ESPECTáCULOS › GRACIELA BORGES ENSAYA CARTAS DE
AMOR, DIRIGIDA POR OSCAR BARNEY FINN

“Lo que me atrae es lo desconocido”

Junto a Rodolfo Ranni, hará por tercera vez la obra de A. R. Gurney. Sigue así el zigzag que caracteriza a su carrera y que ella dice disfrutar.

 Por Emanuel Respighi

Pese a arrastrar una fuerte gripe que la tiene a maltraer desde hace varios días, Graciela Borges recibe a Página/12 con una enorme sonrisa y mucha gentileza. Aunque sin dejar de quejarse por la erupción que le salió en la piel a causa de los medicamentos que está tomando para curarse del resfrío, la actriz no deja de transmitir cierta energía juvenil, acentuada por la luz primaveral del sol que invade su departamento, frente a Canal 7. “Los rayos de sol te rejuvenecen”, dirá luego a modo de explicación, en la antesala de una extensa entrevista que la actriz interrumpirá en contadas ocasiones para dispensar elogios al fotógrafo de este diario. “Los fotógrafos de este país –detallará– son de milagro. Hacen unos trabajos sensacionales en muy poco tiempo. Una vez, en 1976, me hicieron una nota sobre las 100 mujeres más lindas del mundo. Recuerdo que vino una fotógrafa extranjera que se quedó cuatro días en mi casa de campo y gastó más de 15 rollos fotográficos para hacer una única foto. Claro: con razón al ver la revista nadie discutía de que se trataba de las mujeres más lindas.”
Tras las extensas jornadas de rodaje que le demandó hacer Monoblock, la nueva película de Luis Ortega (ver aparte), y la gira por varios países del mundo para presentar La ciénaga, la multipremiada obra de Lucrecia Martel, la actriz cuenta en esta entrevista que necesitaba tener un tiempo de sosiego que la reencontrara con sus raíces. En esa búsqueda, la Borges notó que era momento de hacer una obra de teatro que la acercara a su esencia actoral, alejada de la vorágine del set de cine o el estudio de TV. Fue así, entonces, que decidió volver a interpretar –por cuarta vez en su carrera– Cartas de amor, la obra escrita por A.R. Gurney, que narra la historia de dos personas mayores que repasan su amor platónico a través de cartas que se enviaron desde los 6 años hasta bien entrada la adultez, después de armar cada uno sus vidas por separado. Una pieza teatral que en el país se presentó por primera vez en 1990, siempre bajo la dirección de Oscar Barney Finn. En esta nueva versión, que la semana entrante debutará en el Teatro Picadilly (jueves, viernes y sábados a las 21.30, domingos a las 20.30), la actriz compartirá el escenario con Rodolfo Ranni (ver aparte).
–¿Por qué aceptó hacer la obra por cuarta vez?
–No acepté hacer Cartas de amor: yo le pedí a Barney Finn hacer la obra, que es diferente. Cuando dejé de hacer Cartas..., sentí un vacío: dejar el personaje me costó mucho. Cartas de amor es como un ejercicio actoral que nunca debe dejar de hacerse. Es como cuando los actores concurren al Actor’s Studio a hacer un curso intensivo de cuatro meses. Es volver a lo más primario de la actuación. Es una obra muy intensa. Es de los trabajos más maravillosos que he hecho a lo largo de mi carrera.
–¿Qué piensa que le pueden agregar Ranni y usted a la obra?
–Yo había hecho Cartas de amor en tres oportunidades anteriores. Con Rodolfo Bebán, con Federico Luppi y con Alberto de Mendoza. Y ahora lo hago con Ranni. Cada nueva dupla protagónica transmite cosas distintas. Cuando la obra la hizo la China Zorrilla, la gente se moría de risa; cuando la interpretó Bárbara Mujica, que fue la primera que la hizo junto a Arturo Puig, la obra tomaba un tono de mucha angustia. Cada dupla la hace de distinta manera. Cada uno le agrega distintas cosas a los personajes, porque se cuentan diferentes etapas de la vida. La gente ríe, se entristece, se emociona. Yo necesitaba hacerla otra vez.
–¿Por qué dice que se encuentra en un momento personal en el que necesitaba hacer Cartas...?
