la idea de las big bands, aunque la llevaron a un lugar totalmente distinto, más ligado a la experimentación y a los lenguajes especulativos. Y, en el medio, Duke Ellington (ya único e inconfundible en sus grabaciones de los ’30) y Count Basie, tan fundamentales para la historia del jazz como imposibles de ser clasificados. La gran banda, el grupo dirigido por el pianista Jorge Navarro que, a partir de hoy y hasta el 31 de julio, se presentará los viernes y sábados a las 21 y los domingos a las 18, en el Teatro Margarita Xirgu (Chacabuco 875), rescata, precisamente, esa herencia.
“Cuando me llamaron pensé que no era para mí. Yo no compongo y no hago arreglos. Sin embargo, me dijeron que yo era capaz de aglutinar a la gente y juntar las energías para que esto fuera posible y debe ser cierto porque aquí estamos”, dice Navarro a Página/12. El pianista cuenta que uno de los atractivos de esta banda “es haber juntado músicos de distintas generaciones. Hay algunos que tienen varias décadas de experiencia, como Hugo Pierre o Enrique Varela, por ejemplo, y otros como Juan Cruz Urquiza, que es mucho más joven y es uno de los grandes trompetistas del jazz actual”. Tocar en banda, por otra parte, requiere un arte particular. “Se trata de hacer que los estilos individuales desaparezcan en el estilo grupal. Salvo en los solos, los saxos tienen que escucharse como si fueran un solo instrumento, las trompetas lo mismo. Si trabajara en una academia, con alumnos o con músicos que se están formando, esto habría que explicarlo. En este caso, en cambio, todos los integrantes tienen una experiencia impresionante, aquí y muchas veces en el exterior, y sólo hay que dejar que la música fluya.” El repertorio de la Gran banda –un grupo de 17 músicos entre los que están, también, el trompetista Oscar Serrano, el saxofonista Jorge Retamosa y el baterista Eduardo Casalla– incluye, por supuesto, a Goodman, Ellington, Harry James y Basie. “Count Basie –explica Navarro– dirigía desde el piano. Las notas de la mano izquierda tenían como función guiar a los músicos. Y eso me encanta. Jugar a ser Basie. Tanto es así que a veces me doy cuenta de que, aunque lo que estamos tocando es de otro, yo sigo tocando a la manera de Basie.”

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