SOCIEDAD › AMANDA HOPKINSON, TRADUCTORA ESPECIALIZADA EN LATINOAMERICANOS

Los puentes entre los idiomas

Apenas el tres por ciento de los libros que se editan en Inglaterra son traducciones, y el Reino Unido es de los que más traduce. De esa ilustre minoría, sólo algunos son latinoamericanos y muy, muy pocos, argentinos. Una verdadera especialista, conocedora de los mecanismos que logran que un libro pase de una lengua a otra, explica cómo es la situación y cómo puede revertirse.

Por Andrew Graham-Yooll

–Usted ha dedicado muchos años a la traducción de la literatura de latinoamericanos, pero ¿qué obras de argentinos ha llevado al inglés?
–Comencé con un equipo de personas en la traducción del libro Nunca Más, de la Conadep, que primero editó Eudeba, que aquí en Londres publicó la empresa Faber. Se publicó como Never Again, en 1988. Más recientemente he hecho la traducción de Plata quemada, de Ricardo Piglia, que publicó Granta, a fines del año pasado. Esa versión inglesa fue incluida entre los seis finalistas para el premio del Arts Council (Consejo de las Artes) de Inglaterra, y del matutino londinense The Independent. Eso fue una satisfacción. También he redactado textos sobre literatura argentina actual y su traducción al inglés para una página web de Estados Unidos, que se llama Words Without Orders (Palabras sin Ordenes), que se prepara en la Universidad de Nueva York. Hice una serie de traducciones de textos de la obra de César Aira, de Alicia Borinsky (que enseña en la Boston University) y de Graciela Esperanza, además de escribir varios artículos sobre traducción, y la versión inglesa de cuentos para la revista especializada Index on Censorship.
–Y también ha traducido al inglés a un número respetable de escritores latinoamericanos.
–Llegué a la traducción por vía de la acción por los derechos humanos. Mis comienzos fueron a los 18 años en Amnesty International, y de ahí fui redactora de una revista llamada Central America Report, que publicaba el Human Rights Committee, en los años ‘70 cuando hubo mucha acción solidaria para llamar la atención a la represión dictatorial en varios países. Ese Report se publicó en Londres durante la larga guerra civil en América Central. Lo bueno fue que además de informaciones políticas y sociales, comenzamos a publicar en inglés la obra de poetas como el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916, seudónimo de Félix Rubén García Sarmiento) y más recientemente, a escritoras como Claribel Alegría, que eran poco conocidos en Europa, y menos en inglés. Luego la editorial Women’s Press me propuso hacer una serie de libros de mujeres poetas y cuentistas centroamericanas. Fue realmente novedoso en idioma inglés, en Europa y en Estados Unidos que, si bien está más cerca y reclama para sí el poder hegemónico, ignora a la literatura de la región. Hice varias antologías y novelas. Fue una etapa importante en los años ‘80. En Estados Unidos se publican, proporcionalmente, menos traducciones que aquí en Gran Bretaña. Por suerte un benefactor anónimo recientemente le regaló al PEN (Poetas, Ensayistas, Novelistas/Narradores), la organización mundial de escritores, algo así como 700.000 dólares para publicar más literatura en traducción.
–Eso da la impresión de cierta abundancia de traducción de textos de Argentina, pero en realidad no es así. Los números para ediciones traducidas son ínfimos.
–Los libros extranjeros en traducción inglesa que se publican en Inglaterra equivalen a solamente el tres por ciento del total publicado, y eso incluye textos originarios de todos los idiomas. Por lo tanto, los textos de autores latinoamericanos y argentinos son una fracción de ese tres por ciento. Y dentro de lo latinoamericano lo que tenemos son muchos más libros brasileños y mexicanos que argentinos.
–¿Eso por qué?
–Brasil y México son países mucho más grandes en su caudal de público, producen más y tienen una relación más fluida con las editoriales europeas, y especialmente, las españolas. Casi todos los libros que se traducen al inglés en Inglaterra vienen de agencias literarias españolas, sobre todo las dirigidas por mujeres, como ser Carmen Balcells, Raquel de la Concha y Mercedes Casanova.
