SOCIEDAD

El karma de emigrar a la cuna de los relojes y el secreto bancario

Unos 400 argentinos se fueron este año a Suiza, donde abundan los buenos sueldos pero se sufre el culto a la puntualidad.

Si la vida del que emigra suele no ser color de rosa, la experiencia se vuelve más dura si el que ha viajado es un argentino y el destino elegido es Suiza, ese paraíso de la formalidad y la precisión. “Aquí, llegar cinco minutos tarde es una grave ofensa y si hacés un chiste, en seguida te miran mal”, cuenta Bettina Heldner, una de las 400 personas que este año abandonaron la Argentina se establecieron en Suiza, la patria de sus abuelos, y soportan las dificultades de la adaptación a cambio de un horizonte económico mejor. Por lo general, han recalado en grandes ciudades, como Zurich y Ginebra, aunque muchos se asentaron en pueblos más pequeños, vinculados al turismo, donde hay una importante demanda de mano de obra. “A diferencia de la Argentina, donde uno siempre tiene miedo de que lo echen, acá trabajo hay”, agregó Bettina.
Las colas frente a las embajadas de España e Italia para tramitar la ciudadanía forman parte del paisaje porteño desde más hace un año, cuando la Argentina comenzó una caída que parecía no tener fin. Pero esas no fueron las únicas sedes diplomáticas buscadas. Desde fines de 2001, más de 400 descendientes de suizos retornaron al pequeño país de Europa, cuna de los relojes a cuerda y el secreto bancario.
“El gran éxodo a Suiza empezó a fines de 2001 y siguió durante todo 2002”, contó a Página/12 Nicoletta Regazzi Pfeiffer, responsable de los servicios sociales de la embajada helvética en Buenos Aires. La funcionaria explicó que la mayoría de los que han decidido la vuelta provienen de la provincia de Misiones, donde en los años ‘30 se instaló una gran colonia de suizos-alemanes. “No podemos hablar de un perfil definido. Han emigrado jóvenes y no tan jóvenes. Gente sin estudios o con título de ingeniero. La verdad es que la demanda ha sido muy variada”, agregó la diplomática.
Entre los que han armado las valijas se encuentra Bettina Heldner, una joven santafesina de 26 años oriunda de la localidad Las Tunas, en Santa Fe, cuyo abuelo había llegado a la Argentina procedente de Zeneggen, una pequeña aldea valesana del cantón de Bali, a fines del siglo XIX. “Yo me recibí de técnica química y era delegada del SENASA en mi pueblo. Pero lo que ganaba no me alcanzaba para nada, quería independizarme y no podía. Cuando salió esta posibilidad me vine volando”, cuenta Bettina, desde el hotel donde trabaja como camarera, en el sur de Suiza, con un contrato por 18 meses. Su sueldo: 2050 francos suizos, algo así como 5000 pesos, que le alcanzan para vivir cómodamente y ahorrar algo de dinero en el banco. “Es increíble, pero uno de los cambios más grandes que noté es que aquí, si uno no está conforme con el trabajo, puede renunciar y al poco tiempo encuentra otro empleo.”
Con respecto a las costumbres, lo que más sorprendió a Bettina fue la formalidad con la que se mueven los suizos. “Aunque todos mis compañeros son muy cordiales, no te dejan entrar en su vida. Son muy protocolares y hacen un culto de la puntualidad. No es solamente que no se puede llegar tarde, tampoco está bien visto llegar temprano”, afirmó la joven química devenida en camarera.
Pero el paraíso de la puntualidad y la estabilidad laboral no está abierto para todos. Suiza es un buen lugar para los portadores de doble nacionalidad, pero por cuestiones de infraestructura no es un país muy abierto a la inmigración.
Por ello, los trámites para obtener la ciudadanía no son fáciles. La nacionalidad suiza solamente se trasmite por vía sanguínea en primera generación, es decir del padre o la madre a los hijos. Pero ni siquiera eso es automático, sino que el ciudadano suizo debe estar inscripto en la embajada de su país de residencia y a su vez anotar a sus hijos para que les sea trasmitida su nacionalidad.
Actualmente son 15 mil los suizos que viven en la Argentina, la mayoría de los cuales tiene doble nacionalidad. Ninguno de ellos recibe ayuda del gobierno de la Confederación Helvética. “La Confederación prioriza a los suizos que viven en el exterior, pero esto no incluye a los que tienendoble nacionalidad. Estos reciben asistencia recién al llegar a Suiza, porque allí prevalece la nacionalidad suiza por sobre la argentina”, explicaron desde la embajada. El monto de esta ayuda depende del cantón en el cual el inmigrante decide tomar residencia.
Producción: Damián Paikin.

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Bettina Heldner, una de las 400 personas que emigraron a Suiza.
Es técnica química pero trabaja como camarera y gana 1500 dólares.
 
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