SOCIEDAD › OPINION

Corvatta y el modelo

Por Alfredo Bravo *

Alejandro Corvatta no es un senador cualquiera. Cuando a fines del 2001 la provincia de Buenos Aires se incendiaba, Carlos Ruckauf se refugiaba de las llamas en la Cancillería y Felipe Solá se sentaba en el sillón vacío del gobernador, Corvatta asumió la presidencia del Senado bonaerense y se convirtió en virtual vicegobernador.
Esta semana, su figura logró dimensión nacional luego de que se difundiera su propuesta de colimba educativa, que parece originarse en la curiosa concepción de que la suma de dos problemas genera la solución de ambos.
Para Corvatta, el problema 1 es la presencia en las calles de decenas de miles de pibes pobres, sin escuela y sin trabajo, y el problema 2 es la existencia de un Ejército con instalaciones ociosas, apremios presupuestarios y personal con demasiado tiempo libre.
Según el senador, si las ociosas instalaciones militares alojaran a los pibes que no estudian ni trabajan, si el inactivo personal castrense les enseñase algún oficio, y si además el Ejército recibiera a cambio una suma mensual por cada chico alojado e instruido, ambos males se desvanecerían. Por añadidura, las calles bonaerenses perderían algo de su peligrosidad.
Es en este punto donde se devela la intencionalidad y el trasfondo ideológico de esta peculiar colimba. Es que para Corvatta los pibes a quienes dedica su proyecto no son sujetos con derecho a la educación, sino marginales que andan por la calle metiendo miedo y a los que se debe aislar.
A fines del siglo XIX, la dirigencia argentina consideró que la situación de los desposeídos de entonces era irreversible, pero decidió en cambio incorporar a sus hijos a la sociedad. Para ello, impuso la ley 1420 y creó un sistema escolar que fue un mecanismo de inclusión social.
Como aquella dirigencia, la actual está convencida de que la situación de los excluidos de hoy es irreversible. A diferencia de aquélla, parece decidida a que los hijos de los excluidos tengan el mismo destino que sus padres; por ello, en lugar de ampliar el sistema escolar y de cumplir con la obligación de educar a los chicos pobres, busca aislarlos en una institución que como el Ejército carece de vocación por la integración social.
Pero esta condena anticipada a los hijos de los pobres no es pura maldad dirigencial sino el producto inevitable de un modelo que destruye empleos, y al que le sobra gente.
Por eso, aunque la propuesta de Corvatta parezca desprolija, improvisada y hasta descabellada, se inspira en las necesidades de un modelo que ha entrado en una etapa en la que ya no sabe qué hacer con sus víctimas.
* Diputado Nacional. Partido Socialista

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