–¿Hay apoyo de los gobiernos latinoamericanos para sus autores?
–No, no lo creo. Hay más apoyo aquí en Inglaterra del Consejo de las Artes (Arts Council) que de países individuales, en términos generales, porque el Reino Unido subsidia las traducciones. Esta institución pública decidió una política de apoyo a las traducciones porque las casas editoriales defienden su negativa a traducir autores extranjeros con el argumento de que no se puede pagar dos veces por un texto, es decir las editoriales consideran que pagan los derechos de autor, por un lado, y tendrían luego el gasto de traducción y los derechos del traductor. Por eso el Arts Council instituyó el apoyo a las traducciones, para llenar un vacío.
–Es decir, una institución del Estado británico apoya las traducciones al inglés de autores extranjeros fuera del mundo de habla inglesa.
–Estrictamente hablando, el Arts Council es una entidad autónoma, pero sí, todo su presupuesto proviene del Estado. Obviamente yo defiendo esta forma administrativa de relación entre gobiernos, sea el que fuere de turno, y las entidades autónomas que pueden así seguir adelante con una política independiente.
–Usted ha sido funcionaria del Arts Council, antes de trasladarse a su cargo actual en la Universidad de East Anglia.
–Fui nombrada para un puesto nuevo que se creó justamente para promover la traducción literaria. Aclaro que la traducción al inglés de todos los idiomas, si bien mi especialidad fue de latinoamericanos al inglés. Con eso, se pudo dar mucho más apoyo a la literatura internacional que una sociedad pluralista debe conocer, aunque sea en traducción. Mi gestión se inició en enero de 2000, por lo tanto esa oficina de traducciones, que está a cargo de otra persona, ya lleva cuatro años de labor.
–En su nuevo cargo como directora del British Center for Literary Translations, en la Universidad de East Anglia, en Norwich, ¿cuáles son las responsabilidades que llevan a promover a la traducción literaria?
–El centro tiene su base en la nueva Facultad de Humanidades en el campus de Norwich, forma parte de la escuela de formación y creación literaria y de traducción, pero es un recurso para todas las universidades británicas que tienen que ver o con la traducción literaria o con la enseñanza de idiomas. Estas son dos áreas que han crecido en importancia en los últimos años, pero especialmente a partir del 1° de mayo de 2004 con la expansión de la Unión Europea. La Unión se está proponiendo como meta que todos los ciudadanos de los veinticinco países miembros aprendan dos idiomas, aparte del propio, en los próximos diez años. Tenemos una buena biblioteca de traducciones, pero además alentamos conferencias sobre el tema de la traducción literaria. Al comprender la literatura de distintos orígenes, no sólo se logra un ejercicio intelectual o académico sino que se pueden asimilar costumbres diferentes con mucha mayor facilidad. Se puede decir que la traducción fomenta la comprensión y alienta a la tolerancia. Hacemos muchas mesas redondas para explorar en el diálogo las dificultades y los hallazgos, y tenemos un seminario de verano, un “Summer School” en julio. Estas son residencias para traductores extranjeros para que pasen un mes entre nosotros. En 2004 las reuniones son principalmente con los nuevos miembros de la Comunidad Europea, y también con representantes de los países árabes. Hemos buscado fondos de varias fundaciones o árabes o de Europa. Estamos en contacto con todas las asociaciones y casas de traducción en Europa y en Estados Unidos. En Europa hay unas 14 Casas de Traducción, así como hay Casas de Cultura. En junio tuvo lugar la reunión anual del grupo, en Suecia. La reunión se hace todos los años. Cada sede se relaciona o nuclea con dos “casas” más, para facilitar la organización. Inglaterra actualmente está trabajando con Irlanda y Suecia. Cada año se cambia el núcleo, el año pasado estábamos con España y Francia. Esas conexiones son requeridas por la Unión Europea, porque si no, no nos dan fondos para el desarrollo.
