PSICOLOGíA › ACERCA DEL TRANSEXUALISMO: EL DESEO
DEL OTRO EN LA CONSTRUCCION DEL SUJETO

“Hubo un niño varón que murió en el parto”

A partir de experiencias terapéuticas con personas transexuales, la autora vincula esa construcción de género con duelos “procesados de modo psicótico”, no por ellas mismas sino por quienes las criaron en su primera infancia. Estudiar estas “creaciones neosexuales” sería una alternativa a “la opción de reafirmar nuestra ‘normalidad’ estadística por la discriminación”.

Por Irene Meler *

Los sujetos que han construido su género de forma atípica difícilmente recurren durante su vida adulta al psicoanálisis. Un espeso muro de prejuicios recíprocos separa a los transgénero de los expertos disponibles. En los últimos tiempos, sin embargo, he recibido algunas consultas de esa índole, y dada la escasa experiencia con que contamos, considero útil presentar una comunicación.
Roxy es una persona afable, algo excedida de peso, cuyo aspecto es ambiguo en cuanto a la identidad de género. Se presentó como transexual, nacido mujer. Estaba involucrado en su segundo proceso analítico y, dado que yo estaba de visita en su país, le interesó mi opinión acerca de su situación con el objetivo de incluirla en su análisis.
Aventuró la hipótesis de que debía existir una fuerte disposición genética, ya que durante sus dos análisis anteriores no había logrado identificar ningún factor etiológico que le permitiera comprender el origen de su identidad atípica. Su familia de origen había sido afectuosa y continente, y no registraba circunstancias especialmente traumáticas durante la infancia.
Cuando indagué acerca de su constelación familiar, relató que era hija de una madre adolescente, quien la había dado a luz siendo soltera. Fue inscripta como hija de sus abuelos y criada como tal. Aunque su madre la amamantó, no se ocupó de su crianza porque durante la semana trabajaba para aportar dinero al hogar. Quien se hizo cargo de cuidarla fue la abuela, mientras que la madre figuraba en condición de hermana. El abuelo, con quien estaba evidentemente identificada, era “un gordito bonachón”.
Desde muy pequeña se sintió varón, aunque su madre biológica la vestía los días domingo con primorosos trajes de niña y le daba muñecas para jugar. El (a partir de este momento me ajustaré a su identidad subjetiva) aceptaba resignado lo que experimentaba como una impostura mientras jugaba con desgano y melancolía. Siempre evitó el conflicto y trató infructuosamente de adaptarse.
Su conducta durante la semana era opuesta. La abuela, según dijo, lo consentía y por ese motivo le permitía vestirse de varón. Podemos suponer que no sólo lo permitía, sino que fue quien le proveyó la ropa masculina, o sea que fue travestido por la adulta encargada de su cuidado. Durante sus juegos solitarios solía subir a un árbol del jardín y, desde allí, lanzaba el grito de Tarzán. La casa estaba cerca de un barrio pobre y los niños que allí vivían, al escucharlo, le contestaban con gritos similares. Cuando pasaban frente a su casa durante los domingos, al verlo vestido de niña lo hacían objeto de pullas tales como “¡Miralo a Tarzán!”
Creció con tal convicción de ser masculino que al llegar a la adultez, además de aplicarse elevadas dosis de hormonas masculinas, se sometió a una mastectomía. No se construyó un pene por falta de recursos, dado el costo elevado de la operación y su resultado dudoso. Mantuvo una pareja estable con una mujer, en forma satisfactoria, durante treinta años, si bien al momento de la consulta la relación atravesaba por una crisis. Cuando los niños de la familia crecían y preguntaban por su sexo, respondía que había nacido mujer pero que era hombre. Que sabía que resultaba difícil de comprender, pero que cuando fueran mayores tal vez lo entenderían.
A esa altura del relato, incidentalmente, comentó que su abuela, a los dos meses de su nacimiento, había dado a luz un niño varón que falleció en el parto debido a una doble circular de cordón. A partir de ese recuerdo fue posible comprender que su crianza transcurrió en el contexto de un doble duelo: el de su nacimiento fuera del matrimonio y el del hijo varón (hermano de su madre) muerto al nacer. La reacción familiar consistió en una desmentida de la realidad, al inscribirlo como hermano de su madre. A ese recurso se agregó una defensa psicótica, por parte de la abuela, consistente en asignarle un género que no correspondía a su sexo biológico. El resto de la familia se hizo cómplice de esa modalidad de procesamiento de ambos duelos. Allí no había pasado nada: el niño de la abuela gozaba de buena salud y la hija era virgen.

