ESPECTáCULOS › BORIS EIFMAN HABLA DE SU “HAMLET RUSO”, EN EL LUNA PARK

“No nos parecemos a ningún ballet”

El director de la compañía de danza clásica más renombrada de Rusia está en Buenos Aires presentando su propia versión de Shakespeare, con Julio Bocca como bailarín invitado.

Por Analia Melgar

“Un ballet es un cuadro, o más bien, una serie de cuadros conectados entre sí por el argumento que brinda el tema al ballet, y al cual no puedo comprender sin una introducción, nudo y desenlace (...) El escenario es el lienzo sobre el cual el coreógrafo expresa sus ideas.” Hubo un tiempo en que esta cita fue revolucionaria. Extraída de Lettres sur la dance, del teórico de la danza francés Jean Georges Noverre, sintetiza las aspiraciones de Boris Eifman, director de la compañía de danza clásica más novedosa de Rusia, con proyección de San Petersburgo al mundo. A comienzos del siglo XXI, encuentra en Noverre criterios artísticos capaces de guiar su propio trabajo. Está en Buenos Aires presentando en el Luna Park su Hamlet ruso. Cincuenta bailarines espigados, una escenografía inmensa y la actuación de Julio Bocca como bailarín invitado aseguraron localidades agotadas. Eifman lleva adelante una batalla en su carrera.
Nació en un pueblo de Siberia, en 1946. Se formó en la Academia de Ballet de Leningrado. Comenzó colaborando con grupos de patín artístico. Con su Pájaro de fuego para el Ballet de Kirov ganó reconocimiento. En 1977 creó su propia compañía. Hizo giras por el interior de Rusia hasta que recibió el permiso estatal para presentarse en el exterior: Europa, Asia, Sudáfrica, Brasil y Chile. En 1997, convocado por el director Vladimir Vasiliev, llevó su compañía al Teatro Bolshoi. Recién en 1998 fue recibido en Nueva York y se catapultó a la fama internacional. Más de cien funciones anuales logran completar las necesidades económicas de este ballet al que su gobierno aporta un 30 por ciento del financiamiento. La mayoría de sus obras relata biografías reales o ficcionales. Muchos autores estructuran la base de sus trabajos: Molière, Dostoievski, Tolstoi, Zola.
Hamlet ruso es una historia de infortunios y locura que combina la historia nacional con la pieza de Shakespeare. En este caso, Hamlet es el emperador Pablo I (1754-1801), hijo del zar Pedro III (1728-1762) y de Sofía de Anhalt (1729-1796). Muchas similitudes existen entre Pablo y el meditabundo shakespeariano: su padre murió en una conspiración urdida por su madre quien, convertida en emperatriz, se colocó el nombre que la hizo famosa: Catalina la Grande.
–¿Por qué convocó a Julio Bocca?
–A Bocca lo vi por primera vez en 1985, cuando recibió la Medalla de Oro en Moscú. Ya entonces me sorprendió. La segunda vez lo vi bailando en Nueva York. Vi que tenía las cualidades precisas para interpretar al zar Pablo: inteligencia, fragilidad, los rasgos dramáticos. Entonces, se integró al grupo y llevamos Hamlet ruso a Nueva York, San Petersburgo y Buenos Aires. En todas partes tuvimos éxito.
–¿Cuál es la búsqueda que lleva a cabo?
–El mundo conoce los ballets tradicionales de Rusia, pero yo demuestro que el ballet ruso tiene una historia que continúa. En mi teatro utilizo lo clásico y lo moderno como medios para expresarme. Reinterpreto la danza clásica, agrego variantes en coreografías, escenografías y escenificación. Y muestro un nuevo modelo de bailarín, con técnica excepcional y capacidad para expresar emociones e ideas filosóficas.
–¿Cómo los seleccionó?
–La selección es rigurosa y compleja. Viajamos por Rusia buscando nuevos integrantes. Los seleccionados se instalan en San Petersburgo y estudian dos años con la compañía. Recién entonces pueden ser aceptados o no. Entonces, se incorporan a una rutina exigente. El entrenamiento es igual al ballet clásico, pero con un ritmo más acelerado, una velocidad que se traduce en fuerza sobre el escenario.
–¿Qué coreógrafos de la danza moderna impactaron en la renovación de su ballet?
–Todos los que bailan en este momento se implican en mi obra, y ninguno a la vez. Yo estudio y acepto todos los bailes, pero en mi teatro trato de hacer algo propio y particular. Existen muchísimas compañías que lanzan su influencia, pero la grandeza de mi teatro es que nosotros no somos parecidos a ningún otro ballet. Sobre la línea del ballet tradicional ruso generamos una renovación contemporánea, con nuestra marca propia.
–¿Por qué toma textos literarios?
–Porque esas obras me permiten expresar conflictos existenciales centrados en un personaje, lo que es ya el estilo de nuestra compañía que se basa en Noverre, quien consideraba al ballet como un arte basado en las tragedias de los seres humanos.

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El coreógrafo dirige el Eifman Ballet desde 1977.
 
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