SOCIEDAD › CONFESION POR EL ASESINATO DE DIEGO LUCENA

La hipótesis de la patota

Uno de los tres jóvenes detenidos por el crimen de Lucena reveló su participación en la golpiza a la salida del boliche. Descartan la complicidad policial denunciada por la familia.

 Por Alejandra Dandan

“Lamentablemente, tengo que decir que es un caso más de los que están pasando en este momento.” A esa conclusión llegó el viernes pasado, el fiscal de La Matanza Gustavo Blanco después de la ampliación de la declaración indagatoria de uno de los tres detenidos por el crimen de Diego Lucena, el chico que murió el 26 de junio pasado tras una discusión entre amigos en un boliche de Isidro Casanova. El detenido confesó por primera vez su participación en las golpizas que terminaron con la muerte de Diego y confirmó la hipótesis que venía manejando la fiscalía. Según esa línea, Lucena no murió en manos de la policía tal como sostenía su familia, sino golpeado por tres amigos. En la previa hubo cinco baldes con cinco litros de un cóctel de alcohol, una pelea entre barrios y la expulsión de la bailanta: la trama que de acuerdo al diagnóstico publicado ayer por este diario, desata verdaderas guerras durante las noches principalmente del segundo cordón del conurbano bonaerense.
La revelación de lo que sucedió la noche del 26 de junio pasado en Invasión Tropical es escalofriante. Carlos Alcañán, el Cali, es uno de los tres detenidos imputados por el crimen de Lucena. Desde el viernes pasado es, además, uno de los cronistas de sus últimas horas de vida.
Diego Lucena se lo encontró dentro de la bailanta. El Cali estaba con los dos amigos de Isidro Casanova que ahora están detenidos como supuestos coautores de la muerte: José Brito, el Peque, y Walter Sadías o Waly. Cali, el Peque y Waly se reunieron con Diego y su amigo, el Topo Brites, después de “tomarse tres baldes de una mezcla de sidra, vino, granadina y una ingesta fuerte del estilo del vodka, de cinco litros cada balde”, según les contó el Cali a los hombres de la fiscalía de Banco. Ya habían fumado porro y en ese momento ordenaron otras dos jarras de la poderosa coctelera de alcohol para tomarse con Diego y el Topo, que no eran de Isidro Casanova sino de Laferrere.
Tal como lo repiten los relatos de la docena de entrevistados por Página/12, cuyos testimonios fueron reproducidos en la edición del domingo pasado, en ese cruce comenzó una de las discusiones que habitualmente provoca que todo termine a las piñas. “Empezaron a discutir unos con otros por cuestiones de los barrios: una pelea entre Laferrere y Casanova”, indicó la fuente de la fiscalía consultada. “Se nota que estaban acostumbrados a ese tipo de mezclas de alcohol –continuó la fuente– porque estaban muy conscientes, lo que pasa es que en estos casos si son un poco agresivos la mezcla desencadena la agresión.”
Cuando empezó la discusión, los patovicas o empleados de seguridad del boliche sacaron a Diego Lucena por la puerta trasera, tal como relataron varios testigos de la causa. Detrás de Diego, expulsaron al resto. Y con ellos se sacaron el problema de encima, como repiten los chicos del conurbano cuando se quejan de los propietarios de los boliches nocturnos: “Ellos –dicen– se sacan el problema de encima, pero la cosa sigue en la calle.”
En la calle, los tres imputados por el crimen corrieron a Diego hasta el cruce de Settino y Vírgenes, a cinco cuadras del boliche. Mientras le pegaban, aseguró Carlos Alcañán en su relato, protestaban por otra de las constantes de la noche: la expulsión del boliche y haber perdido el dinero de la entrada.
–¡Por tu culpa! ¡Por tu culpa! –le gritaban mientras uno le daba el puñetazo que lo dejó tumbado en el piso y Waly, según el relato de su amigo, se le montaba en la espalda de rodillas para pegarle. Le apretaron el cuello, un movimiento que presuntamente le habría provocado la muerte por asfixia. “Posiblemente no hayan tenido la intención de matarlo –indicó la fuente–, es posible que sólo hayan querido golpearlo, pero después de un aprisionamiento de más de 15 segundos sin respirar, una persona se asfixia.”
Con estos elementos, los investigadores deberán determinar ahora la responsabilidad de los imputados. Los tres están imputados de homicidiosimple: “Pero todavía no sabemos si fue preterintencional es decir si hubo intención de matarlo o si se trató de una derivación de los golpes”, dijeron en la fiscalía.
En la confesión, Carlos Alcañán se reconoció como el autor de la primera de las piñas, pero al mismo tiempo como quien en un determinado momento intentó parar la embestida contra Diego. Durante la ampliación de la indagatoria, la fiscalía le mostró una placa fotográfica del lugar donde había aparecido Diego Lucena. El imputado lo reconoció. Aseguró que era el mismo sitio donde lo habían golpeado. Y desde donde huyeron con sus dos amigos después de robarle las zapatillas y llevarse la billetera que Diego usaba esa noche.
Hasta ahora, una de las hipótesis del crimen incluía la participación policial. A una semana del homicidio, la familia de Diego estaba convencida de que lo habían matado dos policías que estaban esa noche afuera del boliche. En una airada protesta, esa semana prendieron fuego al local y a un patrullero. El 29 de junio cuando la fiscalía ordenó la detención de los tres imputados, se metieron de prepo en el despacho del fiscal, convencidos de que los tres muchachos eran chivos expiatorios. El testimonio del viernes pasado también arroja luz sobre esa hipótesis. Según una fuente de la investigación, el fiscal descarta la participación policial y asegura que la hipótesis en realidad la introdujo uno de los detenidos para protegerse. El detenido en cuestión es el Topo, el amigo de Diego, que está acusado de falso testimonio y encubrimiento. “Dijo lo de la policía para defenderse –contó la fuente– porque era amigo de Diego y aunque no participó de la golpiza estuvo ahí y no hizo nada.”

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La familia de Diego había reclamado airadamente que se investigara la pista policial.
La sospecha que apuntaba a los uniformados estaba sostenida en la historia negra de la Bonaerense.
 
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