Debate diagnóstico

A esta altura del relato corresponde realizar un comentario respecto del diagnóstico psicopatológico de los transexuales. He escuchado por parte de varios colegas la opinión de que se trata de sujetos psicóticos. Sin embargo, no nos encontramos ante un cuadro donde el pensamiento presente alteraciones graves. La persona que me consultaba era inteligente, reconocía la realidad de su cuerpo biológico aunque experimentaba un profundo rechazo ante ese hecho (disforia de género, Fink, 1974) y hasta pudo bromear con cierto humor acerca de que pertenecía a una minoría dentro de una minoría, porque es más frecuente encontrar transexuales nacidos varón que se sienten femeninos. Trabajaba, y había logrado mantener durante largos años una relación amorosa estable.
Podemos comparar este caso con otro, muy conocido en nuestro medio. Mariela Muñoz (Giberti, E., 1993) es un transexual que funcionó como madre sustituta de numerosos niños cuyos padres no se pudieron hacer cargo de su cuidado y que logró llevarlos hasta la vida adulta en un estado aceptable y satisfactorio para ellos. Sus hijos de crianza manifestaron tenerle afecto y sentirse reconocidos por su atención. No presentaban trastornos de género evidentes y sus vidas eran semejantes o comparativamente mejores que las de otros sujetos con carencias tempranas. Recordemos que Mariela fue el último hijo varón de una larga serie de hermanos. Es posible suponer que fue su madre quien transformó la realidad de acuerdo con su deseo de tener una niña. Mariela, al igual que mi consultante con respecto de su abuela, no hizo más que constituirse subjetivamente de acuerdo con el deseo de la madre.
Si recordamos la película de Pedro Almodóvar Todo sobre mi madre, el personaje de Agrado viene en nuestro auxilio. Agrado era un transexual cuyo único deseo era gustar, ser querida y aceptada por los demás. Con ese objetivo, estaba dispuesta a transformar su ser a la medida del deseo del otro.
Se reafirma entonces la postura de Money (1955) y de Stoller (1968), autores que destacan la forma en que prevalece la creencia del semejante por sobre la anatomía en el proceso de la construcción de la feminidad o de la masculinidad. John Money creó la denominación “sistema sexo género”, mediante la cual aludió al conjunto de factores que determinan la definición sexual del sujeto. Los genes, gametos, hormonas, caracteres sexuales primarios y secundarios resultaron comparativamente menos influyentes para la construcción del sentimiento íntimo de ser mujer o de ser varón que la asignación de género realizada por los padres y por el médico al momento de nacer. Stoller (ver Dio Bleichmar, 1997) comprobó que al año y medio de edad, antes del conocimiento acerca de la diferencia entre los sexos, los infantes tiene un sentimiento incipiente de pertenencia a uno de ambos colectivos genéricos. Ese núcleo de la identidad de género, o gender core, no es pasible de ser modificado después de los tres años de edad, cosa que se descubrió en aquellos estados intersexuales donde los médicos habían errado la inicial asignación de género e intentaron, infructuosamente, corregirla con posterioridad.
Por lo tanto, vemos que el deseo del semejante que se hace cargo de asistir al infante en su desamparo inicial es más poderoso que la realidad tangible del cuerpo. Nacemos en una red vincular y nuestro ser es de algún modo el efecto de nuestra particular respuesta a las expectativas, deseos y proyectos identificatorios de nuestros cuidadores. Respondemos a los mensajes cifrados que ellos transmiten sin advertirlo y construimos nuestra subjetividad de acuerdo o en desacuerdo con ellos, o sea mediante identificaciones amorosas u hostiles.