–Porque vengo de un proceso muy fuerte, como fue filmar la película Monoblock, de Luis Ortega. Va a ser una película genial, pero es muy cerrada, muy oscura. Yo necesito estar en movimiento. Por eso hasta me atreví a hacer teatro de revista con Nito Artaza. Siempre he hecho cosas transgresoras. Por algo trabajé con Leopoldo Torre Nilsson, Leonardo Favio y Mario Sóffici, hice la aún prohibida Kindergarten con Jorge Polaco, y filmé películas tan disímiles con cineastas jóvenes como Lucrecia Martel, Diego Kaplan y ahora Ortega...
–¿Tiene necesidad de abrir nuevas puertas, todo el tiempo, a su carrera?
–La única cosa que me importa es lo desconocido. A esta altura de la vida, en la que hice tantas cosas, uno agradece tanto los proyectos que desconoce porque tienen detrás una magia inigualable. En estos momentos quiero descubrir como si fuera una nena. Lo desconocido es maravilloso porque te da la posibilidad de aprender algo nuevo. Yo podría hacer papeles no muy complicados, roles repetitivos, pero no quiero descansar en los laureles. Por eso me gusta la diversificación.
–Pero abrirse hacia lo desconocido no es algo natural. Numerosos actores consagrados no suelen dar pasos sobre superficie desconocida, tratan de pisar siempre en suelo firme.
–Lo que pasa es que trabajar con red ya no me hace gracia. Yo empecé a trabajar a los 14 años y son muchos años, ya tengo 31... (risas) Si no me juego a hacer cosas de riesgo ahora, ¿cuándo? Por eso posiblemente el año que viene haga un policial en TV con Raúl de la Torre. Lo desconocido es grandioso. Lo nuevo es lo interesante, aun cuando uno pueda hacer cosas que a la gente no le gustan o que no esperaban. Muchos prefieren hacer personajes cómodos y recibir el aplauso del público. Hay actores consagrados que no se equivocan porque trabajan con red. Cuando yo conté que iba a trabajar con Nito Artaza, mi hijo me preguntó: “¿Qué vas a hacer, te vas a poner plumas en el traste?” Y yo me jugué porque quería hacer algo nuevo: conté parte de mi vida, bailé y canté. Y hasta hice llorar a la gente cuando le hablaba a mi madre, que había fallecido recientemente. Fue una experiencia muy linda.
–Pareciera que el prejuicio no existe en su vida...
–En cuanto a lo artístico, no. Soy una mina muy valiente, más fuerte de lo que creo. A mí me gusta vivir la vida en pleno goce. Yo huyo de la depresión. En la vida personal, en cambio, no soy tan moderna. ¿En qué sería conservadora? En los afectos. He conservado a mis amigos durante toda mi vida, me encanta la familia y soy muy conservadora en los gustos. Ahora estoy gozadora. Antes tenía más insatisfacciones. Ahora me propongo hacer cada día hacer lo que tengo ganas sin esperar resultados. Por eso me sorprendo mucho. La palabra “insatisfacción” es contraria a gozar y yo, por primera vez, estoy dispuesta a gozar sin culpa. Angeles Mastretta dice que la vida, en cierto momento, se divide entre gozadores y no gozadores, sobre todo en las mujeres. Ahora estoy más alegre.
–Cuando empezó a trabajar, ¿sentía la presión de tener que satisfacer a su familia?
–No, porque yo empecé muy chica, como un juego. Nunca tuve el problema de demostrar algo que no soy. Nunca fui una mujer ególatra, que todo el tiempo se miraba al espejo y pensaba qué cosas hacía... Al revés: yo siempre quería borrar mi personalidad pública. El éxito, para mí, era algo no permitido. Lo vivía casi como un pecado, por esa cosa ancestral de mi viejo que no quería que fuera actriz. Los elogios me perturbaban. He vivido con más intensidad, no con mayor alegría, las cosas que no me han ido bien. Por eso, para mí, no existen éxitos y fracasos artísticos: todo depende de cómo se encuentra uno espiritualmente. Y ahora estoy una buena etapa. Espero que dure lo suficiente...

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“Me gusta probar y disfrutar”, dice Borges. Este año actuó a las órdenes de Luis Ortega en Monoblock.
 
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