“Tenemos el edificio tomado.” La frase fue escuchada, uno por uno, por ocho vecinos y el encargado del edificio de avenida Forest 335, en el barrio de Chacarita, antes de pasar a formar parte del grupo de cautivos, encerrados en un departamento durante más de seis horas. Estaban en manos de nueve ladrones –ocho hombres y una mujer–, que participaron, entre el sábado a la noche y el domingo a la madrugada, de un “megaoperativo” para robar en las viviendas de las personas que habían encerrado. Alhajas de oro, cámaras de video, dinero en efectivo, celulares, ropa e, incluso, ollas de cocina fueron parte del botín que cargaron en bolsos y valijas de los propietarios. Hasta se dieron el lujo de cenar y dejar como evidencia un preservativo usado, producto de una enigmática relación sexual. “Tenían handies para comunicarse entre ellos y con las personas que los esperaban afuera. Estaban muy tranquilos, seguros, se reían todo el tiempo. No fue un robo al voleo. Pero no sé por qué eligieron este edificio, que no es de categoría”, relató a Página/12 Conrado, encargado del edificio y una de las víctimas del robo.

El de Forest 335 es un edificio con 27 departamentos, divididos en tres unidades: frente, interno y contrafrente. Con puerta de madera gastada y fachada de azulejos beige, la simpleza del edificio contrasta con las dos construcciones modernas contiguas. No tiene garaje, cámara de seguridad ni rejas, sólo un cartelito que ruega “Sr. Copropietario: por razones de seguridad, observe que la puerta quede bien trabada al entrar o salir del edificio”.

Por cortesía, Laura no lo hizo. Cerca de las 20 del sábado, cuando llegó del supermercado, en la puerta del edificio había tres hombres. “Estaban bien vestidos y prolijos. Entonces, les pregunto si estaban esperando a alguien y me dicen que su primo se estaba despidiendo de la novia y bajaba enseguida –aseguró la mujer, casi representando la situación con ademanes–. Abro la puerta y cuando estoy llegando al ascensor me apuntan con un arma por la espalda y me dicen: ‘Esto es un robo, tenemos el edificio tomado’.” Le piden las llaves a Laura, todos suben hasta el 6º y el departamento B empezó a funcionar como “base de operaciones del atraco”. Junto con ellos, ingresaron otros cinco hombres que se repartieron por el edificio: unos quedaron en el departamento 6º B, el de la mujer que asaltaron primero; otros se ubicaron en las escaleras o en la entrada para sorprender a los habitantes que entraban y salían. El resto se dedicó a saquear otras viviendas. Dos vecinas que no fueron asaltadas por los ladrones aseguraron que en la esquina de Forest y Jorge Newbery “durante más de una hora, entre las 23 y las 24, hubo una persona que hablaba por handy”.

“Cuando estaba sacando la basura , me encañonan y me dicen que está tomado el edificio, que les dé las llaves y que colabore. Entonces me llevan al 6º B y me dejan encerrado con la propietaria”, aseguró el encargado. Según Conrado, los delincuentes tomaron la puerta de entrada y la escalera: “A cada persona que entraba le quitaban la llave y la amontonaban en el 6° B”.

Después fueron pasando por el departamento los vecinos que fueron robados: primero la mujer del portero, después la del segundo y quinto B y hasta un chico que venía con cervezas y el perro. “Primero estábamos todos sueltos, después nos agarraron las piernas a las sillas y nos pusieron mordazas. Por último, nos taparon los ojos y nos amordazaron”, recordó la propietaria del 6º B.

Cuando se fueron, dejaron como regalo un preservativo usado en un balde de champagne y sobras de empanadas”, contó Laura. Para otro de los propietarios, los asaltantes pudieron haber sido policías: “Hace unos días había en la esquina un patrullero, sin ocupantes. El día del robo no estaba”.

Informe: Mariana Seghezzo.