ESPECTáCULOS › “NOCHES BLANCAS”, DE CHRISTOPHER “MEMENTO” NOLAN, CON AL PACINO

A veces la noche es un lujo imposible

El director de “Memento” elige esta vez contar de un modo “normal”: Pacino es un policía que se derrumba de a poco en un pueblito donde el sol brilla 22 horas al día. “La cosa más dulce”, en tanto, es una comedia al estilo Hermanos Farrely, pero femenina.

 Por Horacio Bernades

Con su segunda película, Memento, recuerdos de un crimen –que podía ser considerada un “thriller experimental”–, el joven cineasta británico Christopher Nolan se ganó el lugar tan anhelado de realizador talentoso y a la vez capaz de consumar una efectiva película de género. Originalmente titulada Insomnia, la siguiente Noches blancas lo muestra jugando ya en primera línea de la industria, detalle certificado por la presencia de Al Pacino y Robin Williams al frente del elenco. Claro que, para concretar ese ascenso, Nolan debió dejar de lado el experimento narrativo de la anterior –una historia contada marcha atrás– e incluso de su primera película, Following, donde el relato viajaba incesantemente hacia atrás y hacia adelante, para abocarse a un modelo de thriller más tradicional. Más digerible, también.
Resulta revelador que Noches blancas tenga como padrino artístico a Steven Soderbergh, cuyo pasaje de Sexo, mentiras y video a películas como Traffic y La gran estafa sirve de modelo para todos aquellos jóvenes talentos que quieren cabalgar a lomos de la industria sin abandonar del todo inquietudes narrativas y formales. Remake del film homónimo de origen noruego, Insomnia/Noches blancas presenta a Pacino como Will Dormer, detective de policía de Los Angeles, quien arriba, en compañía de su compañero Hap Eckhart (Martin Donovan) a un pequeño pueblito en medio de la helada Alaska. Llamados por el jefe de policía del lugar, la tarea de Dormer y Eckhart consistirá en develar el crimen de una chica, a quien un psicópata sin duda obsesivo acicaló y aliñó, luego de machucarla a golpes. Héroe contemporáneo, Dormer carga con una culpa que va a teñir todo el relato, y al mismo tiempo verá complicada su tarea por un motivo a medias físico y psicológico.
Planteada desde las primeras escenas mediante la única serie de flashbacks que Nolan se permite, la culpa de Dormer tiene que ver con cierta evidencia falsa plantada durante una investigación anterior. Razón por la cual los sabuesos de Asuntos Internos andan mordiéndole los talones, y que explica también la conveniencia de su traslado a esa especie de purgatorio blanco en el que va a convertirse el pueblito. Purgatorio blanco no sólo por la nieve, sino por el exceso de luz que, interesante paradoja, pone al investigador en sombras. Cuando llegan los forasteros, en esas vecindades del Polo Norte es verano, y los veranos de la zona se caracterizan porque durante 22 horas al día el sol no se pone. Si el truco de Memento consistía en que el héroe padecía de una forma de amnesia que le impedía recordar los eventos más próximos, en Noches blancas Dormer –ironías del nombre– se encontrará con que tanta luz le impide dormir. Como resolver el crimen le lleva una semana, su estado físico se irá descomponiendo a medida que avanza la investigación, y ya en los tramos finales será tal su cansancio acumulado que sus colegas se le reirán en la cara.
Como ocurría en Memento, lo más interesante de Noches blancas no tiene que ver tanto con este dispositivo narrativo, por otra parte forzado(Dormer lograría dormir con la simple ayuda de una cortina blackout, de esas que cuelgan de todos los hoteles del mundo, salvo en el que él se aloja), como con un acto fallido de índole casi freudiana: el involuntario asesinato de un compañero de tareas que podría incriminarlo. La culpa convierte al policía en socio del asesino al que teóricamente debería arrestar, originando así una revulsiva vuelta de tuerca en relación con el canon genérico. Astutamente, el guión pone al héroe frente a su verdadero rostro gracias el personaje de Ellie Burr (Hilary Swank, premiada protagonista de Los muchachos no lloran), policía de la zona que lo tiene por héroe y modelo de conducta. Como el protagonista de Memento, Ellie recorrerá, indefectiblemente, el camino que lleva de la apariencia a la verdad y de la inocencia a su pérdida. En cuanto a Robin Williams, su promocionado paso de payaso a psicópata no termina de cuajar, por la sencilla razón de que el ex docente de La sociedad de los poetas muertos sigue expresándose exclusivamente mediante muecas. Hay que reconocer, en su descargo, que su personaje resulta tan poco creíble como nueve de cada diez psychos del Hollywood actual.

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Will Dormer llega a Alaska para resolver un asesinato, pero las cosas irán complicándose inevitablemente.
 
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