ESPECTáCULOS

“Desde que terminó el franquismo, yo dejé de hacer un cine político”

Carlos Saura, el realizador de “La caza”, “Cría cuervos” “El jardín de las delicias”, “Ana y los lobos” y “Ay, Carmela”, entre otros films, cumple hoy 70 años. Esta nota cuenta que goza de mayor prestigio en la Argentina que en España.

Por Jorge Vogelsanger

Un refrán afirma que nadie es profeta en su tierra. Y así parece confirmarlo el caso de Carlos Saura, el gran cineasta español que hoy cumple los 70 años sin haber recibido en su país, en opinión de muchos, el reconocimiento que se merece. “Si yo dependiera de España, y lo digo con tristeza, seguramente hubiera hecho mucho menos cine. Durante años los críticos se han dedicado a denostarme”, sostiene este realizador tantas veces galardonado en festivales extranjeros, considerado el discípulo del genial Luis Buñuel (1900-1983) y como él oriundo de Aragón, en el norte del país. En la Argentina, sin ir más lejos, Saura tuvo un prestigio considerable en la década del ‘70, sobre todo cuando varios de sus films sobre el franquismo y el autoritarismo ameritaban una lectura local. De hecho, Saura tuvo el raro privilegio de que una película en coproducción, de tema argentino, que él dirigió, “Tango” fuese precandidata argentina para el Oscar, hace tres temporadas.
Con más de 30 películas en su haber, Saura terminó de consagrarse internacionalmente con la trilogía de películas de música flamenca y danza Bodas de sangre (1981), Carmen (1983) y El amor brujo (1986), que a la vez fueron las que mayor éxito comercial tuvieron. Sobre todo la segunda, que se convirtió en uno de los films más taquilleros de toda la historia del cine español. Pese al rechazo de los críticos locales que lo consideran un excepcional director pero un mediocre narrador de historias, Saura siempre se ha mantenido fiel a sus ideas sobre el arte e insobornable. Odia ceremonias como la de los Oscar de Hollywood, “que es aburrida y sólo está montada para vender cine americano”. Puede pensarse que Saura huye de lo convencional y costumbrista, y le encanta jugar en sus películas con el tiempo y el espacio en unas tramas complejas. Tan complejas, que el espectador a veces se pierde. “Es muy sencillo vender un producto a la moda, digerible, fácil”, responde a los reproches.
Lo difícil, en cambio, es triunfar con películas como Buñuel y la Mesa del Rey Salomón, su penúltimo trabajo y un homenaje al director de El perro andaluz en el que recrea, con un estilo muy imaginativo y libre, la amistad de éste con el poeta Federico García Lorca y el pintor Salvador Dalí. “Algunos dicen que es mi peor película, otros piensan que es la mejor que he hecho”, recalca el realizador para ejemplificar de qué manera no hay un acuerdo sobre su obra. Quizás por la complejidad de este filme, Saura vuelve en su más reciente proyecto a la música. El cineasta dirige un ballet que recrea el mito de Salomé, interpretado por la bailarina Aída Gómez y con música de Roque Baños que también llegará a la gran pantalla como película meramente de estudio. Pero eso no es todo. El inquieto director –”en mi horizonte siempre hay un proyecto, y eso me tranquiliza”– ya prepara otro film, sobre su particular visión del rey Felipe II.
Nacido el 4 de enero de 1932 en Huesca –su padre fue funcionario de Hacienda y su madre, pianista–, pero criado en Madrid, Saura soñó de chico con ser bailaor de flamenco o piloto de motos de carrera. “Pero la verdad es que no estaba dotado para ninguna de las dos cosas.” Luego estudió ingeniería, carrera que abandonó para dedicarse a la que hoy sigue siendo una de sus grandes pasiones: la fotografía. Recién en 1952 y por consejo de su hermano Antonio, un reconocido pintor ya fallecido, Saura comenzó sus estudios en el madrileño Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, que culminó cuatro años después con la película La tarde del domingo.
Pese a ser un hombre de izquierda que en los años ‘60 tendría contactos con la organización cinematográfica comunista Uninci, y a que sus padres eran republicanos, Saura no abandonó España, como hicieron otros artistas e intelectuales, durante la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975). Así, sus películas, como El jardín de las delicias (1970) o Ana y los lobos (1972), sufrieron constantemente la censura del régimen,si bien en algunas la crítica al sistema político estaba tan escondida entre la compleja trama que pasaba desapercibida para los censores. El final de la dictadura fue para Saura una liberación creativa, puesto que ya no sentía la responsabilidad de tener que denunciar la represión. “Mi primera película liberadora fue Elisa, vida mía (1977)”, explica. “Desde que terminó el franquismo, dejé de hacer un cine político. Quizás mi capacidad para pensar las cosas en términos de política haya concluido con la dictadura”, reconoce.
Saura fue durante diez años compañero de la actriz Geraldine Chaplin -hija del gran cómico Charlie Chaplin–, que protagonizó varias de sus películas y con la que tuvo uno de sus seis hijos. Hoy vive con su cuarta mujer, Eulalia Ramón. Entre sus películas se destacan además La caza (1966), Cría cuervos (1976), Ay, Carmela (1990), Flamenco (1995), Pajarico (1997) –una “autobiografía inventada” basada en su propia novela– y la polémica Tango (1998), que en la era de Julio Mahárbiz como director del Instituto Nacional de Cine terminó nominada para el Oscar por la Argentina.

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Carlos Saura dirigió más de treinta películas, generalmente destrozadas por la crítica española.
“Si yo dependiera de España hubiera hecho mucho menos cine. Los críticos se dedicaron a denostarme”.
 
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