SOCIEDAD › EN BARADERO, EL CONTROL DE FALTAS DE TRáNSITO PASó HACE UN AñO A LOS POLICíAS BONAERENSES

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En 2010, después del incendio de la intendencia por la muerte de dos chicos, el intendente Carossi disolvió la policía municipal. La Comunal, que es la Bonaerense local, pasó a responsabilizarse de perseguir infractores. Ayer inhumaron a Lucas.

 Por Horacio Cecchi

Desde Baradero

Al mismo tiempo que el cuerpo del adolescente Lucas Rotella era inhumado en el cementerio de Baradero, acompañado por una nutrida columna de familiares, vecinos y amigos, el intendente local, Aldo Carossi, se planteaba durante una entrevista, “nadie puede establecer las razones que llevaron a este policía a terminar con la vida de este joven”. La respuesta, quizá, se pueda encontrar en los archivos o en la memoria de la gente. Cuando en marzo de 2010 se desataron los reclamos que derivaron en el incendio de la intendencia tras la muerte de Giuliana Jiménez y Miguel Portugal, Carossi soltó como fusible a Pablo Scarfoni, el entonces director de Inspección y Seguridad –la policía municipal de tránsito denunciada constantemente por su violencia en la persecución de chicos en motos—. Y acto seguido, disolvió a los policías municipales. ¿A quién encargó el control de las faltas? A la Bonaerense, en su faz Comunal. Un año después, la solución planeada por Carossi se podía leer en la autopsia a la que tuvo acceso Página/12: el chico había muerto por ocho impactos de postas de guerra, ingresados todos por la espalda, porque corría para que la policía no le sacara la moto.

Miguel Rotella, padre de Lucas, ayer decía y repetía desconsolado a los medios las últimas palabras de su hijo: “‘La policía me tiró’, no me dijo otra cosa porque tenía un pulmón partido, todos los intestinos destrozados por la bala de plomo”. Lucas había recibido el impacto de la escopeta 12.70, cayó y lo dejaron tirado en el parque, mientras se llevaban al otro detenido, el Tito, de 18 años, en pareja y con una hijita. Uno de los policías era Gonzalo Kappa, que conducía el patrullero y que disparó la escopeta. El otro ya declaró y su nombre permanece como anestesiado en la lengua de las autoridades policiales. Un tercer chico, hijo de un policía de Campana, estaba sentado con Lucas y Tito en el banco de mármol de la Plaza Colón, cerca de la antigua tribuna del Sportivo Barracas (la plaza ocupa el lugar de su antiguo estadio), corrió y no logró ser alcanzado.

La autopsia realizada ayer revela que Lucas recibió las ocho postas de un cartucho. “Todas eran de guerra –reveló un investigador a este cronista–. Recibió una en un glúteo, una en la cintura, otra en un antebrazo, y las otras cinco en el hemitórax izquierdo, en el riñón, que le fue extirpado en el hospital, en el bazo, en el intestino y el colon. La declaración de Kapp coincide con el resultado de la autopsia. Declaró que tenía cargados dos cartuchos de postas de goma, que estaban adelante y tres de guerra al final –reveló el mismo investigador–. Que él creía que eran todos de goma. Dijo que disparó los dos primeros al piso, que fueron los de goma, y después disparó al cuerpo y eran las de guerra.”

Por el momento quedará la duda sobre las postas de los dos primeros cartuchos, hasta que queden asentadas en la causa como prueba. Hasta ese momento, será muy difícil deslindar las dos caras de la verdad. Una, la que arroja toda la Bonaerense empezando por su jefe, Juan Carlos Paggi, y terminando en el detenido Kapp: que los dos primeros cartuchos eran (convenientemente) de goma, lo que llevaría la acusación sobre Kapp a un homicidio culposo. La otra es que, sumados a sus antecedentes de violencia contra adolescentes, se le agregue que todos los cartuchos cargaban plomo, lo que corre el disparo de la negligencia a la voluntad de matar.

Pero también el fiscal Marcelo Manso investigará el mecanismo para que sea posible el error detallado por Kapp. Un experto asegura que “es muy fácil que no sepan qué cartuchos llevan porque cuando reciben el arma no la revisan”. ¿Por qué no lo hacen? “Porque nadie les enseña a revisarlas. Se las cargan, pero no las saben usar. Antes había un especialista en escopetas. Ahora no. Los relevos son tan rápidos o se quieren ir tan rápido a la casa que le dejan al que entra todo, y el otro no tiene tiempo de revisar nada. Tampoco hay más armeros en las comisarías.” ¿Puede haber cartuchos mezclados? “Se recomiendan tres cartuchos de goma y los dos últimos de guerra, pero no tienen idea, no saben revisar, no tienen idea del daño que hacen con una escopeta. Monos con navajas.”

Ser mono con navaja es una lastimosa irresponsabilidad, más liviana a los intereses penales de Kapp pero no descartable como lógica del funcionamiento. La preparación de los bonaerenses tiene una doble responsabilidad que depende hacia arriba, del ministro Ricardo Casal, y hacia el ámbito local, del intendente Carossi, jefe de la policía Comunal.

Difícilmente de esta investigación surja quién hace que los monos sigan monos y que les entreguen navajas, y quién los sube un patrullero a vigilar faltas de tránsito.

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La inhumación del cuerpo de Lucas, rodeado de amigos y familiares en el cementerio de Baradero.
Imagen: Télam
 
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