ESPECTáCULOS › LA MUSICA POPULAR SACO FUERZAS DE LA NADA Y TUVO UN AÑO ARTISTICAMENTE EXITOSO

El ruido de cacerolas no fue la única melodía

Hubo visitas internacionales y exponentes argentinos de alto nivel, buenos discos, grandes shows, fenómenos de convocatoria, pluralidad de estilos, figuras consagradas y renovaciones. Todo ello, en un año en que montar un espectáculo o grabar un disco parece un suicidio.

 Por Roque Casciero

Cuando se piensa en el contexto social y económico de la Argentina durante 2001, sorprende que la cartelera de conciertos de música popular haya mantenido la oferta y el nivel de años más prósperos. Incluso es difícil trazar un paralelo con lo que ocurrió con la industria discográfica local, que debió apretar el cinturón –incluso más de lo aconsejable– para sobrevivir ante los embates de la piratería, la cesación de pagos de Musimundo y la lógica contracción del mercado ante tiempos de inestabilidad. Es cierto que varias de las giras más importantes del año (U2, Madonna, Radiohead) obviaron la bajada hacia el sur y que varios conciertos de artistas extranjeros debieron ser cancelados (Orbital, John Cale, St. Germain, The Orb), pero no lo es menos que se vivieron noches inolvidables protagonizadas por locales y visitantes.
Al revés que en una comida normal, el postre estuvo al comienzo: a caballo de Rock In Rio desembarcaron los Red Hot Chili Peppers, Neil Young & Crazy Horse, R.E.M., Beck, Oasis, Iron Maiden, Sting, Sheryl Crow, Queens of the Stone Age, Rob Halford y Deftones. Por un rato, Buenos Aires se transformó en una capital mundial para el rock. Pero, aunque maravilloso, no fue más que un espejismo que no volvió a aparecer durante el resto del año. La única visita que pisó un estadio, el de River, después fue Eric Clapton, en un show no precisamente memorable. Todo lo contrario del que ofreció Mark Knopfler en el Luna Park y del que The Wailers (la banda de Bob Marley) dieron en Hangar. Lo que sí se multiplicó fue la llegada de números no tan convocantes pero de innegable valor artístico. Yo La Tengo, en febrero, logró mejor respuesta de público que otros indies como Jon Spencer Blues Explosion, Luna, Mouse on Mars y Nebula. También hubo varios desembarcos heavies (Sepultura enfrentó un Obras raleado, Vince Neil trajo un poco de glamour al estilo Los Angeles) y punks (CJ Ramone con Misfits homenajearon al fallecido Joey Ramone, Bad Religion volvió con éxito, los legendarios Buzzcocks debutaron en Buenos Aires).
Pero los artistas argentinos no se quedaron atrás. Los Redonditos de Ricota debutaron en Uruguay, metieron 40 mil personas en Córdoba y debieron suspender un show en Santa Fe, alegando que, ante la situación social, no había ningún ánimo para el festejo. La Renga y Los Piojos dieron nuevas muestras de su poder de convocatoria, y Huracán vio pasar a los dos emblemas del rock barrial (el segundo show piojoso debió trasladarse a Parque Patricios porque el primero hizo temblar los alrededores de la cancha de Atlanta). Fueron, como siempre, rituales en los que el público tiene tanta importancia como lo que sucede sobre el escenario. En la que hipotéticamente es la vereda opuesta, Gustavo Cerati arrancó el año compartiendo un show con Luis Alberto Spinetta como parte de Argentina en Vivo II (ciclo en el que también brilló Divididos) y después se paró frente a una orquesta en el teatro Avenida. Su protegido Leo García también tuvo su momento con la presentación de Mar y Babasónicos confirmaron en vivo todo lo bueno que tiene Jessico, su más reciente disco. Los ascensos más importantes fueron los de Catupecu Machu, que llevó su energía hasta Obras, y Mimi Maura, que colmó cinco veces de ritmos caribeños La Trastienda. Spinetta cerró el año con su vuelta a Obras y Charly García se reivindicó del papelón de Sui Generis con muy buenos shows para festejar sus 50 años. La misma cifra festejó León Gieco, incansable como siempre y autor de uno de los mejores discos del año: Bandidos rurales. Otros que soplaron velitas fueron Los Auténticos Decadentes: 15 años de pachanga. Fito Páez presentó su película y volvió a las tablas, El Otro Yo, Attaque 77 y Bersuit giraron por el exterior. Los amantes de la música electrónica estuvieron de parabienes porque, además del crecimiento en la cotización internacional de DJs locales como Hernán Cattáneo y Javier Zuker (que armó bacanales cuando compartió escena con De La Guarda en sus DJ Connection), llegaron varios tops de la escena mundial. Repaso: Fatboy Slim, Howie B, Perry Farrell (padrino alternativo convertido en DJ Peretz), Paul Oakenfold, Dave Seaman, Nortec, Satoshi Tomiiiiee. La realización del festival Creamfields en un Hipódromo de San Isidro cubierto de barro fue la frutilla.
