SOCIEDAD › DOS FUERTES RéPLICAS DEL SISMO EN ITALIA, QUE YA DEJó 237 MUERTOS Y 17 MIL PERSONAS SIN TECHO

La tierra se mueve y no deja respiro

A las 19.45 se volvió a sentir otro sismo en la zona central de Italia, que se registró también en Roma y obligó a evacuar algunos edificios públicos. Otra réplica cuatro horas más tarde completó el día. Fueron rescatadas 150 personas.

Ya estaban sedados de tanto remezón, ya estaban recuperando la idea de al menos regresar y rescatar algo de sus casas, aunque no quede nada en pie, ya estaban dispuestos a escarbar con sus manos buscando el pasado, cuando se desató otro rugido del subsuelo, y la tierra de nuevo empezó a bambolearse. Eran las ocho menos cuarto de la noche cuando una réplica de 5,5 a 5,7 en la escala de Richter, casi de la intensidad que había destruido la mitad de los pueblos de la zona de L’Aquila, volvió a encomendar al pánico a los sobrevivientes, a los rescatistas, a todos los que intentaban recomponerse en las plazas y estadios. Cuatro horas más tarde, se produjo otro movimiento, no tan intenso, de 3,8, pero suficiente para mantener aterrada a la población. La primera de las réplicas se sintió en Roma y obligó a desalojar algunos museos y edificios públicos. El balance oficial elevó el número de fallecidos a 237 (una de ellas es una argentina –ver aparte–), más de 1500 heridos y 17 mil personas que quedaron sin vivienda. Pero los rescatistas no cejaron. Ayer rescataron a dos personas, la última, una joven de 20 años que estuvo 42 horas bajo los escombros. Antes, la nota la dio Maria D’Antuono, de 98 años, que fue rescatada en L’Aquila, después de pasar 30 horas debajo de vigas y mampostería. “Me puse a tejer ahí abajo”, dijo ingenua la abuela.

Unos 70 perros husmean todos los rincones de las poblaciones afectadas por derrumbes. Ya lograron rescatar a 150 personas, arrancarlas de esos ataúdes de cemento en que se transformaron sus casas en cuestión de segundos. Una mujer embarazada fue una de las primeras de la mañana del martes que volvieron a ver la luz del día.

Algo, la palabra algo, la idea de algo, pasó a ser un argumento de vida. En Onna, el pueblo más golpeado por el terremoto, el que se encontraba más cerca del epicentro. Los habitantes de Onna empezaban ayer por la mañana a regresar a sus hogares o lo que quedaba de ellos, con la esperanza de recuperar algo, encontrar algo de aquello que había sido todo, costumbre y proyecto. En filas, los sobrevivientes aguardaban su turno para dar sus nombres, identificarse, ante los bomberos, quienes los acompañaban en grupos de a cinco o seis, por manzanas, a las plantas demolidas de sus viviendas a que hurgaran allí donde no había peligro. En Onna, donde habían muerto 40 de los 300 habitantes, entre ellos la argentina Andrea Pasamonti (ver aparte).

Hombres y mujeres, de todas las edades, hurgaban desesperados entre montañas de piedras y amasijos de vigas sin saber qué buscaban. Un hombre levantó de entre las rocas un traje polvoriento aún colgado de la percha. Más lejos, una mujer se desplazaba con dificultad entre los enormes bloques de cemento armado que obstaculizan la entrada de lo que fue su casa. “Era mi casa y también el lugar donde trabajaba. Estas son las máquinas que habíamos comprado para fabricar queso. Invertí 150 mil euros, ojalá funcionen –dijo Sara–. Esto es una pesadilla. No se puede vivir más aquí, hay que tratar de salvar lo máximo.” Entre las ruinas pueden verse pedazos de tapicería y el armazón de una cocina.

“No se puede salvar nada. El ciento por ciento de las casas de Onna fueron declaradas inhabitables e insalubres. Sólo algunas residencias nuevas que fueron construidas con cemento y no en piedra resistieron. Pero nada quedó en pie –explicó el comandante de los bomberos, Andrea Di Lena–. Allá recuperamos cinco muertos. De ahí sacamos a una pareja con sus hijos de 18 meses y cuatro años”, y Di Lena muestra con un dedo una pila de piedras, tierra y palos de la que sobresalen unos juguetes de plástico de colores.

Un gato abandonado maúlla desde un balcón que podría derrumbarse en cualquier momento. Un retrete colgando extrañamente de un caño y un toallero con su toalla prolijamente doblada es lo que queda del baño de una casa. Decenas de habitantes van y vienen desde las casas destruidas, con carretillas, hasta sus coches y vuelven para buscar algo.

Silvio Berlusconi rechazó la ayuda de una treintena de países. Dijo que tenía lo que hacía falta. Sólo aceptó un aporte de 50 mil dólares de Estados Unidos para ayuda en el rescate de obras de arte. Del resto, Berlusconi prometió que no escatimaría, aunque ya lo estaba haciendo. Prometió enviar una partida de 30 millones de euros para ayudar a los siniestrados. Su ministro de Obras Públicas, Altero Matteoli, más realista, estimó que serán necesarios 1300 millones de la misma moneda. En los Abruzos esperan.


Una víctima argentina

Una argentina, Andrea Fabiana Pasamonti, de 38 años, figura entre las víctimas fatales del sismo que sacudió en la madrugada del lunes la región de L’Aquila, en Abruzzo, Italia. Pasamonti vivía en el poblado de Onna, de 300 habitantes y que quedó deshecho, junto a su marido italiano y su beba de cinco meses y también de nacionalidad italiana, que también fallecieron al derrumbarse su casa. El cónsul argentino en Roma, Marcos Breton, confirmó a la prensa el fallecimiento y agregó que la identidad de la víctima había demorado en aparecer porque tenía doble nacionalidad, lo que para las autoridades italianas la hacía aparecer como connacional, y sus datos no eran entregados a la embajada argentina.

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Onna quedó deshecha después del sismo y de sus réplicas. Los rescatistas salvaron a 150 personas.
Imagen: AFP
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