EL PAíS › ARTURO O’CONNELL, EL MAYOR EXPERTO LATINOAMERICANO EN DEUDA

“Se viene la recomposición de las visiones económicas”

¿Cae la economía mundial? ¿Por qué Brasil es vulnerable? ¿Por qué Krueger quiere discutir un mecanismo para regular la quiebra de los países como si fueran empresas? ¿A qué juega O’Neill? ¿Habrá nuevos salvatajes?

 Por Martín Granovsky

Economista, profesor de la Universidad de Buenos Aires, antiguamente sucesor como secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Ricardo Lagos, el actual presidente chileno, Arturo O’Connell es el mayor experto regional en deuda externa.
–¿Cambió el mundo en los últimos días?
–Se perdió la confianza en una rápida recuperación de la economía norteamericana y mundial. Desde la recesión provocada por los atentados del 11 de septiembre, los números de la economía norteamericana empezaban a mostrar una sorprendente capacidad de recuperación. Pero la situación se agravó.
–¿Hay recesión en puerta?
–Hay una pérdida de firmeza de la recuperación.
–¿Por qué se produce?
–Parte de esa pérdida tiene que ver con que las empresas en Estados Unidos se encuentran con dificultades de cumplir con metas de ganancia como las que estaban acostumbradas a conseguir en los últimos años. Eso se combina con los descubrimientos de que parte de esas ganancias del pasado eran puro dibujo. La desconfianza es generalizada: abarca qué pasó, qué pasa y qué pasará. Eso está reflejado por la caída de confianza del índice del consumidor en los Estados Unidos. Los valores mobiliarios sufrieron un impacto negativo muy fuerte.
–¿Y los inmobiliarios?
–Todavía no se han movido. Eso es lo todavía estaba sosteniendo el gasto de los consumidores.
–¿Por qué se mantenía hasta ahora el nivel de actividad de la economía norteamericana?
–Porque el sector privado, y en particular las familias, o no ahorraban o desahorraban. Gastaban más que sus ingresos. Y las empresas venían invirtiendo más de lo que generaban como ganancia. Ese gasto adicional a los ingresos es lo que mantenía un nivel muy alto de demanda en un momento en que el gobierno de Bill Clinton había logrado generar superávit fiscal. Mientras la Bolsa siguió subiendo y los valores de las casas también, todo estuvo respaldado por un capital que crecía. Pero la Bolsa empezó a caer, las empresas reaccionaron recortando gastos y hay déficit fiscal de nuevo. –¿El gobierno de Estados Unidos combatirá el déficit?
–Con el déficit, el gobierno compensa en parte la desaceleración de gastos. La economía cierto déficit para mantener algún nivel de actividad.
–¿Qué áreas sufrirán el impacto mayor?
–El Sudeste asiático y el Caribe. También Europa occidental. Y a nivel interno de Estados Unidos, si las empresas no pueden mostrar un ritmo de crecimiento interesante también habrá retracción en las inversiones.
–¿Qué ocurrirá con el dólar?
–Empezó a caer. Seguramente caerá más. Que la Bolsa se desinfle y el dólar también tiene, además, un aspecto simbólico.
–¿Solo en los Estados Unidos?
–En todo el mundo. El símbolo es que se pinchó la pompa de jabón bursátil, pero también se pincharon las expectativas desmedidas y la arrogancia. Cuando la economía norteamericana era muy exitosa, nadie estaba autorizado a estar en desacuerdo con su forma de funcionamiento. Y eso tenía un gran impacto. Ahora, en cambio, viene un proceso de recomposición de visiones.
–Si algo no es pecado en Estados Unidos, no tiene por qué ser pecado fuera de Estados Unidos.
–Exacto. Son modas de pensamiento que se desparraman por el mundo entero, sobre todo cuando su origen es el poder mediático con centro en Estados Unidos.
–Que la economía norteamericana se desacelere, dijo usted antes, es una mala noticia para el Caribe, el Sudeste asiático y Europa occidental. ¿Para América latina es buena?
–La inquietud y la caída de la Bolsa producirá lo que se llama técnicamente un flight to quality, un cambio de destino de las colocaciones financieras que perjudicará a los países financieramente vulnerables. Los títulos públicos del Tesoro norteamericano o los títulos de deuda de empresas de primerísima línea rinden menos interés que las colocaciones en países en desarrollo, sobre todo cuando la Reserva Federal mantiene baja la tasa de interés, pero el riesgo es menor.
–¿Por qué países como la Argentina, Uruguay o Brasil son tan vulnerables?
–En parte porque para vivir necesitan pedir dinero prestado constantemente para cubrir el servicio de los préstamos anteriores. Brasil estaba financiando, y todavía financiaría este año, el déficit en cuenta corriente con inversión directa. ¿Y después?
–¿Después vienen los efectos del contagio internacional?
