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Ex apocalípticos y nuevos integrados

Roberto Samar y Marcelo García retoman el debate entre periodistas “independientes” y “militantes” para señalar que, más allá de cualquier debate, la acción periodística modifica los acontecimientos y que hay que superar la falsa dicotomía.

 Por Roberto Samar y Marcelo J. García *

“Independientes” vs. “militantes”: la más reciente dicotomía, en un cuadrilátero plagado de dialécticas, afecta al oficio periodístico. Oficio siempre listo para generar las antinomias de los otros, en este caso se autoincrimina. Los unos integrados se autodefinen como libres y estigmatizan a los otros como sujetados. Los otros, otrora apocalípticos, invierten la carga. En el fondo del asunto está esa cosa llamada realidad: cómo se accede a ella y cómo se la cuenta.

Los medios de comunicación oposicionistas plantean, una y otra vez, que el periodismo independiente está asociado a lo transparente y lo objetivo, y que el periodismo militante bucea en las profundidades de la subjetividad, manchándose con la política. La fantasía del acceso directo a la realidad transparente ha sido cuestionada –con argumentos y con razón– por la academia, pero no ha perdido credibilidad en cierto sentido común social. Las cosas “son”, resabio posible de la raíz positivista en nuestra sociedad.

Pero si algo ha quedado claro en los últimos años de vida pública argentina es que la acción periodística modifica los acontecimientos, bastante más que el termómetro modifica la temperatura del objeto que mide. La batalla mediática instaurada a partir del debate y la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual quitó las caretas de la pretendida objetividad de forma brutal. Los independientes e integrados pretenden continuar su marcha como si nada pasara, pero la realidad ha magullado el ojo miope de la tuerta verdad objetiva. Ya pocos dudan de que la cobertura de un acontecimiento comunica un recorte del mismo. Planos de señoras elegantes en una manifestación connotan una cosa distinta de aquellos que muestren gente proclive al desmán. En casi toda marcha habrá, seguramente, de los unos y de los otros, pero se mostrará más a unos que a otros.

Los sociólogos de los medios en el Norte lo llaman frame, no sólo de imágenes, sino de palabras. Una entrevista con Luis D’Elía, por caso, puede ser presentada como una entrevista con un dirigente social, con un profesor de Historia o con un piquetero. Libertad de encuadre, pero encuadre al fin. Ningún frame falta en su totalidad a la “verdad”, pero todos faltan a ella un poco. La verdad, sostiene Foucault, está atravesada por relaciones de poder. D’Elía, en el marco de nuestras relaciones hegemónicas, es ante todo, para muchos, “un piquetero”.

El trabajador del periodismo “integrado independiente” está condicionado por la línea editorial de la empresa. El periodista “militante, ex apocalíptico”, también sigue, sin duda, una línea. Ambos pueden sostener esa línea con más o menos convencimiento, por dinero o por amor. Se podrá estar más o menos de acuerdo con los intereses que defienden cada uno (negocios, proyecto u otros). Pero eso no modifica los condicionamientos del oficio. En la mayoría de los casos, los trabajadores de prensa no eligen los temas a cubrir, no seleccionan la foto que ilustra la noticia, no disponen del epígrafe, no escriben los títulos ni diseñan las tapas. Cuando se imponen, los condicionamientos instalan en la rutina profesional valores peligrosamente extra-profesionales.

Quienes estamos más cerca de los ex apocalípticos que de los nuevos integrados tenemos que entender que superar la falsa dicotomía impone no repetir las prácticas de éstos. Hay, por fuera de los medios oligopólicos, un abanico heterogéneo de comunicadores convencidos y profesionales. La batalla se gana en radios comunitarias, medios cooperativos y diarios independientes, cuya primera militancia es la honestidad.

Es probable que la plena implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual nos permita pensar más allá de las trincheras de las falsas dicotomías y desarrollar un pensamiento basado en la pluralidad. La ley requiere que se construya y se consolide un actor social al que hoy se empieza (muy) lentamente a ver. Para el periodismo, tomar la palabra en libertad no significa omitir algunas de las mejores prácticas de su tradición. Aunque nadie sea “independiente” y no haya objetividades bobas y todos sean, de una forma u otra, “militantes” y plagados de subjetividades, no está de más sostener, por el bien del interés público y de su propia credibilidad, la separación básica entre información y opinión.

El desenlace reciente del murdochiano inglés News of the World luego de 168 años de vida es una lección a estudiar. La ética profesional no es patrimonio exclusivo de unos ni de otros. Como escribieran los también centenarios ingleses de The Guardian: Que la opinión sea libre, pero los datos sagrados.

* Licenciados en Ciencias de la Comunicación. Miembros del Departamento de Comunicación de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (www.sidbaires.org.ar).

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