ESPECTáCULOS › RICARDO NOLE, DANIEL MAZA Y EL FESTIVAL DE CANDOMBE-JAZZ

“Nosotros elegimos el hambre”

Los dos músicos uruguayos encabezan un encuentro que “lleva al candombe como estandarte”, pero a la vez demuestra la versatilidad de ese género para fusionarse con múltiples estilos.

 Por Cristian Vitale

Una vez, en 1989, Ricardo Nolé estaba a 100 kilómetros de Oslo y seguramente jamás olvidará la secuencia: junto a Rubén Rada, Beto Satragni y los hermanos Fattoruso (Hugo y Osvaldo) dio el mejor recital de su vida. “Juro que si me exprimían no me sacaban nada. Ese día dejé el alma en el piano. Nunca más me pasó algo así”, evoca. A Daniel Maza, la anécdota del colega le detona otros momentos sentidos, por ejemplo cuando Hugo y Osvaldo lo invitaron a participar en su trío de jazz-candombe –“justo ellos, a los que había admirado toda la vida. Fue la gloria para mí”– o el momento en que tuvo que componerle un tema a Osvaldo, porque si no renunciaba a su trío. “Se llama De puro apuro. El se había cansado de venir a Buenos Aires 70 veces por año para tocar los mismos temas. Un día me dijo: ‘Si no hacemos temas nuevos no vengo más’, y me salió éste.” La serie de recuerdos no aparece porque sí. Causalmente, sus partícipes animarán el Festival de Candombe-Jazz mucho más cerca del Obelisco que de Oslo: en La Revuelta (Alvarez Thomas 1368).
“Esto es algo nuevo, distinto. Aunque no parezca, somos pocos los que llevamos el candombe como estandarte”, arriesga Nolé. “Sí, va a ser bien candombera la cosa”, acota Maza, menos verborrágico. La jornada de apertura, hoy, estará a cargo de Beto Satragni (ver aparte); mañana toca Daniel Maza con su trío (Osvaldo Fattoruso en batería y Abel Rogantini en piano) y el domingo cierra Nolé, también con su trío (Alejandro Herrera en bajo y Ernesto Zeppa en batería). “El candombe ha pegado bastante, es muy grande la influencia que hubo de Jaime Ross y de Rada, que para mí son los próceres de la música uruguaya. Gracias a ellos se ha gestado una serie de movimientos que después los músicos tomaron como referencia para transformarlos en lo que les gusta hacer. Algunos lo fusionan con rock, otros con jazz... qué sé yo, hasta la Bersuit lo hace. Parece que descubrieron algo que nosotros venimos haciendo hace 30 años, ¡si hasta estamos tan viejos que ensayamos por mail! Más vale tarde que nunca, ¿no?”, refiere Nolé.
–¿Por qué son músicos ustedes?
Daniel Maza: –A mí me gustaba mucho el fútbol, pero mi casa era muy musical. En realidad soy electricista de autos y tengo el diploma colgado en la pieza (risas), pero lo que me hace feliz es tocar. El otro día me reuní con el manager y fui muy claro. Le dije: “Mirá, yo no quiero hacer dos laburos de 4 mil pesos, sino ocho de 2 mil”. Lo que quiero es tocar y nada más. No podría hacer otra cosa... además no sé qué podría hacer.
Ricardo Nolé: –Yo vengo de una familia de músicos: mi viejo fue director musical de Canal 13; mi tío estuvo en la Sinfónica de Caracas. No pude zafar (risas). Lo que más le agradezco a mi viejo fue el hecho de haberme sentado frente al piano a los seis años y obligarme a estudiar, si no no lo hubiese hecho. Mientras los chiquilines jugaban a la pelota, yo tenía que tocar. Era un garrón, me la pasaba practicando técnicas con el piano. Pero por suerte, uno después lo capitaliza. Bah, no sé, porque el nuestro es un camino arduo. Yo diría que elegimos el hambre.
D. M.: –Sí, los músicos vivimos al día. Si no somos inteligentes como para guardar un poco de dinero, estamos acabados... y más con la música que hacemos nosotros.
El background musical de ambos tiene un hilo común: todas las fusiones posibles que brinda el candombe. Pese a sus escapadas bolerísticas, Maza –ex bajista de Luis Salinas y el trío Fattoruso– ha entregado su carrera al género de fusión: su primer disco (Música destilada) y el que vendrá (Vamo’ arriba) lo prueban claramente. “Los dos tienen la misma onda, murga, candombe, salsa”, clarifica. El perfil de Nolé, hombre nacido en el populoso barrio La Comercial de Montevideo, es más acústico, pero el jazz-candombe se nota cristalino en su cuarta y última producción (Deprofundis) y en la que vendrá. “La voy a llamar Interiores, porque tiene que ver con nuestros paisajes internos.”
–¿En qué grado influyen el clima y el contexto a la hora de componer?
R. N.: –Bastante. La ciudad de Montevideo es gris, muy gris, salvo en el lado de la costa, donde está la gente de guita (risas). El Río de la Plata no se puede evadir de la melancolía y el tango ha influido mucho en este aspecto. Cada vez que en Uruguay digo que el tango se toca en Buenos Aires, me quieren matar, pero para mí es así, como el candombe pero al revés. La tristeza es parte de nuestra idiosincrasia.
–Entonces Charly se equivocó: la alegría es sólo brasileña.
D. M.: –Pero sólo en algunas partes. También tienen sus lugares oscuros.
–¿Hay un candombe triste y otro más festivo o son parte de lo mismo?
R. N.: –Yo creo que la tristeza va por el lado del candombe de Zitarrosa, que es casi milongón. La música de Zitarrosa no es depresiva, pero se acerca. La de Mateo también, aunque si escuchás Solo bien se lame, es de una frescura que acaricia la cara. Zitarrosa es siempre más gris.
D. M.: –La diferencia se nota en las comparsas: cuando hacen un candombe más bajo se van al milongón, que es el candombe lento, difícil de tocar.
–Hay un candombe muy lindo de Maza que se llama Mateo, como Eduardo y como su hijo. ¿Es el referente inevitable para la nueva generación de músicos uruguayos?
D. M.: –Mucha gente no sabía quién era Mateo antiguamente y ahora tengo alumnos que hasta me han pasado cosas de él a mí. Mateo es el inventor de este tipo de música, es una gran influencia.
R. N.: –Sí. Y se tuvo que morir para que lo reconocieran. Cuando estaba vivo, ni siquiera en Uruguay le daban bola. Mateo fue el tipo que abrió las puertas a lo que vino después. Yo creo que hoy, si viviera, sería tan reconocido como Jaime Roos o Rada. Desgraciadamente le tocó otra época.
–Resulta polémico a veces marcar la especificidad musical de Uruguay respecto de Argentina. ¿Cuál piensan que es?
R. N.: –Lo único que nos hace autóctonos es el candombe. Si bien nació rioplatense, se volcó hacia Uruguay cuando acá liquidaron a todos los negros en la guerra de la Triple Alianza. Es el toque de distinción respecto de Argentina y también de Brasil. Lo que pasa en el barrio sur de Montevideo es único y netamente uruguayo, como el jazz de Nueva York, que tiene ese sonido gris, sustancioso, que no podría salir de otro lado. Ni el jazz ni el candombe tienen que ver con los árboles, el mar y las palmeras. Por suerte.

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“Algunos fusionan el candombe con rock; otros, con jazz... hasta la Bersuit lo hace”, dice el dúo.
 
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