ESPECTáCULOS › OPINION

Descubrir una esencia

Por Daniel Burman*

Durante el proceso de producción de una película, uno de los momentos más vertiginosos e inquietantes es la proyección de la primera copia. Uno se sienta en una sala a oscuras y el film se proyecta: parece como “ir al cine”, pero todos los que estamos ahí sabemos que no lo es. Es una situación de extraña intimidad, compartida por un grupo de personas involucradas en la película, que descubren por primera vez qué es lo que realmente han hecho. Inevitablemente, se confrontan nuestras propias imágenes generadas a partir del guión y nuestras expectativas (y fantasías) con la película real. Yo tuve el privilegio de ser parte de ese grupo de personas que descubrimos qué película habíamos hecho al hacer Un año sin amor. Una perturbadora, por provocarnos una sensación nueva. La de entender cuán parecidos podemos ser, de aquellas personas que creemos tan diferentes, y marginadas. Un año sin amor nos confronta con un hecho evidente pero invisible. No importa si vestimos cuero o fina lencería blanca: todos compartimos una búsqueda, más o menos desesperada, por un amor posible. Huir de la soledad. O algo que se le parezca. Y descubrimos también (en la misma película) un profundo optimismo. Novedoso y necesario. De la historia de Pablo surge una sutil esperanza. Poder entender un poco más el dolor del otro, sin tomar el atajo del prejuicio. Un trabajo que vale la pena.

* Director y productor.

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