SOCIEDAD

Air France, condenada a pagar una indemnización por un perro muerto

Un tribunal ordenó a la aerolínea pagar 40 mil pesos a los dueños del mastín que murió en un viaje de Buenos Aires a Milán.

 Por Carlos Rodríguez

El perro tuvo un final trágico, como el protagonista de una historia escrita a dos plumas por Jack London y Horacio Quiroga. El animal pasó primero por el frío en la bodega de un avión, a diez mil metros de altura, perdido en uno de esos helados vendavales de London. Luego, en su cuento de la vida real, Gino fue abandonado en el infierno del verano europeo, sin comida y sin agua, encerrado en una jaula, en la pista del aeropuerto de París, bajo un sol asesino. Quiroga lo hubiera puesto a prueba en el desierto o en la selva, nunca en la Ciudad Luz. Gino de Bresiano tenía nombre y apellido, como corresponde a un mastín napolitano con certificado de nobleza. En la autopsia consta que murió de un “shock térmico” por el brusco cambio de temperatura al que fue sometido. Ayer, después de dar vueltas como un perro al acostarse, la Justicia condenó a la empresa Air France a pagar 40.000 pesos de indemnización a los dueños argentinos del animalito, por la injusta muerte que tuvo Gino.
La Sala Uno de la Cámara Civil y Comercial Federal, integrada por Martín Farrell, María Najurieta y Francisco de las Carreras, condenó a la compañía aérea por haber incumplido el contrato de transporte y haberle dado a un ser vivo el tratamiento que se le da a una maleta extraviada. Aunque las normas hablan de compensación monetaria sólo en el caso de un accidente “con pérdida de vidas humanas”, los camaristas interpretaron que Air France actuó con “negligencia” y que sólo hubiera cumplido con el contrato “manteniendo con vida al animal hasta el lugar de destino”, que era la ciudad italiana de Milán.
El último viaje de Gino fue a mediados de 1998, cuando se embarcó rumbo a Milán, para participar de un concurso de mastines napolitanos que, según sus dueños argentinos, Mirta Fasanelli y Héctor Gianfrale, tenía “muchas posibilidades de ganar”, porque era un gran perro. La de los mastines es una de las variedades más antiguas, aunque los ejemplares de la prehistoria eran mucho más grandes que los actuales. Es una raza fuerte y valiente, atributos propios de su descendencia del bulldog, aunque su comportamiento general es manso y tranquilo.
La demanda fue promovida por Fasanelli y Gianfrate, un matrimonio dedicado a la cría de mastines que había inscripto a Gino para el Campeonato Mundial a disputarse en Italia en junio de 1998. El viaje tuvo una escala en París que resultó mortal. La pareja y el adiestrador de Gino de Bresiano llegaron a la capital francesa sin problemas y no tuvieron contacto con el can, que viajó en la bodega, dentro de una jaula supuestamente acondicionada para no pasar frío. En la escala cambiaron de avión, pero a Milán sólo llegaron los humanos, mientras que Gino, con destino gardeliano, quedó anclao en París.
Las autoridades de la empresa tranquilizaron a los dueños y prometieron la llegada del mastín en otro vuelo, antes del comienzo de la competencia. El perro, por razones que los peritos veterinarios que lo examinaron atribuyeron a un “shock térmico”, llegó muerto al aeropuerto de Malpensa. Todo indica que, preso en su jaula, Gino pasó casi dos días bajo el sol, sin que nadie le ofreciera alimento ni agua. Sus dueños comenzaron entonces un largo proceso judicial demandando una indemnización por los perjuicios derivados de la pérdida de chance en el campeonato canino y por el daño moral que le produjo la muerte del perro.
Air France basó su defensa en la normas de la Convención de Varsovia de 1929, que fija los límites de la responsabilidad del transportista. Allí se dice, en el artículo 17, que sólo hay responsabilidad civil “en caso de accidente que cause la muerte, heridas o lesiones corporales al pasajero”, aludiendo a los humanos. Los camaristas extendieron la cobertura a la vida de un can. “Para morir de un shock térmico tienen que haberlo dejado todo el tiempo en la pista, bajo el sol”, estimó ayer Mirta Fasanelli, en diálogo con los medios de prensa. “A mis perros los cuidaba como a mis hijos, hasta les daba la mamadera. Después de lo que nos pasó dejamos dededicarnos a la cría de mastines. Después de Gino se murieron otros dos perros, nosotros pensamos que fue de tristeza; eso es lo que sentimos”.

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Un ejemplar de mastín napolitano, como el muerto.
 
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