ESPECTáCULOS › “STORYTELLING” LLEGA DESPUES DE HABER CAUSADO ESCANDALO EN EE.UU.

Todd Solondz, un auténtico provocador

A los 42 años, el director de “Felicidad” es el gran polemista del cine independiente estadounidense. Con “Storytelling”, presentada en el reciente Festival de Buenos Aires, Solondz propone una película políticamente incorrecta, destinada a causar reacciones encontradas.

 Por Martín Pérez

Aunque para muchos la primera película del cineasta estadounidense Todd Solondz es Welcome to the dollhouse (estrenada en Argentina como Mi vida es mi vida), en realidad no es así. Su verdadera opera prima lleva el más que oportuno título de Fear, Anxiety and Depression –miedo, ansiedad y depresión–, una enumeración que define la mayoría de los problemas de los personajes de sus films más conocidos. Y que también definió su relación con el cine, ya que el fracaso de aquel debut llevó a Solondz a dedicarse durante un tiempo a olvidar el cine para enseñarle inglés a los inmigrantes rusos. “Hágame el favor de no ver jamás ese film”, le pidió Solondz al periodista del diario inglés The Guardian, que se lo recordó. “Es un film horrible.”
Si Solondz sólo se refiere así a aquel olvidado debut cinematográfico -en el que incluso actúa, interpretando a un dramaturgo–, muchos críticos de cine han sido cada vez más crueles con el correr de su filmografía. Empezando por Felicidad hasta llegar a la terriblemente polémica Storytelling, su film más reciente, presentado en el último festival de Buenos Aires y a punto de estrenarse comercialmente en la cartelera porteña. “La odio, la odio, la odio”, es la frase con la que el crítico neoyorquino Andrew Sarris –por ejemplo– cerró su artículo sobre el film. Aunque muchos de los cuestionamientos sobre el cine de Solondz son un poco más articulados. “Creo que todas las preguntas son pertinentes”, declaró Solondz. “¿Estás siendo cruel o es una descripción de la crueldad? ¿Estás siendo condescendiente o estás respetando la integridad de tus personajes? ¿Estás explotándolos? Pero detrás de todas esas preguntas, creo que la dificultad que la gente tiene con mi trabajo es que hay efectivamente allí un centro moral. El problema es que no pongo carteles diciendo qué sentir frente lo que sucede.”
A los 42 años, Solondz es algo así como el gran cineasta polémico del cine independiente. Se reveló como tal con Felicidad, su anterior film, cuyo centro es una particular escena sobre un padre y un hijo hablando de sexo. Claro que la misma sucede justo cuando el padre está a punto de ser encarcelado por haber abusado sexualmente de los amigos de su hijo. El centro de la polémica de Storytelling es una caja roja en medio de una escena, que oculta lo que la censura estadounidense no dejó ver al público de su país. “Para mí esa caja es un triunfo”, aseguró Solondz. “No quería que me pasase lo mismo que a Stanley Kubrick en Ojos bien cerrados. Quería que la gente supiese qué era lo que no le dejaban ver.” Y lo que la censura norteamericana no le dejó ver al público de su país –porque en el resto del mundo, incluida la Argentina, la escena se ve sin la caja– es a un profesor de literatura sodomizando violentamente a una de sus alumnas. “Me encanta esa caja roja”, declaró Selma Blair, que interpreta a la alumna sodomizada. “Me vuelve loca el hecho de que mi culo desnudo sea considerado algo censurable, pero no así la frase: “Cogeme, negro”, que se escucha perfectamente durante toda la escena”. Admite Solondz: “Sé que mi trabajo no es para todo el mundo, pero ni siquiera las películas de Spielberg son para todos”.
