SOCIEDAD › DOS JóVENES FUERON FUSILADOS EN SAN FRANCISCO SOLANO Y SOSPECHAN DE POLICíAS

Sospechas de gatillo fácil

Ocurrió el 7 de marzo a la madrugada. Dos jóvenes murieron acribillados por un grupo de hombres que se movilizaban en un auto. Habría un policía detenido. Familiares de las víctimas denuncian que quisieron tapar el hecho.

El asesinato de dos jóvenes en San Francisco Solano, partido de Quilmes, despertó la bronca de los familiares y vecinos de las víctimas, que acusan a policías de civil de “acribillarlos como animales”. Además, aseguraron que efectivos de la comisaría del barrio “quisieron encubrir” los hechos: “Primero dijeron que los chicos habían muerto de heridas de arma blanca. Pero nosotros los vimos tirados en el piso, les vimos los balazos”, balbuceó Ana María Sena, madre de uno de los chicos muertos. Tanto la policía local como el fiscal a cargo de la causa se negaron a dar información sobre la causa. Sin embargo, fuentes del caso admitieron que hay una persona detenida por el doble crimen: sería un policía federal de 23 años que justificó su accionar bajo el argumento de la defensa propia. “Si hubieran querido robar, los policías tendrían que haberlos inmovilizado, detenido, haber llamado a refuerzos, no sé... Pero no matarlos como lo hicieron”, reprocha Julio Fernández, en un intento de buscar una explicación lógica a lo que le sucedió a su hijo Maximiliano la mañana del 7 de marzo.

Eran cerca de las 6.30 cuando los vecinos encontraron su cuerpo cerca del de su amigo, Cristian Rivas, en la esquina de la avenida Monteverde y 890, en San Francisco Solano, a metros de la casa donde habían pasado la noche. Fernández, de 22 años, estaba tumbado a un costado de la avenida; tenía cinco impactos de bala en la espalda. Estaba muerto. Sobre esa misma avenida yacía Rivas, de 27, aún con vida; tenía golpes en el cuerpo y un tiro en el mentón. Falleció horas después en el hospital.

Hasta el momento hay un solo detenido por el doble crimen, aunque en la UFI Nº 2 de los tribunales de Quilmes mantienen los detalles de la causa, caratulada “Homicidio y robo calificado con uso de arma”, bajo llave. Según transcendidos, se trata de un efectivo de la Federal, que se entregó aduciendo que disparó contra los jóvenes porque le quisieron robar el celular. Fuentes policiales confirmaron que lo trasladaron de la Comisaría 4ª a otra dependencia del partido ya que “corría peligro de ser linchado por los vecinos”.

Los jóvenes habían pasado la noche en la casa de otro amigo. “Se conocían desde chicos, eran buenos pibes. Esa noche iban a salir pero se quedaron en esa casa, tomando algo”, detalló una de las vecinas de la 890, después del entierro. Como ella, fueron varios los que agrandaron el círculo de diálogo que Página/12 inició sólo con los familiares directos. Y si bien todos agregaron información sobre lo sucedido, nadie se atrevió a dar su nombre.

Uno de ellos pudo hablar con Adrián, el sobreviviente del trío. “Está aterrado”, sostuvo el hombre. Según lo que el joven le confesó, se encontraban los tres dentro de su casa cuando un auto frenó en la puerta, del que se bajaron cuatro personas. Maximiliano y Cristian salieron a la puerta para ver qué pasaba. Fue en ese momento que se escucharon los disparos. Ningún grito, ninguna corrida. Sólo disparos.

“Nos despertaron los tiros. Fueron fuertes, parecían de un arma grande”, coincidieron varios vecinos. Nadie de los que salieron a la calle vio el auto que había frenado minutos antes en la puerta de la casa de Adrián. Tampoco a las personas que dispararon. Sólo se encontraron con Adrián, que salió a socorrer a sus amigos.

“Un hombre nos avisó que en la esquina de la Monteverde y 890 había una persona tirada en la calle”, recordó Karina Galván, cuartelera de guardia de los bomberos voluntarios de San Francisco Solano, que salió en la ambulancia esa mañana junto a uno de sus compañeros. “Cuatro cuadras antes de llegar, nos pararon dos personas, dijeron que eran policías y que no vayamos a socorrer a los pibes que estaban tirados más allá porque eran chorros, les habían intentado robar y ellos los habían herido. A lo lejos, dentro de un auto, pude ver a dos más”, continuó.

Los bomberos dudaron antes de seguir hasta el lugar, que ya estaba lleno de gente. Primero encontraron a Cristian. “Estaba tirado en el piso, lleno de sangre. Todavía respiraba, así que lo cargamos en la ambulancia y le dimos oxígeno. Los vecinos nos contaron del otro cuerpo, a metros. Ya estaba muerto”, detalló Galván.

“Yo misma sostuve la cabeza de mi hijo mientras estaba tirado. Yo misma le vi el tiro en la pera”, describió la madre de Cristian. Maximiliano estaba tendido de espaldas y “los tiros se le veían clarito”, contó su papá.

Ni bien los cargaron, los llevaron al hospital local Eduardo Oller en la ambulancia. “Nos acompañó el amigo de ellos. Después nos enteramos de que los dos habían muerto”, concluyó la bombero. Adrián no volvió a su casa: debió ir a la comisaría a declarar y quedó detenido durante casi tres días.

Efectivos de la Comisaría 4a de San Francisco Solano llegaron unos minutos más tarde que los bomberos y, según los vecinos, lo primero que hicieron fue cortar el tránsito de la avenida. La versión que hizo circular la policía en la prensa, ese día, fue que los dos jóvenes murieron apuñalados, producto de una guerra entre pandillas por problemas de drogas. Recién al día siguiente les informaron a los familiares que los cadáveres presentaban orificios de bala.

Para Fernández no caben dudas de que mintieron con la intención de encubrir algo: “Al periodista de un diario local le dijeron que no se meta, que no se acerque porque le iban a robar todo”.

La familia de la otra víctima agregó un motivo más para desconfiar: la extendida demora que tuvo la entrega de los cuerpos. “Nos mintieron descaradamente. Jugaron con nosotros dándonos excusas sin sentido”, sentenció Sena. El barrio entero despidió los restos de los jóvenes en el club Los Chaperos, el martes 10 de marzo, a las 14. Ahora, aguardan por respuestas.

Informe: Ailín Bullentini.

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“Nos mintieron descaradamente. Jugaron con nosotros dándonos excusas sin sentido”, dice la madre de una víctima.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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