ESPECTáCULOS › TERESA PARODI HABLA DE SU NUEVO DISCO

“Las mejores canciones son las que nacen por necesidad”

En Pequeñas revoluciones, se nota la mano innovadora y algo rocker del productor Pepe Céspedes, bajista de Bersuit, pero la esencia folklórica es la misma de siempre. Y su compromiso social, también.

 Por Cristian Vitale

Una canción de su flamante disco, quizás la más bella, ratifica el rol de Teresa Parodi como cantautora indudablemente popular y sensible a las desdichas del hombre común, sufrido, ese que desde niño ya está inexplicablemente desprotegido. Se llama Corre niño, corre y ante la primera escucha hace caer un reguero de fichas antiolvido. “Centré la historia en ese pibe que viene con el trapo más vale sucio a querer limpiarte el parabrisas, con el que muchas veces nos enojamos. Quise plantar eso delante de los ojos de todos nosotros. Trato de decir que antes de enojarte te acuerdes”, explica a Página/12.
La letra, simple como todas las suyas, de veras conmociona: “Tan chiquitito en las avenidas / a contramano / le hace gambetas a la tristeza / como jugando”, canta Teresa en medio de una percusión suave, tenue, acorde al brillo oscuro de esa historia de pequeño changarín muerto de frío. “Sé que una limosna no soluciona nada, pero ese chico está indicando ‘trato de hacer algo para que me des algo’. A lo mejor con esa monedita le provocás una sonrisa, le hacés bien un ratito. Fijémonos en la inmediatez también”, pide, exige casi.
El resto del disco, Pequeñas revoluciones es su nombre, transcurre algo previsible pero actual y sobre todo positivo, como acostumbra esta mujer nacida en Corrientes hace ya 57 años, que de muy joven dejó su trabajo como maestra rural para probar suerte en Buenos Aires con un segundo disco que plantó sus intenciones desde temprano: Canto a los hombres de pan duro (1983). Que a veces le fue bien, como durante los ‘80 —Letra y música, por ejemplo–, y otras no tanto, como durante el menemismo, cuya cultura, por superficial, intentó ningunear sus testimonios, los desvalorizó. “En los ‘90 seguí grabando discos, pero pasé a ser una artista no mediática. Mi canción quedó atrás porque se instaló un modelo cultural que no le correspondía. En la sociedad había parálisis, silencio, una especie de complicidad preocupante. Modelo perverso como pocos fue ése, otra forma de desaparecer”, dispara, con cierto rencor que sopesa su mirar azul.
Pequeñas revoluciones, sucesor de Soy feliz, consta de doce canciones en su mayoría de su autoría, con la excepción del chamamé-bonus llamado Che Rubicha que cierra el disco. Se nota la mano innovadora y algo rocker del productor que Parodi eligió entre los que proponía la compañía, Pepe Céspedes, bajista de Bersuit, y también la frescura del sexteto que contiene su canto (Raúl Miño, Marcelo Predacino, Raúl Guita, Lucas Homer, Iván Zárate y Claudia Mazzeo). “Me encanta la Bersuit, por eso lo elegí a Pepe -.admite–. Grabamos en un clima regrosso; el tratamiento de la batería y la percusión es muy de banda de rock.” Al repertorio lo divide en dos segmentos: canciones cuyo testimonio “debe dar” y canciones de tono celebrante, pero a todas las engloba tras el título del disco. “Pienso que todas son pequeñas revoluciones de amor, porque detonan recuerdos, porque el canto popular acompaña la vida de la gente minuto a minuto. Ellas provocan, movilizan, revolucionan”, define la autora de Pedro Canoero.
–Entre aquéllas cuyo testimonio “se debe dar”, aparece Nunca Más, con la intervención de León Gieco. ¿Qué significa ese Nunca Más hoy?
–Ya no está solamente referido al genocidio, porque vimos que hay muchas formas de matar. Es un Nunca Más a la corrupción, a la falta de educación pública, a la falta de trabajo. En la letra digo que al país lo busco en los que sueñan, y entre ellos está León, claro, por eso lo elegí para acompañarme.
–Canto labriego, por su tratamiento sonoro y testimonial, parece introducirse en el legado yupanquiano. ¿Lo encaró como un canto simple al campesino? –Le escribo al que no tiene un pedazo de tierra donde caerse muerto, y que es el que sostiene la producción. En mi provincia se ve mucho ese peón de campo sin derechos, los sin tierra de América, que hoy están marcando un gran camino.
–Y enlaza con Oda al pueblo caminando. “Pie calzado de poesía / tiene el pueblo caminando / camisa de jornalero / pecho abierto, brazo en alto”.
–”El inocente está despertando / no se contenta con ver el sol / quiere bajarlo y multiplicarlo” –prosigue–. Claro, mi amigo, es el pueblo que no se detuvo, que no dejó de caminar. Todo el que lucha tiene esperanza y en la esperanza está la resistencia. La letra la escribí un 24 de marzo en una marcha que se hizo en Plaza de Mayo. Yo estaba ahí y veía entrar al pueblo trabajador. Me conmovió. El trabajador es el que sostiene cualquier país que quieras construir.
–La mayoría de las canciones tienen un tratamiento folklórico muy prolijo y en el medio aparece un bolero –Hay gente que sueña–, que corta un poco la integridad del disco...
–Me di el permiso; los boleros no tienen por qué hablar siempre del romance entre un hombre y una mujer.
–¿Acuerda con la idea de que este disco es menos festivo, más intimista que Soy feliz?
–A mí me parece que es muy celebrante.
–¿Musicalmente también? Hay canciones que marcan otra cosa, como Bajo el naranjo amarillo o el mismo Pequeñas revoluciones.
–Generalmente mis canciones no son tan para bailar, tal vez los ritmos.
–La alegría no es tan afín a los cantautores que se dedican a la canción social. A veces prima el escepticismo en ellos. ¿Por qué en usted no?
–Si no tuviera esperanza, creo que no cantaría más, así de corta te la hago. Sigo cantando porque soy una convencida de que el mundo justo en el que nos gustaría vivir es posible. Y creo que depende del protagonismo que queramos tener en ese cambio. Yo me siento invicta como la esperanza, a pesar de que vengo de una generación que tuvo muchas derrotas. Creo que la gran victoria es que no me he rendido, soy parte de un período que veo como un giro histórico. Fijate cómo han cambiado los dirigentes en América.
–O se aggiornaron los que estaban.
–También. Se fueron transformando a partir de las exigencias mismas del pueblo.
–¿Qué es lo que encara cuando compone: una militancia, la intención de erigirse en portavoz de la gente?
–No. Las canciones me nacen por necesidad, por lo imperioso de decir algo. Soy muy compulsiva para escribir. Todo el tiempo se me van poniendo cosas por delante que tengo que contar en canciones, o escuchar a alguien, o leer un poema, o ver una película emocionante. Siento que soy una especie de esponja.

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“El canto popular acompaña la vida de la gente minuto a minuto”, afirma Parodi.
 
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