ESPECTáCULOS

La música, como un gran relato

El concierto de la Filarmónica de Buenos Aires, en el Colón, tuvo la virtud de descubrirles un eje a obras de Debussy, Barber, D’Astoli y Scriabin.

 Por Diego Fischerman

En una de sus visitas a Buenos Aires el violinista Gidon Kremer explicaba su idea acerca de cómo programar un concierto. “Es un relato”, decía a Página/12. “No se trata de poner una obra detrás de otra sino de pensar en cada composición como si se tratara de personajes y situaciones. Un concierto debe tener un comienzo, un desarrollo, un clímax y un final, que puede o no ser precisamente ese clímax.” En ese sentido, el segundo concierto del abono 2002 de la Filarmónica de Buenos Aires fue ejemplar. No sólo se trató de cuatro obras interesantes e interpretadas con gran corrección sino que cada una de ellas pareció conducir naturalmente a la siguiente. Y en este caso sí el clímax (el poderoso fortísimo en Do Mayor con el que Alexander Scriabin concluyó la obra que iba a llamar Poema Orgiástico y finalmente bautizó Poema del Extasis) coincidió con el final. El comienzo, sin embargo, estuvo situado algo antes del solo de flauta (magníficamente tocado por Claudio Barile) con el que empieza el Preludio a la Siesta de un Fauno de Debussy. Si todo concierto es un relato (o un drama), éste tuvo una larga introducción basada en la tensión y la demora generada por una amenaza anónima. El aviso de que en el Colón había una bomba hizo que el público se agolpara en la calle, charlando amablemente con los propios músicos vestidos de frac, mientras los perros de la división especializada en explosivos de la policía se ocupaban de revisar la sala. Media hora después de lo previsto, Mario Perusso ocupó el podio y entonces sí tuvo lugar el excelente primer acto. La obra de Debussy, estrenada en 1894, mostró su poderío revolucionario y su belleza intactos. Si Stéphane Mallarmé buscaba escribir en función de la música de las palabras más que de su significado, Debussy, inspirado en Mallarmé para su Preludio a la Siesta de un Fauno, hace el camino inverso y construye su música con la prosodia del idioma francés. Perusso, haciendo hincapié en los climas poéticos, entregó una versión casi aérea, en la que tuvo como principal aliado, además de Barile y de una orquesta singularmente homogénea, al solista de oboe, Néstor Garrote.
En el Concierto Op. 14 de Samuel Barber, Pablo Saraví logró una interpretación de gran altura, intensamente lírico en los dos primeros movimientos y ferozmente virtuoso en el último. Buen fraseo, afinación segura y un notable manejo de los matices fueron sus armas a la hora de habérselas con una de las obras más interesantes escritas para violín y orquesta durante el siglo XX. Podrá decirse que esta composición de 1939 es en muchos aspectos anacrónica y que su lenguaje atrasa por lo menos cincuenta años. Pero el uso del romanticismo que hace Barber es un uso cargado de nostalgia. En el comienzo de la segunda parte, una intensa obra para cuerdas del argentino Bruno D’Astoli abrió el juego para el fenomenal delirio con el que Scriabin intentó traducir a sonidos su “ascensión hacia el sol”. Scriabin estaba loco, pero su obra, empezando por sus sonatas para piano y concluyendo con Prometeo y con este Poema del Extasis tiene momentos de excepcional calidad. La lectura de la Filarmónica de Buenos Aires, conducida con seguridad por Perusso, fue sutil en su diferenciación de momentos de tensión y de distensión y se destacaron Marcela Magin en el maravilloso solo de viola y Haydée Seibert Francia en el del violín (que preludia el anunciado éxtasis final).

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De Debussy se pudo disfrutar su “Preludio a la Siesta de un Fauno”.
 
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