SOCIEDAD › OPINION

Entre alivios y mascullones

Por Daniel Stragá *

Más de una vez suspiró aliviado. La primera vez cuando de “arriba” le dijeron “no pasa nada”, total el pibito que se le quedó en la comisaría sería uno más. Después cuando el jefe Passero le garantizó que la institución lo avalaría. Suspiró aliviado cuando el ministro Mera Figueroa puso los dineros reservados que el abogado del poder le requería.
Alivio sintió cuando los camaristas Elbert y Camiña le regalaron un sobreseimiento, porque él “pudo no ser consciente de la ilegitimidad de su acto (sic)”. El pecho se le expandió aliviado cuando, a pesar de la Corte y de la jueza Maiza, le tocó en gracia la jueza Iermini a la hora de hacer que lo iban a sentenciar.
Menos aliviado se sintió cuando tuvo que salir de apuro a Mar del Plata, porque los que no olvidamos ni perdonamos y queremos el castigo a los culpables de ayer y de hoy lo fuimos a escrachar en su casa del Bajo Flores por primera vez, allá por 1997.
Siguió sintiendo alivio con cada una de las interminables chicanas y dilaciones de su defensor, sistemáticamente sustanciadas por la jueza que hacía como que lo juzgaba. Alivio casi definitivo tuvo cuando la misma Sala VI, aunque con otros jueces, lo absolvió por prescripción de la acción penal.
Suspiró muchas veces. Otras, masculló bronca contra el atrevimiento que no se resignó a que fuera un privilegiado más de la impunidad.
Masculló bronca con su primer procesamiento. Masculló bronca cuando la Corte revocó el sobreseimiento. Masculló bronca cuando se le embargó el sueldo. Masculló bronca cuando lo volvieron a procesar.
Masculló hiel, y pistola en mano salió a arrancar los carteles con su cara pegados en su calle Castañón en el Bajo Flores. Masculló odio cuando se enteró de la acción ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la viabilidad de la acción que desde las cancillerías menem-delarruistas le habían prometido que “no caminaría”.
Masculló bronca cada vez que advertíamos a la Corte, a la Cámara y a la jueza que estaban dejando prescribir la causa. Masculló bronca cuando la Corte Interamericana hizo inviable la prescripción.
Hoy el comisario Miguel Angel Espósito masculla más. Sabe que la instancia internacional obliga al Estado argentino, y este Estado argentino no quiere lastres del pasado, se los saca de encima. Sabe que el lunes estuvimos de nuevo frente a su casa. Sabe que lo van a echar, que perderá su pensión y su obra social, y el elegante “comisario retirado” en sus tarjetas personales. Seguramente –entre alivios y mascullones– se pregunta ¿qué falló para no poder parar lo de Walter Bulacio? Es que Miguel Angel Espósito no contaba con el compromiso popular.
* Abogado (Correpi).

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