–Se puede hablar de contagio cuando se desmonta cierto elibrio armado. El equilibro es, por ejemplo, que la cuenta corriente está calzada con la inversión extranjera directa, o sea que unos números encastran perfectamente con otros. En cambio cuando los inversores financieros se empiezan a preocupar de qué pasa en cada lugar, las empresas brasileñas se encuentran con que no hay quién renueve los vencimientos de sus obligaciones negociables. Y entonces el problema es financiar la salida permanente de capital: no se puede.
–Es un barril sin fondo.
–Sí. Fíjese en la Argentina. El servicio total de la deuda era de 52 o 55 mil millones de dólares. Y las exportaciones llegaban solo a 25 mil millones. El barril sin fondo se produce cuando el mercado no renueva sus colocaciones o hay dificultades para renovar. Antes, la deuda era el 50 por ciento por ciento del producto, y ahora alrededor 150 por ciento. Obviamente, esa deuda necesita ser reestructurada. Este año, el país tendrá 13 o 14 mil millones de superávit comercial. Hasta se podría intentar pagar todos los intereses: entre 10 y 15 mil millones. Lo que es imposible bancar son los vencimientos, sobre todo cuando el Estado no tiene la capacidad de hacerse directamente de las divisas.
–¿Algún país sí puede?
–Claro. Venezuela, por la posesión de su petróleo, y Chile, por la propiedad estatal de una parte del cobre. Ellos muestran la capacidad del gobierno, y no solo el país, de convertir la exportación en divisas. Chile, así, pudo salir de la crisis de la deuda airosamente. En la Argentina, al revés, ya conocimos en los ‘80 los problemas de transferencia interna del sector privado al público. Y eso que el petróleo aún era estatal y la carga no era descomunal como ahora. A mediados de los ‘80, Brasil tenía el superávit comercial suficiente para pagar intereses de su deuda. Pero el Estado no pudo hacerse de las divisas y debió generar recursos endeudándose.
–¿Brasil debe reestructurar la deuda?
–Sí.
–¿Con default?
–No necesariamente. Se puede conversar con los acreedores para un arreglo. Anne Krueger propone un sistema por el cual un país deje de pagar, con aprobación del Fondo, y pueda sentarse con los acreedores sin tener la presión del incumplimiento. Es como los procedimientos locales de quiebra. Ese tipo de acuerdo debería involucrar una reducción de la deuda, pero cierto establishment financiero naturalmente está en contra.
–¿Y las empresas industriales?
–Sienten desconfianza. Hay como un choque entre la middle America, Estados Unidos profundo, y el establishment de la costa Este. Los primeros dicen de los segundos: “Esos señores hacen cosas poco claras”.
–¿Pero hay tanta diferencia entre empresas y finanzas?
–Las empresas que están cayendo ahora son más bien las de la nueva economía: energía o telecomunicaciones. No las de “fierros”, como laAlcoa, de aluminio, a la que pertenecía el secretario del Teosoro Paul O’Neill. Este es el sector que se pregunta por qué rescatar a los plutócratas de Wall Street y a los corruptos de los gobiernos de los países en desarrollo.
–¿Tiene razón O’Neill cuando argumenta contra los paquetes de salvación diciendo que los gobernantes se llevan el dinero de la ayuda a Suiza?
–Yo no quiero proclamar, ni mucho menos, la honestidad de todo gobernante. Pero dicho esto, O’Neill no tiene razón. Salvo Brasil –la excepción que confirma la regla–, todos los gobiernos, cuando hubo crisis financieras, aun con ayuda financiera, cayeron. Pasó con los gobernantes de Indonesia, la Argentina, Corea y México. Hubo lo conocido: renuncia y helicóptero.
–¿La propuesta de Krueger tiene chances de avanzar?
–Está en plena discusión. Krueger sostiene que falta un mecanismo internacional. En todos los países hay ley de quiebras y nadie se escandaliza. Nadie cree que los deudores jamás van a pagar. El sistema capitalista no entró en colapso con las quiebras fraudulentas, aunque las hubo. El grueso de la gente paga sus deudas. En un mecanismo de escala mundial, no haría falta hacer una quita al reestructurar la deuda. Alcanza con dilatar el momento de los pagos y bajar la tasa. Si en lugar del 15 por ciento anual la tasa fuera del 5 por ciento, la Argentina se ahorraría 10 mil millones de dólares al año.
–¿Los paquetes de salvataje son otra alternativa en discusión frente a la idea de Krueger?
–Sí. Incluso algunos dicen que, aunque se tire plata, está bien tirarla, porque finalmente, con todas las críticas a los rescates que hizo gente como (el ex funcionario del Banco Mundial Joseph) Stiglitz, los países salieron de la crisis. Es verdad que otros, como Malasia, y Rusia gracias al aumento de los precios del petróleo, salieron especialmente usando sus propios recursos, pero los paquetes sirvieron. Haría falta, eso sí, que el Fondo disponga de mayores recursos y procedimientos adecuados.
–Tanto la quiebra como el salvataje implican condiciones por parte del Fondo, ¿no es cierto?
–Sí, pero la quiebra –en teoría, al menos– deja las manos más libres.

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