Mucho más consciente de su cine y de lo que genera su cine en este film que en los anteriores, Solondz decidió dividir Storytelling en dos partes. Una lleva por nombre “Ficción”, y es una suerte de cuento corto sobre un taller de literatura (que incluye a la alumna y el profesor en cuestión); y la otra se llama “No–ficción”, y cuenta la filmación de un documental sobre un adolescente de los suburbios. “Después de una película como Happiness, con una estructura de múltiples historias, quise experimentar con otras formas”, explicó Solondz. “Cuando empecé a trabajar en el film, sabía que iba a tener dos partes. La estructura que pensaba era la de una especie de prólogo y luego su continuación. Pero luego de escribir laprimera historia, me di cuenta que no quería que siguiese. Y pensé que lo mejor era acercarse al mismo tema, pero desde otro punto de vista, con diferentes personajes. De esta manera, quedaría como un cuadro con dos paneles. Para alguna gente se trata de dos cortometrajes. Para mí, Storytelling es un solo film, cuyo resultado es mayor que la suma de sus partes.”
Aunque el tema que une ambas historias está claro desde el título del film, lo que completa este díptico sobre el acto de narrar es el subrayado sobre la ¿inevitable? explotación involucrada en ese acto. “La primera parte, la que involucra a la alumna y su profesor, se pregunta sobre quién explota a quién, e incluso sobre la autoexplotación. Y conduce hacia la segunda parte, en la que un documentalista fallido encuentra su redención explotando al sujeto de su documental”, explica Solondz, que en esta segunda parte encuentra tiempo para referirse a algunos films, como el documental American Movie, de Chris Smith, exhibido el año pasado en el festival porteño de cine independiente y que intenta contar más o menos lo mismo que el cineasta de la segunda parte de Storytelling. Pero la más feroz tomadura de pelo está dedicada a Belleza americana, el film de Sam Mendes. “Un par de años atrás alguien me dijo que Mendes había dicho que mi film era condescendiente con sus personajes”, explicó Solondz. “Por eso sentí que tenía carta blanca para incluir mi propio homenaje a Mendes y a su film.”
Si la primera parte tiene a la famosa caja roja y a sus censurados ocupantes, la alumna y el profesor, en la segunda parte Solondz se dedica a seguir explotando a su presa preferida: la familia de los suburbios. “Como escritor fui formado en el suburbio. Quiero decir: crecí allí”, intenta excusarse Solondz, que puso como cabeza de la familia de “No-ficción” a John Goodman, una familia que incluye el habitual niño protagonista de sus películas (“Cuando tenía once años, nunca entendía por qué los adultos no me trataban como un par”, confesó al respecto Solondz). Que en este caso es un niño ejemplar, e insoportable. “Mikey es emblemático del vacío moral en el que fue criado. Hay quien lo describió como un demonio, pero hay cierta pureza en la visión de este niño, una cierta inteligencia que aparece como terriblemente lógica. Creo que sería terriblemente exitoso en el mundo que lo rodea, que conseguiría un buen sitio en la sociedad.”
A la hora de describir a Solondz, hay quienes eligen compararlo con Woody Allen. Criado dentro de la comunidad judía de la costa este estadounidense, con sus anteojos enormes y su pelo escaso y revuelto, Solondz aparece más precisamente como una puesta al día en versión slacker del buen Woody. Pero si Allen supo escandalizar a sus acólitos desde sus escándalos judiciales antes que a través de su cine, lo de Solondz realmente es otra cosa. O, tal vez, una verdadera puesta al día de la comedia más feroz. “Mis películas son comedias terriblemente tristes y dolorosas. Pero son comedias. Me emociona lo que encuentro gracioso y viceversa. Creo que mucho de este mundo no sería soportable sin el humor”, explica Solondz. “Califico a mis películas como comedias, pero eso no quiere decir que se trate de bromas. Son terriblemente serias para mí, y no reconocer eso es más problemático que acusarme simplemente de ser inmoral.”

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Solondz controla en el “video assist” una escena con Paul Giamatti, algo así como su alter ego.
 
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