SOCIEDAD › LORD WILLIAMS, PRESIDENTE DE LA CAMARA DE LORES

“La reforma es hasta cosa de interés propio”

Veterano abogado, experto en reformas judiciales y defensor de los derechos humanos, en particular de los inmigrantes ilegales encarcelados, Tony Blair le encargó llevar a cabo la prometida reforma del anticuado Senado inglés, lleno de nobles hereditarios. Así se transformó en lord, después de haber sido ministro de cárceles. En su cuarta visita a Buenos Aires, Williams explica los parámetros de las reformas carcelarias y judiciales y cómo entrenar a la policía para que respete los derechos humanos.

Por Andrew Graham-Yooll

–Esta es su cuarta visita a Buenos Aires. ¿Cómo nos vio?
–Me sorprendió el aire de optimismo, cauteloso optimismo, es cierto. Pero hay una sensación de enorme oportunidad en una etapa difícil en la historia argentina. Me parece, como extranjero, que este gobierno ha sido muy bien recibido. Tuve una charla breve con el nuevo ministro de Relaciones Exteriores que parece de la más alta calidad y fama. Eso es alentador. Hemos hecho lo posible para apoyar a la Argentina en el FMI y la apoyamos en las negociaciones entre Mercosur y la Unión Europea, en particular en el rubro agricultura. Queremos más cooperación entre nuestros países, tenemos más historia de amistad que de contratiempos que nos dividieron.
–No le voy a preguntar sobre Malvinas...
–...y yo no le pensaba responder...
–Y, bueno... Entonces, usted es experto en reformas judiciales y carcelaria, ¿cómo observa la controversia en torno de la reforma reclamada en nuestro país?
–Nuevamente, creo que es un momento de gran oportunidad para el cambio. En toda la gama política veo esta opinión. Quizá se deba en parte a la situación que abrió el “default” de la deuda y lo que desencadenó, que debe ser superada judicialmente. También está la ampliación de la Corte Suprema y la forma en que se hizo. Creo recordar que se aumentaba el número de miembros en una de mis visitas anteriores... Lo cierto es que no he tenido contacto en este viaje con gente en la Justicia. Pero creo que en todos los niveles hay voluntad de lograr una reforma en todo el sistema. En mi experiencia esto no se limita a la Argentina, pero haysituaciones parecidas en todo el mundo. No va a haber inversión externa del tipo que realmente se necesita si no hay una forma transparente de resolver los conflictos. Francamente, se trata de una situación de interés propio. Lo he visto en China también. Es necesario examinar los procedimientos judiciales porque las grandes instituciones extranjeras no van a invertir si no se les asegura que sus reclamos razonables, enfatizo razonables, no son resueltos en forma rápida y justa. Creo que las más de 60 empresas británicas que operan en la Argentina quieren seguir aquí siempre y cuando sus intereses legítimos sean protegidos. Para ello hay que tener un sistema judicial seguro y transparente.
–En los comienzos del gobierno de Tony Blair usted estuvo en el Ministerio del Interior involucrado en la instalación de la nueva ley de derechos civiles. ¿Cómo se procede para convencer a todos los niveles de que los derechos humanos son importantes?
–Lo que hicimos en el Reino Unido fue aprobar la legislación en 1998, y nos dimos dos años, hasta octubre de 2000, para desarrollar una campaña de información pública. Había que formar abogados y jueces, y todos los que tenían conexión con la estructura. ¿Cómo se propaga la idea de derechos humanos? Pues en el caso nuestro el Ministerio del Interior creó una Comisión de Derechos Humanos, que yo presidí. Reunimos a gente de las ONG, de Amnistía Internacional, de Liberty, la principal entidad británica de derechos civiles, y muchos otros interesados. Los juntamos con gente en la función pública, de intendencias y legislaturas, así como del Departamento de Educación. A partir de ahí se propagó la idea de los derechos. Creo que tuvo éxito, porque ha llegado a ser parte de la cultura, la gente conoce el concepto.
–¿Cómo reaccionó la policía? Tengo una imagen como en esas tiras cómicas: en un cuadrito escuchan, y en el otro en un recinto diferente, se revuelcan de la risa.
–Interesante observación. Uno de los cuerpos a los que me refería es la policía. Tomaron el tema como propio y desarrollaron programas de entrenamiento intensivo, que se extendía a la logística de lo que había que hacer al practicar una detención. Sabían que tenían que incorporar el concepto, disciplinarse en una cultura diferente.
–Así que es un problema de adaptación, y también generacional. Tuvieron que lograr un cambio cultural, dado que el Reino Unido era visto como el último país de la comunidad europea en introducir legislación sobre derechos humanos...
