SOCIEDAD › EL FENOMENO DEL PLANETA ROJO EN TODA SUDAMERICA

Marte, pasión de multitudes

En Buenos Aires, miles de personas desfilaron toda la gélida noche ante el Planetario para ver a Marte en su acercamiento inusual a la Tierra. Situaciones similares en toda Sudamérica.

Marte se convirtió definitivamente en fenómeno. Y no hubo nubes que valieran contra su inusual acercamiento a la Tierra. En Buenos Aires, pese al frío y el mal clima, desde la noche del martes y hasta las 6 de la mañana de ayer, sin interrupción, una inagotable marea de gente se acercó hasta el Planetario para mirar a través de sus telescopios el rostro del planeta que más fantasías ha generado en la historia de la humanidad. En buena parte de América del Sur –el continente desde donde mejor se lo está viendo– hubo situaciones similares. La NASA se instaló en la zona del lago Titicaca para observarlo mejor. En Ecuador hubo una fiebre de compra de telescopios portátiles y binoculares. Y en Venezuela, el presidente Hugo Chávez no se resistió a la poesía y declaró que ayer fue un gran día porque “Marte le dio un beso a la Tierra”.
Los humanos debieron esperar 60 mil años para poder vivir este momento. Marte, el planeta del dios guerrero, aquel que dio su nombre para que fueran identificados genéricamente todos los seres de otros mundos, la musa inspiradora de H. G. Wells, se acercó a la Tierra a tan sólo 55 millones de kilómetros y desde esa distancia se dejó ver en un día que será recordado como aquel en el que, tal cual dijo el presidente venezolano Hugo Chávez, “le dio un beso a la Tierra”.
“Desde siempre la gente se volvió loca por Marte. Es nítido, es rojo, es el dios de la guerra y sobre todo, es el lugar donde se suponía que había vida. Es realmente un planeta atrapante que, como si fuera poco, permitió a Kepler delinear la teoría de las órbitas elípticas”, explicó el director del Planetario, Leonardo Moledo.
Pese a que aún anda cerca, ayer fue el momento clave y por eso en todo el mundo, pero muy especialmente en Sudamérica –lugar privilegiado para ver el fenómeno ya que Marte está exactamente sobre él–, miles de personas alzaron sus ojos al cielo para poder disfrutar de su contorno. Los menos afortunados a simple vista, otros con algún telescopio e incluso la NASA desde su observatorio en el lago Titicaca a más de 4000 metros de altura esperaron pacientemente hasta que oscureció y rogaron al cielo que las nubes no les impidieran ver las estrellas.
En Buenos Aires, también se rezó por un cielo límpido y desde las siete de la tarde cientos de personas se fueron acercando al Planetario para ver al vecino más próximo de la Tierra. Sin embargo, debieron esperar hasta cerca de las ocho y media para que finalmente el cielo encapotado de Buenos Aires se abriera y dejara ver sobre el firmamento aquel disco naranja que desde la antigüedad generó fascinación en las distintas civilizaciones que poblaron el planeta. “Empezamos a las 19 con actividad dentro del Planetario porque estaba nublado y la verdad pensamos que seguiría así. Pero a las 20.30 se despejó y salimos corriendo a armar los telescopios. Fue increíble. Eran las 4 de la mañana y la gente seguía llegando”, contaron los organizadores.
Cuando finalmente apareció, hubo corridas. Todos querían ser los primeros en apreciar a Marte desde alguno de los telescopios que puso a disposición gratuitamente la gente del Planetario. “Estamos usando un telescopio grande que tiene un diámetro de 30 centímetros y permite un ingreso mayor de luz y otros más chicos, de cerca de 12 centímetros. En el primero, Marte se ve como una moneda de diez centavos, con su polo bien definido”, explicó el astrónomo Mariano Ribas, uno de los que se quedó hasta las 6 de la mañana en el lugar.
Fue una madrugada emocionante, que ayer a la noche –al cierre de esta edición– prometía volver a repetirse. Para quienes se acobardaron del frío, hasta fines de setiembre, todos los domingos desde las 20, la experiencia volverá a repetirse. Si no, habrá que esperar cerca de mil años para poder volver a vivir algo similar.

Producción: Damián Paikin.

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En el Planetario armaron los telescopios cuando a las ocho y media el cielo despejó un poco.
 
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