De los Balcanes llegó el cineasta Emir Kusturica al frente de la No Smoking Orchestra, aunque en vivo pareció más un convidado de renombre a la fiesta que propone la banda. Antes había estado Goran Bregovic, compositor de varias de las músicas que Kusturica usó en sus películas, quien recogió críticas excelentes y llenos de público. Por el lado del jazz y aledaños también hubo presencias notables: Michael Brecker Quintet, Joshua Redman, Al Di Meola, Jimmy Scott, Maceo Parker, Screaming Headless Torsos, Marc Ribot y Los Cubanos Postizos, Andy Milne, Nicholas Payton, Kenny Barron, Lee Konitz Trio, Chucho Valdés Quintet, Dewey Redman... El circuito local experimentó una mejoría que fue en contradicción con la situación económica. Los lugares para ver y escuchar bandas en vivo se multiplicaron, apareció la propuesta de Jazz en el Subte y el ciclo gratuito Jazzología, en el San Martín, logró la mayor afluencia de público de sus 17 años de historia. La labor del colectivo La Tromba, el consagrado Walter Malosetti y las constantes apariciones del Quinteto Urbano fueron las cabezas visibles de un movimiento en expansión.
Las visitas de los países vecinos se multiplicaron con shows de calidad superlativa como los de Jaime Roos, Rubén Rada (que salió a tocar los tambores por Florida) y Jorge Drexler, quien con las presentaciones de Sea confirmó su romance con el público porteño. La visita de Roos fue para el concierto del 24 de marzo, con el que las Madres de Plaza de Mayo (Línea Fundadora) recordaron los 25 años del golpe: fue una noche lluviosa en la que los sentimientos superaron a la música, a pesar de que también estuvieron sobre el escenario de Ferro Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés y Víctor Heredia. También cruzaron el charco los rockeros del Cuarteto de Nos, The Supersónicos, Buenos Muchachos y La Vela Puerca, entre otros. La embajada brasileña fue un lujo: Joao Gilberto brilló (una vez más) en el Sheraton y Caetano Veloso volvió a llenar teatros; también les fue muy bien a Milton Nascimento y Gilberto Gil, Egberto Gismonti, Marisa Monte, Adriana Calcanhotto y Moreno Veloso, el hijo de Caetano que mostró vuelo propio con Maquina de escrever musica.
Sandro volvió a dar muestras de que es imbatible entre los melódicos argentinos: más de treinta shows en el Gran Rex. De los extranjeros, el que se destacó fue el español Alejandro Sanz, que llevó 40 mil personas a Vélez. En la música tropical nadie logró calzarse la corona que dejó Rodrigo, pero se confirmó el ascenso de la cumbia villera: Damas Gratis, la banda del adelantado Pablo Lescano, llegó al Luna Park. Lescano también tejió alianzas con Fidel (ex Todos Tus Muertos) y Los Auténticos Decadentes.
En el folklore, los más convocantes volvieron a ser Los Nocheros y Soledad. Los salteños reventaron varios Luna Park, pero debieron cancelar una Fiesta nochera en el Campo de Polo por el clima social de fin de año. Mercedes Sosa cerró a lo grande Argentina en Vivo II en Santa Catalina, Jujuy, y Tomás Lipán atrajo una inusual cantidad de público a su ciclo Demasiado corazón en Cátulo Castillo. Los festivales de comienzos de año volvieron a mostrar buena convocatoria, se homenajeó al Cuchi Leguizamón y el movimiento de peñas no paró de crecer (con artistas como Verónica Condomí, el Dúo Coplanacu e Irupé Tarrago Ros), mientras que el encuentro federalista Música de Provincias fue la mejor muestra de que existe una nueva vertiente de la canción folklórica. El Arranque y su concierto en elLincoln Center neoyorquino, como invitados de Wynton Marsalis (nada menos) dieron la nota en el ámbito del tango. Leopoldo Federico volvió en gran forma a las tablas en el Alvear, el Sexteto Mayor brilló en La Trastienda y Horacio Salgán (que presentó su libro Curso de tango) siguió liderando el Encuentro a todo tango.
Como este repaso lo demuestra, hubo calidad y cantidad para todos los gustos. En un año que puso demasiadas piedras en el camino (el IVA a los espectáculos no fue una menor, por cierto), la obstinación por producir se convirtió en una nueva virtud artística. Una virtud a la que, por lo que se avizora, músicos y productores tendrán que recurrir más de una vez en el futuro inmediato.

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Los Piojos hicieron temblar a Atlanta y llenaron Huracán.
 
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