–Entonces las traducciones mayoritariamente requieren el apoyo del Estado o de las fundaciones, salvo en casos como Harry Potter u otros textos de venta masiva.
–Los países más ricos, como lo son los de Europa occidental, tienen además institutos de libros, que en parte, apoyan a las traducciones. Pero esto es relativo, y no es un objetivo comercial. El problema está en difundir obras que no son best-sellers, porque muchos países, como los de lo que antes se llamaba el Tercer Mundo, no tienen formas de apoyo a la traducción y por lo tanto, la difusión es desequilibrada.
–La traducción abre una ventana al mundo, pero no es comercialmente viable. Parece una contradicción, pero el mercado la establece.
–La globalización ha hecho que el inglés sea el idioma mundial de trabajo. Por lo tanto muchas casas editoriales dicen que, bueno, que la gente lea en inglés. El argumento comercial es que, si se publican libros de Australia, Canadá, EE.UU., de países de Africa, etc., para qué se van a meter los editores a pensar en la necesidad de editar traducciones también. Por eso es necesario la promoción de la literatura en traducción con fondos estatales o de fundaciones. Parece un capricho y un prejuicio, pero los editores no lo ven así. Además es una forma de controlar su producción en las editoriales. Quieren saber lo que van a publicar. Si el CEO de una editorial no puede leer ruso y tiene que depender de un informe de lector, ¿cómo va a actuar con certeza si un informe le dice que un libro es lo mejor del siglo, pero él no puede leer la obra maestra? Si edita y fracasa, es dinero perdido. Prefiere no arriesgar, o invertir en Harry Potter. La traducción es una cuestión ideológica. Si realmente queremos entrar en otro mundo, en otros países, hay que promover la comprensión de la mente extranjera. Lo que pasa es que aquí en Inglaterra estamos en un país privilegiado y pensamos que no es necesario realmente leer mucho de los demás, porque nos alcanza, y sobra, lo propio.
–¿Cómo se entiende su ocupación de traductora con su actividad como curadora de exposiciones fotográficas?
–En el mundo académico se llama estudios culturales comparativos. Me fascina la actividad cultural y me ocupo, especialmente dada mis conexiones con la literatura de América latina. Todo empezó en la revista Central America Report, donde trabajaba con fotógrafos y periodistas y escritores. De ahí, la Photographer’s Gallery, de Londres, me pidió una exposición para los 500 años desde Cristóbal Colón, en 1992. Hice dos exposiciones. Pero se sorprendieron que insistiera en exhibir únicamente a latinoamericanos y no a europeos trabajando en América latina. Eso fue para mí un triunfo y también me creó un problema. Insistí tanto que me limité a una región, que en Europa no es aconsejable. Pero igual, siempre hubo muchas exposiciones para organizar. La gente se olvida que la fotografía en América empezó apenas cinco años después de su invención. Llegaron a Veracruz unos franceses con sus equipos y enseguida los mexicanos comenzaron a tomar fotos. Ser traductora y ser curadora de fotografía es un poco lo mismo. Uno es un canal para lograr que se lea y se vea lo que se produce en un lugar extranjero.
–Ahora tiene una función gerencial.
–Como lo que dirijo ahora es más bien un laboratorio de investigación, tengo tres días y medio por semana un trabajo administrativo y de enseñanza en la universidad. Pero tengo un día y medio por semana para mi propia investigación, o traducción, o para hacer entrevistas... Tengo que ir a Boston University a dar un curso sobre traducción literaria. Cuando se dieron cuenta de que tengo este otro filón que es la fotografía, los estudiantes de posgrado me pidieron que diera un curso sobre la fotografía.
–Esto de intentar promover traducciones de autores latinoamericanos debe ser un trabajo cuesta arriba. Europa, con 25 países miembros, debe estar mirándose el ombligo cada vez más. Aceptar algo de afuera, y tan lejano ese afuera, implica riesgos y tiempo.
