PSICOLOGíA › EN MEMORIA DEL PSICOANALISTA MAURICIO ABADI

“No, Pavlovsky, no diga eso”

Por Tato Pavlovsky

Te recuerdo en una supervisión en 1959. Vos me veías triste y deprimido y me preguntaste qué me pasaba. Yo te contesté que tenía un serio problema. Que tenía ganas de hacer teatro y que en mi análisis didáctico el teatro era interpretado como una resistencia al psicoanálisis, como mi acto exhibicionista perverso. Te dije que tenía miedo. Recuerdo que te levantaste de la silla gritando: “¡No, Pavlovsky, no diga eso; lo mejor que le puede pasar como psicoanalista es hacer teatro. Usted es joven! No deje de hacer teatro. El teatro es maravilloso, es enriquecedor. Le confieso que le tengo un poco de envidia. ¡Estar en un escenario! ¡Qué maravilla! Por favor no deje de hacer teatro. Estoy seguro de que va a ser mejor psicoanalista”.
Quiero expresar mi gratitud. Fuiste el primer psicoanalista que me alentó a empezar a hacer teatro. Te involucraste en mi problema en un momento muy difícil. Después de la supervisión, empezamos a hacer coterapia grupal juntos. Allí aprendí mucho de vos; siempre me sorprendía una posición detectivesca con que construías las interpretaciones. Estuvimos cinco años juntos en el grupo.
Otra cosa que me maravillaba de vos era tu cultura, no muy común entre los psicoanalistas, hoy diría muy poco común.
Después nuestras diferencias ideológicas nos apartaron. Pero yo siempre te recordaba. A veces cuando estoy en algún grupo terapéutico me encuentro diciéndole a algún integrante (imitando tus erres): “Abadi te diría...”, y realizo una interpretación detectivesca de las tuyas que sorprende a todos. Un día nos encontramos por la calle y me dijiste, mitad reproche, mitad orgullo: “¡Esto es el colmo, me dijeron que me imitás en los grupos, que imitás mi vos e interpretás!” ¡Y nos reímos juntos! A veces todavía algún integrante me dice. ¿Y Abadi qué me diría?
Ibas siempre a verme al teatro y te alegrabas mucho. Y yo también. Como si los dos recordáramos aquella primera conversación tan alentadora, tan esclarecedora.
No quiero dejar de nombrarte; no quiero dejar de nombrar mi gratitud por todo lo que aprendí de vos y por aquel consejo tan esclarecedor sobre el teatro y el psicoanálisis.
¡Gracias, Moro!

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