–Sí. Pero hay que recordar que no es solamente derechos, sino también responsabilidades y deberes. Mi derecho a la privacidad y vida en familia tiene que estar equilibrado frente a su derecho a la libertad de expresión y comunicación. Equilibrar derechos y responsabilidades requiere un mecanismo público bastante sutil.
–¿Cómo se instala el concepto de derechos humanos en el sistema judicial?
–Tuvimos un período de entrenamiento intenso. Desde el más bajo juzgado de instrucción hasta los jueces en la Cámara de los Lores, que es la Corte Suprema británica, todos tuvieron que concurrir a seminarios, conferencias y ensayos de juicios. Escucharon conferencias de abogados, de académicos, algunas veces de jueces con experiencia. Se impuso la idea de que los derechos tenían que instalarse en el sistema, fundamentalmente en la forma en que pensaban y encaraban su labor. El proceso tuvo gran éxito. Muchos pensaron que se iba a desmoronar el sistema judicial británico... pero nada de eso aconteció. Creamos un sistema de práctica acelerada. Si había, por ejemplo, una causa de libertad de expresión de primera línea, lo consideraba el juez de primera instancia y de inmediato pasaba a la apelación, y de ahí a la Corte Suprema, para lograr un fallo en unos seis a nueve meses. Eso es asegurar el éxito. Porque en nuestro sistema, una vez que hay un fallo de la Corte Suprema en un caso fundamental, se impone como referente para todo caso futuro. Tenemos un sistema donde los juzgados más bajos están obligados a incorporar los fallos de los juzgados más altos en las causas de prueba (causas “test” o “titular”).
–¿Nada de esto ha sido conversado o comparado con jueces argentinos?
–Estuve en Buenos Aires en 1992, 1993, 1995 y ahora, pero como le dije, no tuve oportunidad de hacer contactos judiciales. Además, no vine para eso. Tuve un almuerzo muy interesante con académicos y con gente de ONG y de leyes. También pude conversar brevemente con el presidente Néstor Kirchner y con el canciller Rafael Bielsa para seguir discutiendo estos temas en nuestros contactos...
–¿Qué contactos?
–En cómo entrenar jueces, en cómo organizar seminarios específicos, y la importancia de ser veloces y expeditivos en los fallos. Una de las cláusulas de la Convención Europea de derechos humanos dice que toda disputa civil o penal debe ser resuelta por un tribunal imparcial y público y, éstas son palabras de importancia, “en un tiempo razonable”. Si una causa no es resuelta en tiempo razonable una persona tiene derecho a plantear que uno de sus derechos ha sido abusado.
–Antes de su ascenso a la presidencia de la Cámara alta, usted fue ministro de cárceles y libertad vigilada. Hay una lenta reforma del sistema carcelario en el Reino Unido. ¿Cómo se encaró?
–Me interesa mucho el tema y me han informado que hay bastante cooperación entre la Argentina y Reino Unido en el tema de libertad vigilada (“probation”). Entiendo que nuestra experiencia se ha estudiado en la Argentina. Los dos aspectos críticos para evitar la reincidencia son: La persona ¿tiene familia para contenerlo? Y la otra, ¿tiene empleo? Estos dos factores son primordiales para encarar en una reforma carcelaria. Hay dificultades, pero entiendo que el tema está bajo estudio. Varios expertos argentinos participaron de una conferencia sobre el tema en el año 2000, y los contactos continúan desde entonces. Hay programas piloto que se están desarrollando, si bien no conozco los detalles. La prisión es muy, muy costosa, y muchas veces no sirve. Por esas dos razones hay que buscar formas alternativas. Nosotros tenemos el sistema de brazaletes electrónicos que se colocan en el tobillo de una persona liberada. El régimen de vigilancia establece que la persona puede salir a trabajar de siete de la mañana a siete de la noche, pero a la noche tiene que estar en casa. En primer lugar, esto es más económico. Segundo, reduce la presión sobre el sistema carcelario, y tercero, permite que la gente beneficiada sea útil a la comunidad. El nivel de éxito de las pruebas ha alcanzado el ochenta por ciento. Mucha gente en la cárcel ha llegado ahí indirectamente por no tener trabajo ni oficio alguno. El sistema de tobilleras se usa para gente que aguarda enjuiciamiento, que está bajo caución o han sido puestos en libertad antes de completar su sentencia. Siempre me ha interesado el tema de la reforma carcelaria, por lo tanto hasta diría que fue un placer ser ministro. La población carcelaria se ha nivelado en cifras entre 50.000 y 70.000 para Inglaterra, Escocia y Gales. Por lo menos no se ha disparado ni ha crecido en forma desmedida. El costo de la cárcel en el Reino Unido se estima en 25.000 libras esterlinas por persona por año (unos 40.000 dólares). Lo que se llama cárceles “seguras” para encauzar jóvenes alcanza a 125.000 libras esterlinas por persona por año (220.000 dólares). Por lo tanto hay que encontrar sistemas alternativos que reflejen una buena administración, no me refiero solamente en términos financieros, sino que morales también.
