PSICOLOGíA

El que no arriesga, no gana, Dokter

El Dokter Vïntziquer Psíquembaum descansaba entre paciente y paciente. A decir verdad, el anterior se había ido hacía ya varias semanas, y el siguiente... ¡sólo Dios sabe cuándo vendría! De pronto, golpearon a su puerta. Y antes de que tuviera tiempo de decir “acá no es el baño”, una voz anunció: “Dokter, quiero hablar con usted”.
–Adelante, pase, pase.
Pasó. Motl Gueltindrerd, conocido como “Motl el emprendedor” por él mismo, y “Motl el emprendeudor” por el resto del pueblo y sus alrededores.
–Dokter, tiene que ayudarme.
–¿Cuál es tu problema, Motl?
–¿Mi problema? ¡Soy joven, sano, fuerte, inteligente, audaz, seductor y culto! ¿Qué problema iba a tener yo? ¡El problema lo tienen los demás!
–¿Y qué problema tienen los demás?
–Yo no lo sé, Dokter, no sé qué problema tienen, pero ¡se niegan a darme su dinero! Deben ser ciegos, tontos, melancólicos, neuróticos, depresivos, ¡eso lo sabrá usted! ¡Prefieren invertir su dinero en sus pobres, tristes y rutinarios proyectos de vida, en vez de apostar al de un joven visionario y emprendedor como yo! ¡El que no arriesga no gana, dokter!
–Quizá lo que ellos no quieren es perder lo poco que tienen...
–¿Y quién piensa en perder? ¿Quién arriesga pensando que va a perder? ¡No, Dokter, uno piensa en que va a ganar, y después, si pierde, ¡mala suerte! Al fin y al cabo, toda vida, algún día, termina en una muerte, ¿y entonces qué? ¿Hay que dejar de nacer o de traer hijos al mundo por eso?
El Dokter suspiró. “Menos mal que no tengo un centavo”, pensó aliviado.
–Dígame, Motl, si usted tuviera dinero ¿se lo daría a otra persona?
–¡Por favor, dokter, ese no es el problema, yo no tengo dinero...! mejor dicho, Dokter, ése es el problema, yo no tengo dinero, ¡y necesito dinero, Dokter, tengo dos hijos chicos y no tengo quien los mantenga!
–¿Y no pensó en trabajar?
–¿Pensar?, ¡pienso todo el tiempo, Dokter, no hago otra cosa en la vida! Pero por más que yo piense, imagine, proyecte, plantee, ¿de qué sirve todo eso, si nadie me da dinero? ¡Les puedo prometer el 10 por ciento de las ganancias o el 100 por ciento de las pérdidas, ¡y es lo mismo!
–¿Y yo cómo puedo ayudarlo?
–Necesito que adivine las palabras justas, aquellas que me permitan, si las pronuncio, que la persona que esté enfrente me entregue su dinero.
–Yo no adivino... yo in-ter-pre-to! ¡Y me parece que usted proyecta en los demás un problema suyo!
–¿Problema mío que no me den la plata? Dígame, Dokter: si en lugar de venir y traerle sus angustias a usted, la gente se las guarda en su casa, ¿de quién es el problema, de usted o de ellos? ¡De ellos!
–Motl, usted es un genio, debería ser psicoanalista.
–Ay, Dokter... si no logro que me den su dinero por una ilusión, ¿cómo voy a conseguir que me lo den por sus angustias?

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