ESPECTáCULOS

Vampiros en tono de pura guarrada

 Por Martín Pérez

Como Aliens, pero protagonizada por Hombres de negro. Como La danza de los Vampiros, pero con otra clase de humor. Y decididamente otro ritmo. Como la mejor de “piña-patada-piña”, pero con la sangre bien en primer plano. Como los Doce del patíbulo, pero con una misión un poco más violenta. E inverosímil. Como el Doom o cualquier otro jueguito electrónico cuyo único fin sea avanzar disparando, pero con balas de plata. Y mucha más sangre por todos lados, claro.
El juego de las referencias es interminable cuando se habla de este Blade II, un film permanentemente en deuda con toda clase de antecesores, pero honrando esa deuda con humor, humildad y muchos guiños. Porque Blade II es en realidad como Blade pero con la fórmula mejorada, como se suele decir en los comerciales. Y, precisamente, si a algo recuerda la excesiva estilización del film del mexicano Guillermo del Toro es a cualquier comercial que venda estética antes que producto. Por momentos el mejor comercial de sí mismo, Blade II es un gran entretenimiento. Al menos para quienes sepan unir comics, superhéroes, vampiros, gore y, ¿por qué no?, que también se atrevan a sumarle sadomasoquismo a la dieta.
Tal vez el film más oscuro del momento –literalmente: en una sala con mala proyección es posible que no se vea nada–, Blade II es un film decididamente de género. Y que juega permanentemente con todas las convenciones. Continúa la saga de Blade, un vampiro renegado que es en realidad mitad vampiro y mitad humano, pero honra más su mitad humana que la vampira. Blade es un eficaz cazavampiros que tiene todos los poderes de sus enemigos, pero ninguna de sus flaquezas. Salvo la “sed”, esa necesidad de sangre que suple, cual si fuera metadona, con una inyección diaria.
El film comienza mostrando a Blade en acción como en el mejor de los videojuegos, instalado en Praga y en busca de su mentor, muerto en la primera película pero aquí con razones para suponer que sigue vivo. Pero, pese a todo lo eficiente que pueda ser Blade en su lucha contra los vampiros, hay algo que los mata aún mejor muertos. Y ese algo es una nueva super-raza de vampiros, y para cazarla es que la nación vampira le propondrá una alianza a Blade. Y lo pondrá al frente de un comando entrenado en un principio para matarlo, pero que ahora en cambio guiará contra esos supervampiros aún más sedientos y mortales que los comunes.
Transmitiendo el entusiasmo del género con mucha honestidad, divirtiéndose y divirtiendo en cada giro de la trama, Blade II es un film lineal hasta la tontera. Pero que, cual tren fantasma, paga –y cómo– en tanto y en cuanto el espectador no se salga de las vías. Porque ofrece toda una profusión de escenas de acción, que comenzarán mostrando mediante atractivos efectos especiales cómo es que muere un vampiro –quemándose hasta dejar sólo el esqueleto– para terminar en hiperbatallas dignas de un “Titanes en el Ring” anfetamínico.
Hay muchas artes marciales en Blade II, pero su oferta no se queda en la acción, sino que también tiene toda una profusión de despliegue tecnológico e incluso anatómico, con una lección de anatomía muy particular, digna de la teniente Ripley y su disección de Aliens. Hay también la ya clásica discoteca de vampiros de Blade, mucho diálogo filosoy amenazante a cargo de papá Kristoferson, Wesley Snipes y su antagónico Ron Perlman, y más de un giro en una trama de lealtades y traiciones que no pierde su ironía y que –muy sagazmente– encarnará su tragedia recién hacia el final del metraje. Y con mucha clase. Justamente: clase B y feliz de serlo, Blade II es –pese a toda clase de flagelaciones y gratuidades– ciertamente un film honesto. Fiel a lo que ama y al público que le da de comer, y al mismo tiempo queriendo ofrecer algo más. Como el español Santiago Segura que aparece en el prólogo y el epílogo, recordando que en realidad todo esto no es más que una guarrada. Digna, entretenida y hasta entusiasta, pero guarrada al fin.

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Wesley Snipes es Blade, un héroe mitad humano, mitad vampiro.
 
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