–Es muy difícil. Los traductores trabajamos mucho más que en la traducción. Si traduzco a un autor tengo que consultar mucho con la casa editorial para luego promover el libro terminado, organizar conferencias, charlas a propósito del libro y de la literatura del país del autor o latinoamericana en general, para hacer todo un programa alrededor de un autor y un libro traducido. Otros traductores hacen esta labor mucho más que yo. Los autores argentinos ofrecen un problema de comprensión bastante serio. Primero hay que superar la actitud de aquí, en Londres y en otras ciudades de Europa, donde la sensación en la editorial es “para qué hacemos un libro de un argentino, tenemos tanto más para leer de escritores propios.” Frente a esto, está la actitud de algunos autores argentinos, o de donde sea, que se presumen importantes y de gran venta en su país, y suponen que en todas partes, hay gente ansiosa por leer sus libros. Entonces se despreocupan por entrevistas concertadas, o artículos prometidos, y quedan sin hacer lo convenido. A último momento han quedado muchas de estas citas sin concretar. El o los autores piensan que no necesitan esforzarse. Para nosotros, los traductores, es muy importante hacer conocer al autor. Pero hay muchas decepciones cuando los autores no cumplen. Por lo general son los traductores que se han esforzado por lograr presentaciones. Esto repercute en la casa editorial que dice, y ha sucedido en varios casos, que no va a volver a publicar autores de América latina. Una pequeña mala experiencia con un autor puede repercutir en todo el gremio editorial. Los autores tienen que recordar que pase lo que pase entre ellos y sus gobiernos, afuera son embajadores de su país. Mi experiencia con un autor argentino específico, que no voy a nombrar, fue que accedió a viajar para la presentación de su obra en traducción, después encontró alojamiento en una torre de marfil y no viajó, sin avisar. Si uno se propone eso como forma, no es lo mejor, pero establece una línea de comportamiento. Pero decir que sí y luego es no, hacer nada, es dramático. Tengo una casa editorial que ha dicho que los autores latinoamericanos son una pesadilla y que no va a volver a editar a ninguno. No es justo, pero es un concepto difícil de cambiar. Puede ser que otros sean iguales, entre los autores de Asia o de Africa. No sé. Yo trabajo con latinoamericanos y me ha sucedido. Parece que los autores no reconocen que sus traductores trabajan mucho para lograr una edición y su inserción en el mercado.
–La conferencia de traductores y editores europeos en Buenos Aires en mayo de 2003, a la que usted concurrió y que fue realizada otra vez en el 2004, ¿qué fin tiene?
–Se propone atraer a casas editoriales europeas para que se interesen en autores argentinos, además de establecer contacto con editores. Se busca que conozcan a periodistas literarios, traductores y escritores. La organizadora argentina ha formado paneles con editores de varios países europeos. Se logró una reunión muy interesante y produjo una impresión muy fuerte a partir del acercamiento de diferentes mundos de edición y escritura. Además se lograron ventas reales de argentinos a casas editoras inglesas. El único problema, que es relativo, naturalmente, fue que nos encontramos con una generación de escritores y editores muy joven, que necesita más experiencia. Creo que el de más edad que conocimos tenía poco más de treinta años. Y la generación mayor, como Luisa Valenzuela, César Aira, y otros, son poco traducidos en Inglaterra. Sería interesante poder leer más de ellos en inglés. Volviendo al tema de los institutos del libro, por ejemplo, con el portugués hay dificultades porque la Fundación Gulbenkian, una de las más grandes, sólo provee fondos para traducciones al portugués de Portugal y no hay una red de contacto y apoyo entre países lusoparlantes (Portugal, Brasil, Angola, Mozambique). En contraste, el Instituto Cervantes trabaja con todo el mundo hispano parlante en todas sus variantes. Y eso ayuda, si bien no directamente con las traducciones, sí con la promoción y presentación, como ser del último libro de Piglia, que traduje. Eso dio lugar a un Festival de Literatura Latinoamericana actual y ayudó a levantar el perfil del autor, de la obra, y de la literatura del país de origen.

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