SOCIEDAD › HABLA UNA ARGENTINA QUE SOBREVIVIó AL NAUFRAGIO DEL COSTA CONCORDIA

“Fue el viaje más largo de mi vida”

Hen Dolber, 21 años, y su novio, Jonatan Balabán, de 23, estudiantes universitarios de Rosario, sobrevivieron al naufragio y cuentan la total falta de organización de la tripulación y las dramáticas peripecias que les tocó vivir hasta ser rescatados.

 Por Elena Llorente

Desde Roma

Hasta anoche eran 15 los de-saparecidos (según confirmó ayer el presidente de la región de Toscana, Enrico Rossi) y cinco los muertos confirmados del naufragio de la nave de crucero Costa Concordia, que encalló y parcialmente se hundió frente a la Toscana, a orillas del mar Tirreno, en el accidente sufrido el viernes por la noche. Dos nuevas víctimas fueron encontradas el domingo en la nave. En un primer momento se habló de 67 de-saparecidos, pero la comparación entre las distintas listas de pasajeros hizo disminuir la cifra.

Los dos cadáveres extraídos ayer de la lujosa nave fueron encontrados por buceadores en una cabina de la popa, que quedó inundada tras el choque en la madrugada del sábado en la isla de Giglio. Eran dos hombres mayores, de nacionalidad aún desconocida, que llevaban puestos los chalecos salvavidas.

En tanto, tres pasajeros fueron rescatados vivos ayer, después de más de 30 horas, en el interior de la nave: una pareja de coreanos en luna de miel y el jefe de los comisarios de a bordo que al contrario del capitán del barco, que abandonó la nave antes que los pasajeros, ayudó a mucha gente, resbaló y se quebró una pierna, quedando inmovilizado. El capitán fue arrestado. La nave estaba a sólo 150 metros de la costa, una distancia no permitida para barcos de ese tamaño.

Entre los sobrevivientes –había más de 4200 personas entre tripulación y pasajeros– había muchos extranjeros, sobre todo franceses, pero también japoneses, chinos, chilenos, brasileños, españoles, argentinos, entre otros. El consulado argentino habla de al menos 20 pasajeros –algunos con doble ciudadanía– que fueron asistidos por la sede diplomática. Todos se encuentran bien de salud y ayer algunos ya viajaban hacia Barcelona para continuar su viaje, según informó dicho consulado en Roma. “A todos se les hicieron documentos para que puedan partir sin problemas. Con el embajador Torcuato Di Tella hicimos un recorrido por los hoteles donde fueron alojados”, contó la cónsul adjunta, Andrea Rovelli.

Hen Dolber, 21 años, y su novio, Jonatan Balabán, de 23, ambos estudiantes universitarios de Rosario –ella de Ingeniería en agrimensura, él de Odontología–, se salvaron. Hacía pocas horas que se habían embarcado y estaban fascinados por la inmensidad y el lujo de la nave. Venían de pasar 15 días en Israel y querían conocer algunas ciudades europeas. Ayer, en un hotel del aeropuerto de Roma, esperaban el aviso de que podían regresar a la Argentina. “Estábamos bastante emocionados cuando el viernes nos embarcamos en Civitavecchia. Así que fuimos a recorrer el barco y a las 9 nos sentamos a cenar. La gente del barco era impresionante. Todos te saludaban, divinos... Y antes de que nos trajeran la comida, empezamos a sentir como una especie de temblor. A veces un poco más fuerte. Pensamos que era un motor. Apenas terminó el temblor, sin embargo, el barco se empezó a inclinar hacia un lado y se empezaron a caer todas las cosas, los platos, todo... Y empezó el pánico”, contó Hen a Página/12.

–¿Les habían dado algún curso de salvataje?

–No, había sólo un video en la habitación con todas las indicaciones. Ahí vimos dónde estaban las salidas de emergencia y los botes salvavidas. Pero en el momento del pánico no te acordás de nada... Del restaurante nos fuimos arriba de todo, pero alguien nos mandó al camarote a buscar los chalecos salvavidas. Nosotros no queríamos ir porque cuando el barco se empezó inclinar, mucha gente se golpeó. Era difícil mantener el equilibrio. Había mucha gente grande y niños. En nuestro camarote ya no había luz. Tomamos los chalecos, pero ni se nos ocurrió agarrar la plata o los pasaportes, nada.

–¿Qué les decían a los pasajeros?

–Nos decían que no nos preocupáramos. Que era sólo un problema técnico de un generador.

–¿En qué idioma lo decían?

–Lo decían en italiano y en inglés. Me parece que también alguna vez en español. Pero después, cuando tuvieron que decir las cosas importantes, yo no entendía nada. No lo dijeron en español.

–¿Había gente del personal del barco con ustedes?

–Sí. Y algunos de ellos se veían bastante desesperados, iban de un lado para el otro. Por los micrófonos repetían que era una falla técnica, un generador y que por eso el barco estaba inclinado. Yo en ningún momento les creí. Mi novio y yo pensábamos: “Qué hijos de puta, no nos dicen la verdad”. Pero después, es decir ahora, pensándolo un poco, si nos hubieran dicho que el barco se hundía, yo me hubiera tirado al agua, y así como yo se hubiera tirado mucha gente y habría muerto, porque era de noche y hacía mucho frío. La mayoría de la gente, en cambio, se quedó al lado de los botes salvavidas y así nos salvamos. La gente de la isla fue impresionante, nos ayudaron enseguida. Yo no tenía zapatos y ni siquiera una camperita porque estaba vestida elegante para la cena y sin abrigo porque había calefacción. Un hombre de la isla nos dio unas medias y unos abrigos a mi novio y a mí, y nos hizo sentar en su coche que tenía calefacción, hasta que llegaron los auxilios.

–¿Cuánto demoraron en bajar los botes salvavidas? ¿Estaba todo bien organizado?

–No, estaba muy mal organizado. Eso fue lo peor. Tardaron más de tres horas en bajar los botes salvavidas. Los botes parecían sólidos, entraban más de cien personas bastante apretadas, pero bajarlo hasta tocar el agua no fue fácil. La gente gritaba desesperada. Pero cuando tocó el agua, todos aplaudieron.

–¿Y luego pudieron alejarse fácilmente del barco?

–Bueno, uno espera eso... sin embargo, el bote se alejaba y se acercaba, porque al hundirse, el barco chupaba agua y atraía el bote hacia él. La verdad es que creo que estuvimos pocos minutos en el bote y ahí nomás llegamos a la isla. ¡Pero te juro que fue el viaje más largo de mi vida!

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La mole del Costa Concordia, recostado, apenas a 150 metros de la costa italiana de la isla toscana de Giglio.
Imagen: EFE
 
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