Los duelos

En los casos de transexualismo es posible identificar como una de las circunstancias determinantes la eficacia de los duelos no elaborados. En los casos de transexuales nacidos varón, se ha descrito la identificación melancólica con una madre severamente deprimida (Roiphe y Galenson, 1984; Graña, R. 1996). Esta identificación tiene un efecto feminizante y es un expediente mediante el cual el infante se transforma de modo imaginario en su propia madre, ante la claudicación psíquica de ésta. Mi experiencia con un caso que he podido asistir confirma este supuesto, que difiere de la postura de Stoller, autor que considera que la feminización inicial deriva de un estado idílico y aconflictual de simbiosis no interferida entre la madre y el niño. Roberto Graña (2000), un psicoanalista residente en Brasil, que cuenta con una amplia experiencia clínica en el tratamiento de trastornos de género, expresa que, pese al reconocimiento que experimenta hacia los aportes de Stoller, no le es posible compartir su postura en este aspecto.
En el primer caso que he referido, la masculinización temprana de una niña se produjo en respuesta al anhelo de su abuela, encargada de la crianza. Aquí el cruce de género tuvo como objetivo restañar la herida de la abuela, ofrecerse para colmar su carencia. El factor común en ambos tipos de transexualismo (en niños o en niñas) es la respuesta ante el duelo procesado de modo psicótico por la cuidadora, aunque no se trate de una persona que presente una psicosis clínica.
El hecho de que sea la abuela la encargada de la crianza parece reiterarse en varios casos (Eva Giberti expuso una experiencia semejante en la VI Jornada del Foro de Psicoanálisis y Género, APBA). El transexual nacido varón que he asistido también fue criado por su abuela, circunstancia familiar que se reiteró a lo largo de las generaciones. La madre, a su vez, también había sido criada por su abuela, o sea que la abuela que crió al transexual fue la misma que durante su juventud no pudo hacerse cargo de los cuidados maternos de su hija.
Es posible conjeturar que la claudicación materna en su función remite nuevamente al duelo temprano experimentado por el infante, como un factor eficaz en la génesis de los trastornos de género.
El dolor psíquico ante las pérdidas irreparables en ocasiones enloquece a quien lo sufre. Los niños criados en ese contexto buscan de algún modo ser semejantes a lo que su otro primordial desea, o devenir ellos mismos en ese otro, cuando el objeto del apego primario ha devenido inaccesible.
Como bien lo expresa Joyce Mc Dougall (1998) las creaciones neosexuales son la mejor respuesta que el sujeto ha podido elaborar ante condiciones intersubjetivas adversas. Podemos entonces, optar por reafirmar nuestra “normalidad” estadística y consensual a través de la discriminación, o elegir admirarnos ante la infinita creatividad del ser humano, ese artista que se transforma y muta para no morir.

Bibliografía

Dio Bleichmar, Emilce: La sexualidad femenina. De la niña a la mujer, Barcelona, Paidós (1997).
Fink, N.: Gender Dysphoria Syndrome; Stanford University, Medial Center, California (1974).
Giberti, Eva: “Ese deseo de hijo que la tevé documenta (El caso Mariela)”, en revista Actualidad Psicológica (1993).
–: “Bioética y Psicoanálisis. Intervenciones profesionales ante tribunales cuando, quien nace ‘mujer’, pero ‘es varón’ solicita modificación de su documento de identidad. Historiales clínicos”, seminario realizado durante la VI Jornada de Actualización del Foro de Psicoanálisis y Género (APBA), Buenos Aires, 9 y 10 de agosto de 2002.
–: “Transgéneros, síntesis y aperturas”, Compilación D. Maffía y L. Fletcher, en prensa (2002-2003).
Graña, Roberto: Além do Desvio Sexual - teoria, clínica, cultura. Porto Alegre, Artes Médicas (1996).
– : “Dificuldades no diagnóstico e tratamento psicanalítico de crianças com distúrbio da identidade sexual” (comunicación personal) (2000).
McDougall Joyce: Las mil y una caras de Eros, Barcelona, Paidós (1998).
Money, John: Gay, Straight and Between. The Sexology of Erotic Orientation, Nueva York, Oxford; Oxford University Press (1988).
Roiphe, H. e Galenson, E.: “Infantile origins of disturbances in sexual identity”. Frontiers of Infant Psychiatry, vol. II. (1984)
Stoller, Robert: Sex & Gender, Nueva York, Jason Aronson (1968).

* Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de APBA y coordinadora docente del Programa de Estudios de Género y Subjetividad de UCES.

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