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Cuando en 1991 Javier Daulte invirtió todos sus ahorros en la edición de tres de sus obras, no suponía que tendría que esperar cinco años hasta que sus textos fueran leídos con interés y, por lo tanto, lograran estrenarse. Había comenzado a escribir teatro a los 14 años, luego de la fascinación que le produjo la puesta de Agustín Alezzo de Despertar de primavera, de Frank Wedekind. A pesar de que una obra suya, a los 19 años, recibió una mención en un importante concurso para autores latinos, Daulte escuchó un mismo comentario de parte de todos los directores a los cuales les había hecho llegar su material: “Tus obras no tienen contenido”. Un año después, mientras terminaba la carrera de Psicología, Daulte decidió abandonar la actuación (integraba el elenco joven del Teatro Payró, con el que estrenó Cartas a Moreno, bajo la dirección de Felisa Yeni), pero en ningún momento se planteó la posibilidad de dejar de escribir. Finalmente, se produjo un cambio de foco en la dramaturgia y sus obras pudieron leerse de otro modo: en 1996, en medio de la primera temporada de la exitosísima Criminal, con dirección de Diego Kogan, el autor recibió las felicitaciones del mismo Alezzo, completamente olvidado de que, tiempo atrás, él mismo había leído la obra y la había rechazado, como tantos otros.