–¿Cómo han encarado el problema de visitas a gran distancia?
–Lo que intenté crear cuando era ministro era un ambiente más agradable y privado para el visitante. Naturalmente, la seguridad debe ser verificable, dado que el contrabando de drogas en las cárceles porfamiliares es un problema serio. Pero hay que ofrecer cierto grado de privacidad a un familiar que ha viajado una gran distancia y al llegar sólo tiene 20 minutos. No resuelve nada y no es justo. Algo que intenté establecer era la videovisita como opción. Si una persona tiene que viajar 400 kilómetros para ver a un hijo, y puede estar enferma, o no tener el dinero para el pasaje, entonces puede organizar una videovisita una vez por semana. Tiene que ser ofrecido como alternativa en las cárceles. Estas no son cosas muy caras, simplemente requieren imaginación.
–¿Cuánta imaginación hay en el servicio penitenciario?
–La hay, en ciertas circunstancias. Por ejemplo, siempre es un problema llevar a un detenido a una audiencia. Los juzgados están abarrotados de gente, el transporte del detenido es sumamente incómodo en esos camiones que nosotros le decimos “fiambreras”, los conozco, he viajado en uno, por razones profesionales, se entiende. Y el detenido siempre corre el riesgo de que al volver a la cárcel su celda está ocupada por otro. Las autoridades no siempre saben si alguien que sale va a volver. Entonces se ha instalado un sistema de videoeoaudiencias. Hay una línea privada para el abogado y su defendido, y el juez puede observar la situación en pantalla. Esto significa que se pueden organizar mejor los tiempos de un juzgado, y el preso recibe mejor trato. Un detenido me dijo que le gustaba el orden y la seguridad del sistema. Se entiende que no es un chiste. Otro de los problemas era poder ofrecer a un encausado musulmán la oportunidad de hacer sus rezos del viernes sin que hubiese un imán o una mezquita cercanos. Bueno, eso se pudo resolver por medio de rezos por video.
–La inmigración en Europa es un motivo de escándalos y conflictos. ¿En qué forma lo ha encarado usted?
–Es una causa de controversia y difícil de resolver. Esto es en parte porque la migración económica es un fenómeno nuevo en términos de escala actual. Tenemos que pensar el problema con calma. Hoy en día uno puede comprar un pasaje bastante barato en cualquier parte del mundo. Ya no hablamos de barcos llenos de emigrantes. Lo cierto es que la migración al Reino Unido, y supongo que en otras partes, ha sido de gran beneficio económico. La gente llega con oficios que necesitamos. Y si queremos que la economía siga creciendo, tenemos que buscar formas de legitimar la migración. El ministro del Interior en Inglaterra está considerando una ampliación de las autorizaciones para el ingreso de gente que pensamos será para nuestro beneficio. Hay un beneficio económico real... pagan más en impuestos de lo que sacan en seguridad social.
–¿Cómo lo sabe?
–Son estadísticas de la dirección impositiva. Las comunidades étnicas son contribuyentes netos, y no receptores. Eso es algo que el público no acepta ni entiende.Los refugiados políticos son otro tema. Pero también hay que considerarlos de otra forma. Por lo general, quieren volver a casa cuando se supera la emergencia o la causa de su partida. No todos los conflictos duran para siempre en este mundo cambiante.Tenemos que considerar el problema en escala paneuropea. Hay que reconocer que la inmigración sin restricciones no es aceptada, causa disturbios sociales y un grado de alarma en la población. Pero hay que hallar un equilibrio en el trato civilizado de la gente y evitar las mafias que llevan gente alrededor del mundo, extorsionando grandes sumas de dinero, y luego abandonándolas entre grupos étnicos. Hay comunidades que ya no pueden absorber más gente.
–¿Cómo va a encarar el tema Europa como conjunto de estados?
–Es un problema muy delicado, y creo que los políticos tendrían que prometer que no van a convertirlo en motivo de conflicto. Además los grupos étnicos que entran al país tienen que aprender nuestro idioma y aceptar nuestras costumbres que queremos mantener. Tenemos legisladores e intendentes de religión musulmana, por ejemplo, pero integrados en lasociedad más amplia. Tenemos que invitar a la gente a participar en la sociedad, si no se van a quedar en ghettos que no benefician a nadie.

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